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Las pérdidas del COVID-19 que nadie ve.
Por: Artemia Salinas
Cuando un micro, pequeño, o mediano empresario comienza a dedicar su día a día en administrar las pérdidas y las deudas de la empresa, en ese momento a quedado bloqueada la imaginación y el entusiasmo para el desarrollo de nuevas estrategias de producción, la generación de nuevos productos, el acceso a un nuevo mercado, y en general, para la innovación que produce el desarrollo y el crecimiento de la industria.
La crisis económica que va a generarse cómo consecuencia de la crisis sanitaria del COVIC-19, no solo puede representar un aletargamiento del desarrollo de la acuicultura en América Latina, si no que puede tener consecuencias aún más profundas, si se considera que la mayoría de los productores pueden quedar en una situación de “sobrevivencia temporal”, en la que solo tienen posibilidades de mantener al día la producción, sin saber que va a pasar mañana.
Todos los planes de mejorar los procesos, de capacitar y seleccionar de mejor manera al personal, de crecer la capacidad de producción, de llegar a nuevos mercados con nuevas presentaciones, han quedado archivados en cajones y gavetas de la oficina, en el mejor de los casos, y en la cabeza del dueño o del administrador, en los casos de empresas más pequeñas.
El agobio, el desgaste y la desesperación, que pueden albergar los dueños de las empresas micro, pequeñas y medianas, y el personal que las componen, puede variar de empresa a empresa, en correlación directa con su situación financiera particular, pero ante una crisis económica de esta naturaleza, es difícil pensar que no se verán afectadas todas de una o de otra forma.
Todo el tiempo que dedique el dueño o administrador de la empresa y sus empleados a la gestión de deudas y compromisos comerciales, a la negociación de salarios y despido de empleados y funcionarios, al cierre de oficinas y sucursales, a la clausura de planes y proyectos, y a la venta o remate de inventarios y bienes, es tiempo que se deja de invertir en el desarrollo, la innovación y el crecimiento de la empresa. Y si esto pasa en todas, o en la mayoría de las empresas que conforman una industria, entonces también deja de crecer la industria, la economía que esta genera, y la población que depende de ella.
¿Qué agencia de gobierno miede ésta “Tasa de decremento potencial”? ¿En qué presupuesto están reflejadas las pérdidas de crecimiento del desarrollo e innovación de una industria cómo la acuícola, que podría alimentar a las generaciones futuras, según la FAO? ¿En donde se contabilizan los empleos no generados por un crecimiento de una de las “industrias del futuro”, como la acuicultura? ¿Cual va a ser el impacto futuro en el consumo de pescados y mariscos de la población mundial por este retraso en el desarrollo de tecnologías acuícolas?
Estas perspectivas podrían mejorarse significativamente con la aplicación de programas enérgicos de apoyo a la producción acuícola, promovidos por el Estado, enfocados en los micro, pequeños y medianos productores, de manera que puedan pasar de la gestión de pérdidas y deudas, a la gestión de crecimiento, desarrollo e innovación. El resultado de cualquier decisión que se tome hoy, será la consecuencia de lo que vamos vivir en los próximos años.