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La novela gótica
Pasadizos secretos, puertas falsas y un sinfín de habitaciones.
La tendencia más destacada del relato fantástico surgida en la Gran Bretaña debe su nombre a la presencia casi obligada del castillo medieval, verdadero protagonista de este tipo de literatura, y a su compleja arquitectura repleta de pasadizos secretos, puertas falsas y un sinfín de habitaciones.
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Esta estructura laberíntica se presta a crear ambientes inquietantes de sombras, ruidos extraños y cadáveres con discreción. De hecho, el castillo se perfila en todas estas narraciones como núcleo del suspenso y del espanto demoníaco.
El esquema general incluye, además, a un noble malvado y tirano que desempeñaba el papel de villano; a la inocente virtuosa doncella, largamente perseguida, que sufre los mayores terrores y sirve de punto de vista y centro de las simpatías del lector; al héroe valeroso e inmaculado, de alta cuna pero vestido a menudo con humilde disfraz; también el convencionalismo de nombres extranjeros para los personajes,y una serie interminable de elementos escenográficos, tales como luces extrañas, trampas húmedas, lámparas apagadas, manuscritos ocultos, mohosos; goznes chirriantes, tapices que se estremecen y demás.
Todo este aparato aparece una y otra vez con divertida invariabilidad, a veces con tremendo efecto, a lo largo de la historia de la novela gótica; y no ha desaparecido hoy, ni mucho menos, aunque una técnica más sutil le confiere una forma menos ingenua y evidente.
La novela gótica cumple finalmente con su ciclo, el que comenzó como una rebelión ante la Edad de la Razón y finaliza con la incorporación del razonamiento como determinante del terror.
Aun así, la verdadera consolidación del género comienza en el siglo XIX, durante el Romanticismo, con la literatura fantástica que ayudó a rescatar las historias de terror y las leyendas para transformarlas en grandes referentes, como lo es Frankenstein el moderno Prometeo de Mary Shelley y Drácula de Bram
Stroker. Poco a poco, la novela gótica evolucionó y los relatos que comenzaron como una insurrección a las ideas de la Edad de la Razón, son absorbidos por la incorporación del razonamiento y la mente humana como detonantes del terror.