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La seguridad como pilar estratégico para la internacionalización
Gustavo IGLESIAS
CEO de Bowery bowerystudio.co
Exportar tecnología es exportar confianza
En América Latina hay talento de sobra. Empresas con capacidad para construir productos de clase mundial, lideradas por equipos creativos, resilientes y técnicamente sólidos. Sin embargo, cuando llega el momento de escalar internacionalmente, muchas veces nos encontramos con una barrera silenciosa pero fundamental: la seguridad.
Ya no se trata solamente de escribir buen código o cumplir con deadlines. Los clientes internacionales, especialmente en industrias como fintech, salud o comercio digital, necesitan saber que sus datos, procesos y usuarios están protegidos. Lo que está en juego no es solo el funcionamiento de un producto, sino la reputación de una marca, la continuidad de un negocio o incluso el cumplimiento legal en mercados con normativas complejas. Por eso, en contextos de internacionalización, la seguridad se vuelve una condición para competir. Y la confianza, un activo tan valioso como cualquier otra ventaja tecnológica.
No alcanza con talento técnico
Muchas veces creemos que con buenos programadores y diseños atractivos estamos listos para exportar. Pero quienes ya transitaron ese camino saben que eso no alcanza. La diferencia entre una empresa que consigue contratos internacionales sostenibles y una que no logra retener a sus clientes suele estar en la forma en que gestiona los riesgos. Empresas que aspiran a insertarse en ecosistemas globales deben demostrar madurez: buenas prácticas en el manejo de accesos, criterios claros para proteger entornos sensibles, procesos definidos para reaccionar ante incidentes y, sobre todo, equipos formados y conscientes del impacto que sus decisiones pueden tener en el negocio del cliente.
La confianza no se construye con discursos. Se transmite en los detalles: cómo se entregan los builds, cómo se documentan las decisiones técnicas, cómo se previenen errores evitables. Lo que para una startup local puede ser un descuido menor, para un cliente en Nueva York o Berlín puede representar una alerta roja.
La seguridad empieza desde el diseño
Una de las claves para ganar confianza está en cambiar el enfoque: dejar de pensar la seguridad como algo que se revisa al final del proceso y empezar a integrarla desde el inicio. Las empresas más preparadas son las que piensan en seguridad desde la etapa de diseño. ¿Cómo se gestiona la información sensible? ¿Quién tiene acceso a qué? ¿Qué sucede si algo falla? Estas preguntas, cuando se hacen a tiempo, evitan errores costosos más adelante.
Por ejemplo, al definir un nuevo módulo para una plataforma de pagos, no solo hay que pensar en su funcionalidad o performance. También hay que evaluar cómo se resguardará la información del usuario, qué datos se almacenarán y por cuánto tiempo, cómo se verificará la identidad en cada paso y qué medidas de recuperación existen ante un intento de acceso indebido. Estos criterios, si se aplican de forma coherente desde el inicio, no solo protegen: generan confianza genuina.
Incluir estos temas desde la etapa de discovery no solo reduce riesgos. También demuestra profesionalismo y genera una percepción clara de compromiso. En mercados donde las decisiones se toman con lupa, eso puede marcar la diferencia entre ganar una oportunidad o quedarse afuera.
Cultura antes que procesos
En América Latina estamos acostumbrados a resolver. A adaptarnos rápido, a ser ingeniosos. Esa es una fortaleza enorme, pero también puede volverse una debilidad si no construimos una cultura sólida en torno a la seguridad.
Los procesos sirven, sí, pero lo fundamental es que los equipos comprendan por qué importan. No se trata de seguir reglas por obligación, sino de incorporar una mentalidad de responsabilidad. Cuando cada persona entiende que su trabajo tiene impacto más allá del código, la seguridad deja de ser una carga y pasa a ser parte natural de cómo se construyen los productos.
Una práctica cada vez más común y efectiva en empresas de la región es incluir pequeños “momentos de seguridad” en las dailies o retros. Espacios donde cualquier miembro del equipo puede compartir una duda, una vulnerabilidad detectada o una sugerencia de mejora. Este tipo de iniciativas ayudan a desdramatizar el tema y convertirlo en parte del día a día.
Los entornos remotos, cada vez más comunes, refuerzan esta necesidad. Ya no hay un perímetro físico que proteger; todo depende de hábitos, buenas prácticas y confianza mutua. En ese escenario, la formación continua y la claridad en los roles son fundamentales.

La seguridad como diferencial en un mercado competitivo
En un entorno donde el talento ya no es el problema, las empresas que logren destacarse serán aquellas que transmitan solidez. No solo por lo que hacen, sino por cómo lo hacen.
La seguridad, bien entendida, puede convertirse en un diferencial real. No porque se vea, sino precisamente porque no genera fricción, porque está integrada de forma natural al día a día. Clientes que confían en cómo se construyen las cosas, que no necesitan revisar cada paso o preocuparse por cada acceso, son clientes que vuelven, que recomiendan y que apuestan a largo plazo. Y ese es el objetivo de toda empresa que exporta: dejar de vender horas y empezar a construir relaciones de valor.
Liderar con visión y responsabilidad
La seguridad ya no es responsabilidad exclusiva del área técnica. Requiere el compromiso de toda la organización, empezando por los líderes. Entenderla como un gasto o un tema “para más adelante” es perder de vista lo que realmente está en juego. La invitación a quienes están liderando empresas en la región es clara: abracemos la seguridad como una decisión estratégica. No por obligación, sino por ambición. Porque si queremos que América Latina sea vista como un socio confiable, la con- fianza tiene que construirse desde adentro.

Exportar servicios no es solo cerrar contratos: es representar a toda una región. Y hacerlo con responsabilidad es el primer paso para que nos sigan eligiendo.
Confianza, consistencia y criterio. Eso es lo que se espera de quienes buscamos construir relaciones globales. Y eso empieza por cómo elegimos trabajar desde el primer día.
