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Abraham

Teofanía de Mambré (Gn 18, 1-5)

Así, Abraham creyó en Dios y le fue reputado como justicia. Entonces, tengan presente que los hijos de Abraham son los que creen. La Escritura, previendo que Dios justificaría a los gentiles por la fe, anunció con antelación a Abraham esta buena nueva: En ti serán bendecidas todas las naciones. Así pues, los que creen son bendecidos con Abraham el creyente (Ga 3, 6-9).

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CANTO

Hacía calor aquel día cuando Abraham estaba sentado delante de su tienda.

Hacía calor aquel día cuando Abraham estaba sentado cerca del encinar de Mambré.

Alzando los ojos, miró, y tres hombres de pie estaban delante.

En cuanto los vio se inclinó hasta el suelo y dijo: «Oh Señor mío, no pases te ruego sin detenerte».

SIN DETENERTE NO PASES TE RUEGO, SIN DETENERTE, SIN DETENERTE».

«Os traeré un poco de agua, os lavaré los pies y reposaréis a la sombra, os traeré un bocado, os reconfortaréis y luego seguiréis adelante. No por casualidad habéis pasado hoy delante de mí».

«OH SEÑOR MÍO, NO PASES TE RUEGO SIN DETENERTE, SIN DETENERTE.

SIN DETENERTE, NO PASES TE RUEGO, SIN DETENERTE, SIN DETENERTE»

MONICIÓN

Este canto muestra la visita de Dios a la casa de Abraham y Sara en la persona de tres ángeles que les transmiten una promesa, que se cumplirá gratuitamente cambiándoles radicalmente la vida.

Abraham es un hombre nómada que a su avanzada edad, no tenía descendencia por la esterilidad de su mujer, también de edad avanzada. Estos dos ancianos verán que la promesa se hará realidad con el nacimiento de Isaac, cuyo nombre en hebreo significa «risa». Abraham acoge a los tres enviados con gestos de hospitalidad que era la costumbre propia de la época.

Abraham es elegido para ser padre de un pueblo numeroso como las estrellas del cielo (Cf. Gn 15, 5), y con esta promesa, abandonando su patria, emprende un camino racionalmente absurdo, aferrado a una esperanza que lo lleva a confiar en la certeza de la promesa divina (Cf. Hb 11, 17 -19). En esta gran peregrinación conocerá sus flaquezas, sus pecados, sus dudas y, sobre todo, la fidelidad de este Dios que cumple sus promesas y que es más fuerte que todos los dioses e ídolos en los que él se ha apoyado toda su vida, como gran politeísta.

De este germen nacerá Jesús, llamado hijo de Abraham (Cf. Mt 1, 1). También nosotros, los hijos de la fe, somos hijos de Abraham (Cf. Rm 4, 1-3; Ga 3, 29). Como dice San Pablo: «Tengan pues entendido que los que viven de la fe, esos son los hijos de Abraham. La Escritura, previendo que Dios justificaría a los gentiles por la fe, anunció con antelación a Abraham esta buena nueva: En ti serán bendecidas todas las naciones. Así pues, los que viven de la fe son bendecidos con Abraham el creyente» (Ga 3, 7-9).

Acojamos al Señor y cantemos este canto que evoca también la visita de Dios a nuestras vidas, llamándonos a emprender el camino de la fe en medio del calor agobiante de nuestros problemas y sufrimientos, trayéndonos este anuncio que entraña una promesa que se está realizando en nosotros, cambiando nuestra incertidumbre en «risa», nuestra esterilidad en fecundidad. Y digamos con Abraham: «Oh Señor mío, no pases te ruego sin detenerte. No por casualidad pasas hoy delante de mí».

ACOJAMOS AL SEÑOR Y “ CANTEMOS ESTE CANTO QUE EVOCA TAMBIÉN LA VISITA DE DIOS A NUESTRAS VIDAS...”

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