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Paternalismos Culturales: Populismo[s] en una era anti neoliberal

Daniela Díaz Olvera y Alfonso Miranda Márquez

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Según el Diccionario de la Real Academia Española, «paternalismo» refiere a la tendencia a aplicar las formas de autoridad y protección propias del padre en la familia tradicional a relaciones sociales de otro tipo; políticas, laborales…

En el ámbito político, podría parecer que se trata de un quehacer beneficioso para “el pueblo”, pero en realidad es una invasión a la autonomía individual por parte de la norma jurídica, al basarse en la incapacidad –no real– de discernir, es decir, en una aparente “ineptitud” de los ciudadanos para tomar determinadas decisiones que el Estado considera “correctas” y de beneficio para todos o al menos para la mayoría de esos todos. En realidad se trata de un mandato ideológico que coarta el libre albedrío y el desarrollo intelectual y emocional de la ciudadanía. Así, hemos sido testigos de cómo estas relaciones de poder han cimentado las bases identitarias e ideológicas de un Estado totalitario: en los países del bloque socialista, con penetración funesta en la Alemania nazi, o bien con la hegemonía y lo industrial en el Futurismo italiano. El propio Muralismo mexicano da cuenta de cómo el arte ha sido un instrumento de adoctrinamiento.

Babuinos jugando Backgammon

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Esta imposición de pensamiento se disemina mediante la institucionalización de la cultura y la implementación de políticas culturales en un campo bastante amplio que busca preservar el patrimonio, promover las diferentes prácticas sociales de una población, administrar y reglamentar las industrias culturales, fomentar la práctica creativa, establecer canales de distribución y la recepción de bienes y objetos artísticos… En el marco de un régimen paternalista, estas directrices están encaminadas a resaltar las necesidades del sistema y no las de los ciudadanos; en específico la promoción y el fomento de actividades artísticas, mismas que presuponen un campo con cierta autonomía, ya que es una diligencia que deviene de un proceso creativo del autor. Sin embargo, su circulación y consumo están sujetos al ámbito social, que tiene la tarea de sancionar o aprobar la obra de los creadores, de acuerdo con una serie de directrices, criterios o requisitos. Estas cualidades las instrumentan un cuerpo de actores que suele ser categórico en los procesos de creación de políticas culturales: mecenas, coleccionistas, gobernantes e instituciones gubernamentales, museos y en tiempos recientes, críticos, curadores y galeristas.

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