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Casa Presidente Luis Cordero
43 Aquí nació también el fundador de la UCACUE
Casa del Presidente Luis Cordero guarda su espíritu noble
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En medio del Centro Histórico de Cuenca se encuentra este inmueble patrimonial donde se conserva latente la memoria de la libertad del pensamiento.

A quienes tienen la costumbre de alzar la mirada y abstraerse, aunque sea momentáneamente con otras panorámicas del entorno urbano cuencano, que ofrece su siempre cambiante cielo y los permanentes detalles de los altos de las edificaciones, llama la atención una cruz de hierro en medio de la cuadra conformada por las calles Mariscal Lamar, Luis Cordero, Gran Colombia y Antonio Borrero, donde aparentemente no existe ninguna edificación religiosa.

Este símbolo cristiano es parte de un inmueble patrimonial único, portador de historia, artes, memorias y reliquias del que fuera el Presidente de la República del Ecuador, Doctor y erudito hombre de letras, Luis Cordero Crespo, históricamente conocido como “El Grande”, por todo lo que gestó durante su vida en favor de la sociedad y del pensamiento filosófico de su época, así como por su gran legado que aún vibra en el dinamismo de la Cuenca contemporánea.

Historia
Al recorrer los bien cuidados pasillos y conocer los diferentes espacios donde Luis Cordero vivió sus primeros años, donde se desarrolló el joven de espíritu libertario y soñador, donde se gestó el poeta y futuro gobernante del Ecuador, el visitante se puede encontrar con una gran parte de la historia misma de Cuenca, de personajes ilustres de la comarca, incluidos los miembros de su familia, así como de algunos próceres del Ecuador y del mundo.
Según un escrito plasmado sobre una placa de madera colocada sobre una de las paredes de barro: “Esta Casa solariega perteneció al Poeta y Sabio Luis Cordero El Grande. Hogar de sus descendientes en la sangre y en el espíritu. Parnaso y Olimpo del Clasicismo, Laboratorio de experimentos científicos e industriales: es hito referencial valioso para la historia comarcana, así en la arquitectura civil, como por su significado único de testimonio, en las crónicas de la virtud, las letras, el arte, el periodismo, la cultura y el aporte al progreso patrio.
Sus dueños, los Fernández de Heredia, Señores de Armas del Reino de Aragón, edificaron la Casa, hacia 1750. En 1866 Don Miguel Heredia Astudillo y su Esposa Francisca Dávila Heredia la dieron en dote matrimonial a su hija adoptiva, Jesús Dávila Heredia, primera esposa de Luis Cordero El Grande.
Es así como narra la historia de esta valiosa edificación, que de ser la CASA HEREDIA pasa a ser la CASA CORDERO, que abrió sus puertas por la fachada de la calle Luis Cordero y por la calle Mariscal Lamar. Destaca en la placa de madera, que la vivienda tenía amplios patios interiores, cuyos usos fueron determinados por sus nuevos propietarios. “El primero, para la vida cultural y social; el segundo, para la residencia familiar; el tercero, para los menesteres domésticos. “
Huéspedes ilustres
Uno de los grandes salones distribuidos tipo museo de la Casa Presidente Luis Cordero, está dedicado a fotografías de personajes ilustres de la gesta libertaria patria y científicos prominentes de talla mundial que cuando
46 pasaron por Cuenca se hospedaron esta gran edificación, que conserva en su esencia el espíritu noble de este ilustre cuencano, cuyo pensamiento ilustró su época, llama filosófica que aún emana su calor en el corazón de las nuevas generaciones, que lo recuerdan con aprecio y admiración.
El último propietario de esta edificación patrimonial fue Monseñor Miguel Cordero Crespo, quien según continúa su historia, la entregó como legado al Dr. César Cordero Moscoso, quien emprendió el proceso de recuperación y restauración de la Casa, proyecto para el cual cumplió con todas los requisitos necesarios de la época, que exigían los organismos responsables del Patrimonio Cultural de la Nación y de la Municipalidad de Cuenca.

Entre los huéspedes ilustres de esta Casa, se observa la fotografía a colores de Alexander von Humboldt, científico de origen alemán considerado “el padre de la geografía mundial”, quien efectuó expediciones desde su natal Europa a otros continentes y países, como América, Ecuador y Cuenca. Eran los finales del siglo XVIII.

Otro sabio, patriota y científico que pisó las actuales tierras morlacas y que se hospedaron en la Casa del Presidente Luis Cordero “El Grande” fue el colombiano Francisco José de Caldas, allá por inicios del siglo XIX.
Entre los huéspedes nacionales resaltan instantáneas del patriota José Joaquín de Olmedo, Manuel J. Calle, Francisco Tamaríz, Federico González Suárez, Julio Zaldumbide, José María Velasco Ibarra, Vicente Rocafuerte, fray Vicente Solano, Francisco Eugenio de Santa Cruz y Espejo, Belisario Peña.

Santuario de la cultura de Cuenca
“El Arzobispo Manuel María Pólit llamó a esta Casa “Santuario de la Cultura cuencana”, destaca el escrito empotrado sobre la pared de adobe, y refleja lo valioso de los elementos que conforman las diferentes habitaciones, en los que el genio creativo de artistas y artesanos se funde y confunde con el culto religioso característico de sus propietarios, que pasaron por ésta a lo largo de sus 267 años de historia.
Tal el caso de los cielos rasos llenos de luz y colorido que son únicos en cada habitación, salón o lugar de culto religioso. Destaca entre estos espacios, las paredes y cielo raso de la habitación bautizada Casa de Dios y Puerta del Cielo, donde el talento de los artistas plásticos y escultores se fascina creando y recreando pasajes de la historia bíblica y de la familia de Luis Cordero Crespo, El Grande.
Más allá, en otra habitación familiar, se exhiben dentro de una urna de cobre protegida con vidrio, los cilicios que usó sor Rosa de Jesús Cordero Dávila, como parte del patrimonio religioso de esta Casa. En otra habitación familiar está la cama que ocupaba Luis Cordero para su descanso, de estilo colonial, elaborada en metal.


En esta Casa, se dice nació el también ilustre sacerdote César Cordero Moscoso, fundador
de la Universidad Católica de Cuenca, cuya obra hoy trasciende las fronteras locales y su luz irradia a la juventud estudiosa del Azuay, Cañar y otros lugares del Oriente ecuatoriano.

Las palabras quedan cortas para describir toda la majestuosidad de esta edificación y lo que encierran sus paredes, sería propicio para Cuenca y su gente, que algún día sus puertas



