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Condenar la mirada

CONDENAR LA MIRADA

Debo aprender a no ver a las chicas a los senos, a evitar derramarme entre sus piernas, a escapar de la sarta de artimañas que utilizan para atrapar en sus redes a hombres —patéticos— como yo.

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La falda escolar que se muestra frente a mí forma un trapecio equilátero perfecto (la tela color azul marino, un poco desgastada por el uso y las lavadas), debajo de ella se trasluce un triángulo isósceles agudo, con su ángulo obtuso redondeado (pantaletas de algodón más desgastadas que la falda cubiertas por pequeñas bolitas de algodón —casi pelusa—).

(Finjo escribir).

La dueña de la falda no hace caso a mi mirada, revisa, de pie, su celular, mientras subimos/ apretados/ en combi/ hacia la Viguri.

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