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Las verdaderas causas de la actual guerra comercial
Carlos CANTA YOY
Asesor en Comercio Exterior.
“Cuando dos elefantes luchan, es la hierba la que sufre”. PROVERBIO AFRICANO
Los hechos lo están demostrando: el proverbio africano se cumple. En la guerra comercial desatada entre Estados Unidos y China, las dos economías más grandes del mundo, los que ya han comenzado a sufrirla no son los contendientes, sino el resto del mundo y en forma especial, las economías más pequeñas.
Donald Trump, el presidente de los Estados Unidos, parece estar apostando a todo o nada. Si las cosas le salen bien ingresará a la historia de los grandes gobernantes que ha tenido su país desde Washington hasta la actualidad, pasando por Jefferson, Andrew Jackson, Lincoln y los dos Roosevelt.
Si las cosas salen mal, también ingresará en la historia, pero, en la de los fracasos más estruendosos.
Las consecuencias del proteccionismo que se está instaurando mediante el desmedido aumento unilateral de los aranceles de importación, especialmente para los productos chinos, según la mayoritaria opinión de los más expertos economistas, será seguramente un fracaso en cuanto habrá de producir muchos daños al comercio y a la economía de todos. El perjuicio será entonces, en mayor o en menor medida, para todos los habitantes del planeta.
Es que el proteccionismo históricamente siempre ha tenido penosos resultados. Uno de los pocos que consideramos tuvo éxito fue el instaurado por Cromwell en Inglaterra a mediados del siglo XVII (la “Navigation Act”) que sentó las bases del futuro imperio británico.
En la década de 1930 hubo también a partir del aumento de los aranceles de importación por parte de los Estados Unidos (La Ley Smooth-
Hawley) un freno global al comercio. Una gran recesión a nivel planetario. Al mismo tiempo, como China en la actualidad, Alemania comenzó a desarrollar la producción industrial y las manufacturas. La crisis terminó siendo una de las principales causas de la Segunda Guerra Mundial. Al final de la misma y con la creación del GATT se proclamó y se puso en práctica la liberalización del comercio mediante la baja de los aranceles y la atenuación de las restricciones no arancelarias. El resultado de esta política implementada a nivel mundial ha tenido excelentes resultados y el comercio internacional ha aumentado en los últimos setenta años como nunca antes.
Al mismo tiempo, ya hace años que este proceso de multilateralización de los beneficios arancelarios se está deteniendo a partir de las numerosas excepciones, principalmente la producida por los tratados de libre comercio entre un número limitado de países, a la Cláusula de la Nación Más Favorecida. A propósito de esto, no se han escuchado comentarios acerca de que la actual suba de aranaranceles comenzada por el país del Norte y luego adoptada por muchos de los afectados es una violación de los principios de la OMC.
El continuado forcejeo, de amenazas, ataques y retrocesos, de la política arancelaria norteamericana, está perjudicando sensiblemente al resto del mundo, con crisis en las bolsas, pérdidas empresariales, restricciones en el comercio internacional, encarecimiento de los productos e inflación. Esto es mucho más que una guerra comercial, como se la ha llamado, porque realmente es en el fondo una verdadera guerra de supervivencia. Una guerra en la que se enfrentan los dos modelos económicos de las dos principales potencias económicas mundiales. Por eso el presidente Trump pretende que los inversores norteamericanos dejen de invertir y producir fuera del territorio de su país y entonces regresen a su país de origen. La pretensión de que las empresas radicadas en el extranjero regresen y produzcan en el territorio norteamericano, parece por el momento una utopía. Por ejemplo, se han señalado las palabras de un fabricante norteamericano de juguetes radicado en China que ha dicho que “la sola idea de que las empresas regresen a EE.UU. parece una broma”. Y ello es debido, como en tantos otros casos que dependen de la enorme y superior escala consumidores de China, a algo que no existe en su país de origen.
Detrás de todo esto existe una lucha sin cuartel sobre la tecnología, sobre la inteligencia artificial y la robótica, sobre el progreso, en una palabra. La reacción de los Estados Unidos corresponde al temor de ser desplazado del primer lugar como potencia económica y militar del mundo, pero también tecnológica al ser superado por la industria china, especialmente la manufacturera y por la aplicación de las nuevas técnicas de producción.
Mientras tanto, se irá cumpliendo el viejo proverbio africano.
