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La solidaridad… ese valor del cual todos hablamos al momento de enterarnos de las necesidades de los demás… pero, sin embargo, queda solo en definiciones y posturas, cuando al momento de efectivamente hacer algo por alguien queda en un papel, en una reunión, en una mesa, o en solo una lluvia de ideas. La solidaridad y la empatía con el otro, no debe ser una acción o un evento más, sino una opción de vida que nos lleva más allá de acciones. Es una forma de vivir que nos permite lograr ser conscientes de escoger ser mejores y entender la solidaridad como la toma de conciencia de las necesidades de los demás y querer colaborar y tributar en la satisfacción de las mismas. Esto para quienes, sean como sean, o lo que hagan. La mejor manera de difundir este gran valor humano es ejerciéndolo. Todos los días y en todos nuestros quehaceres… y ojalá en compañía de muchos otros…. La idea es ayudar a permitir salir adelante y mejorar las situaciones negativas que rodean a nuestros semejantes (desde desastres que atentan la seguridad colectiva, como guerras, desastres, pestes hasta aquellas particulares como enfermedades, falta de equidad, oportunidades y necesidades básicas). Desde este punto de vista, la solidaridad pasa a ser un sinónimo de apoyo, respaldo, ayuda, protección, que cuando es efectiva y eficiente permite salir adelante y mejorar, puede cambiar al otro e incluso al mundo, haciéndolo mejor. No se trata tan sólo de compartir algo material, hay muchas necesidades, que van más allá de las económicas, por ello también deben existir acciones solidarias que apoyen diversas causas incluso algunas que no se demarcan solo a las personas, sino que a su entorno. De esta manera, se puede decir que muchas personas que viven en función de un pensamiento de mejorar la vida de los demás, de una u otra manera, se convierten en referentes y ejemplos sociales, que deben tener como premisa las ideas de justicia e igualdad a fin de que el valor de la solidaridad no quede en tan sólo palabras. Al hacer un bien, él que sea, no podemos tener prejuicios como la raza, sexo, origen, edad, ideas políticas, estrato social…. Solo debemos basarnos en hacer lo mejor por los demás. Sin embargo, en la actualidad la solidaridad y otros muchos valores humanos, suelen pasar inadvertidos o no ser parte de las prioridades de la vida debido a nuestros propios intereses, poco tiempo para ver a los demás, el individualismo propio de nuestra época e incluso miedo a los demás. El concepto en sí, se ha ido transformando, por ello es que, para algunos es una reclamación a los derechos y para otros un proceder de compasión basada en la caridad.

Con frecuencia oímos hablar a las personas más enteradas de las bases ideológicas del rotarismo y expresan: “Los ideales de Rotary podrían por lo tanto resumirse así: amistad para ayudar, ayudar para conocer, conocer para unir. De esta forma la solidaridad se convierte en algo más que una manifestación: es una ética que impregna la forma de vivir. La ética de la solidaridad, la ética de Rotary”.

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Si hay una causa en la que creemos y sabemos que podemos colaborar, no vacilemos en hacerlo, sea para quien sea.

Jimena Teruel

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