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2. Chiriguana

C H I R I G U A N A

Autor desconocido

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Se dice que en la mitología del pueblo chiriguano dos dioses gobernaban el mundo: Tumpaete y Aguaratumpa. Tumpaete simboliza el bien y su contraparte es Aguaratumpa, el símbolo del mal. Siempre están enfrascados en una lucha constante que durará hasta el final de los tiempos. En una ocasión, Aguaratumpa burló la vigilancia y provocó un incendio que destruyó la zona. El siniestro arrasó los campos, quemando pastizales, animales y los bosques protegidos por los chiriguanos. Ante esta situación, los pobladores acudieron a pedir consejo a su dios bueno. Tumpaete les dijo que lo mejor era que se trasladaran a las riberas del río y sembraran maíz. De esa forma podrían alimentarse de pescado mientras maduraban las mazorcas. Al ver la mudanza, Aguaratumpa continuó con su destrucción haciendo caer desde el cielo aguas torrenciales que inundaron la chiriguanía. Ante esta calamidad, Tumpaete les dijo a sus protegidos que estaba decidido que todos ellos iban a morir ahogados. Para salvar la raza chiriguana tenían que buscar un mate gigante. Dentro del mate tenían que dejar un niño y una niña hijos de la misma mujer, escogidos entre los mas fuertes y perfectos. Sobre ellos florecería la nueva raza chiriguana. La comunidad obedeció a su dios. El gran diluvio continuó durante mucho tiempo y los niños dentro del mate continuaron flotando a la deriva. Del pueblo todos habían fallecido. Finalmente, la lluvia se apaciguó cuando Aguaratumpa creyó que no quedaba ningún humano vivo. Ahora que Tumpaete no tenía a quien proteger, él se sentía el dueño de la tierra. La leyenda chiriguana cuenta que cuando se secaron los campos los niños salieron de su escondite. Vagaron por mucho tiempo sin encontrar comida. Tumpaete se dirigió a ellos y les dijo que buscaran a Cururu, el amigo benigno del hombre. Esta criatura les daría el fuego necesario para cocinar los peces del río. Los niños encontraron a Cururu, un sapo gigante, esperándolos a salvo en las alturas. Tenía las brasas en su boca, manteniendolas vivas con su respiración. Los niños pudieron satisfacer el hambre que tenían. Cururu les dijo que al comienzo del diluvio, Tumpaete le ordenó refugiarse con el fuego dentro de la tierra. Gracias a ese fuego los niños tuvieron alimentos y pudieron sobrevivir. Los hermanos fueron creciendo hasta que llegaron a la edad adecuada para proliferarse. De esa pareja nuevamente se multiplicaron los chiriguanos y formaron un pueblo robusto, bello y perfecto.

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