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D-Revistas Magazine - Historia de revistas argentinas II

Las revistas políticas argentinas

Con la autorización del periodista Pablo Mendelevich, extractos de su artículo «Las Revistas» publicado en Crónicas del periodismo – Cuadernos de Historia Popular Argentina (Tomo 11) editado por el Centro Editor de América Latina entre 1982 y 1986.

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Las revistas políticas argentinas

En un país como la Argentina donde la historia de la prensa está interrelacionada con los avatares políticos que le brindan cabida para su desarrollo, el mercado editorial de revistas corre ciertas ventajas frente a los diarios ya que ellas pueden esquivar los temas más conflictivos de la realidad, modificando el tener de su materia prima, las ideas. En los períodos más restrictivos para la prensa, los editores de revistas difícilmente cambian de ramo para dedicarse a otra cosa. Más bien, acomodan la temática a los tiempos. Algo así ocurrió en la Argentina a partir de 1944-45, cuando el periodismo se vio amenazado por la monopolización material e ideológica por parte del Estado.

Tía Vicenta: inteligencia + humor

La revista Tía Vicenta fue la revista de humor político más importante de la Argentina. Apareció el 14 de agosto de 1957 y solo le bastaron nueve años para colocarse en la escena editorial del país no solo por la cantidad y calidad de talentos que participaron en ella sino también por la repercusión nacional e internacional que tuvo.

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Sufundador, el humorista Juan Carlos Colombres, conocido por su seudónimo Landrú, impuso desde el absurdo una visión propia de la política argentina. Con una redacción abierta en donde nadie era dueño de nada, Landrú logró crear una revista cuya principal característica fue la sorpresa. Cada número era una invención. Ninguna sección se repetía. Cambiaban estilos, se modificaba la portada parodiando a otras revistas de moda, cada ejemplar era una iniciativa de aquellos que participaban en él y que, por ejemplo, desde el fotomontaje brindaron una especie de revolución en formato de revista.

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Por sus páginas desfilaron GRANDES periodistas, humoristas, dibujantes, escritores. Tía Vicenta no poseía un humor corrosivo, el suyo era casi un humor infantil para una época, finales de los años cin cuenta, en donde todo parecían ser obligados silencios y eufemis mos para describir la realidad.

Cada personaje de Tía Vicenta, tenía un espejo en la vida real.

“El señor Porcel era mi padre, gran discutidor de mala fe. Una vez sacó un crédito para comprar un traje en Casa Muñoz, y cuando el vendedor le pidió que firmara el formulario, él empezó a exigirle que firmara él también. Como el empleado se negaba, le dio un trompazo y se fue indignado, des potricando contra ese negocio en el que no había seriedad” –contó el propio Landrú.

El humorista se inspiró en su tía Cora para hacer el personaje cen tral de la revista.

“Vicenta era una tía mía que se llamaba Cora. Era una especie de señora gorda que, aunque no entendiera, opinaba sobre cualquier cosa, especialmente sobre

política, con sentencias tan desubi cadas como desopilantes. Era viuda y bastante amarreta; me encantaba su humor involuntario y su arsenal de historias. Una vez, para no pagar im puestos, puso el auto a nombre de su chófer, y el chófer se fugó con el auto. Por esa época me tocó hacer comentarios de fútbol desde casa y agregaba frases de mi tía atribuyéndolas a a otro nombre para evitar problemas familiares –cuenta Landrú– y cuando nos reunimos para buscarle título a la revista proponían cosas como Cara y Ceca, o De la ceca a la Meca. Me aburrió y le puse el nombre de mi tía, pero el artístico”.

Otros tantos personajes inolvida bles como Rogelio, el hombre que razonaba demasiado, María Belén y Alejandra, muchachas de la alta sociedad que se decían gorda, gordi; Mirna Delma la señorita cursi que copiaba el lenguaje de los diarios , su novio Aldo Rubén y la familia Cateura. Personajes que lograron descifrar una realidad política desde un costado que deslumbró a un público ávido, un público de clase media con aspiraciones.

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En Tía Vicenta, según Landrú, todo es taba permitido, salvo el insulto. Desde el primer número editado, sentó las bases del absurdo, al igual que el humorista Tato Bores años después, tomando de un género como el teatro de revistas, esa mirada surrealista de la realidad que transitaban los actores cómicos de aquellos años. Sola o como suplemento del diario El Mundo, Tía Vicenta en formato tabloide, durante buena parte de su vida de frecuencia semanal, se propuso ser la competencia de revistas de humor liviano como Rico Tipo o de tiras cómicas como Patoruzú, para convertirse de manera accidental e in mediata en la revista más innovadora en su humor sardónico, realista e irre verente que se refería casi exclusiva mente a la realidad política argentina.

El primero fue el equiparar a los políticos de aquellas épocas con animales. El presidente Arturo Illia era la tortuga, Álvaro Alsogaray el chanchito, Rogelio Frigerio el tapir, Oscar Alende el bisonte, Juan Carlos Onganía la morsa, Arturo Frondizi la jirafa

El segundo fue la imposición en el ha bla de los argentinos de aquellos años

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Cuando Primera Plana pasó a la historia (II)

«El secreto de Primera Plana era su estilo desprejuiciado», rememoraba Fanor Díaz, uno de los artífices de aquel hito editorial, cuyo «staff» integró como jefe de la sección política de la revista argentina Primera Plana.

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Hasta su aparición contóelautor –no había revistas políticas en la Argentina. El tema político era tratado, sobre todo, por el diario La Razón, con una información bien estructurada y versiones de primera fuente. Tenía estilo de crónica: relataba hechos. Con PP nace el periodismo interpretativo, en una época en la que ninguna revista –como El Hogar, Mundo Argentino,Así,Ahora,etc. –no se destacaba especialmente.

“En su origen copia las características de las revistas norteamericanas, principal mente de Newsweek, con secciones de política nacional e internacional, cultura, espectáculos y vida moderna". Respecto alaorientacióndelsemanario,quehabía sido fundado en noviembre de 1962 por Jacobo Timermann, Díaz recuerda: «la revista combatía al gobierno radical; las portadas eran permanentes llamados al golpe militar. Pero de tan reiteradas, sus «premoniciones» hicieron que PP perdiera credibilidad». Finalmente se cumplieron: Illia fue derrocado en junio de

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1966, varios meses después que la editorial cambiara de dueño. En manos de Victorio Dalle Nogare, «asumió una posición relativamente favorable a Onganía; al menos, no lo combatía. Pero en agosto de 1969 un re portaje al propio presidente, cuyos términos no le agradaron, provocó la primera clausura. Inmediatamente salieron Ojo – que no pasó del primer número -, luego Señoras y Señores, Periscopio y Primera Plana. Pero la época próspera fue aproximadamente en tre 1963 y 1968. Después de ese año ya no tuvo gravitación y el último intento por reeditarla (en 1970) casi pasó desapercibido.»

Uno de los méritos que se atribuyen a PP fue el apadrinamiento del «boom» de la literatura latinoamericana. Sus portadas consagradas a Gabriel García Márquez, Marios Vargas Llosa y otros escritores por entonces no muy conocidos.

«Había mucho material de lectura – contaba Fanor Díaz – elaborado por un equipo que conocía muy bien su materia. Era un fenómeno nuevo dentro del periodismo.»

Las verdaderas causas de ese fenómeno, sin embargo, nunca fueron analizadas con demasiado rigor cientíico. Según la teoría más difundida PP había transcendido el inte-rés de un núcleo más o menos numeroso de lectores inquietos, con inclinaciones intelec-

tuales de diverso calibre, para convertirse en un objeto de consumo capaz de brindar cierto «status» a sus adictos. Comprar Primera Plana –se llegó a decir –lo cual no implicaba necesariamente leerla con avidez, era, en los años sesenta, sencillamente «snob». Para Díaz , en cambio, la revista era cenacular. «Las motivaciones del consumo eran objeto de largas discusiones entre los secretarios de redacción.» Rara vez se ponían de acuer do. Unos querían una personalidad o tema político, otros proponían temas o personajes de la economía y otros bregaban por un tapa con el tema cultural del momento.

Cuando PP comenzó a decaer, Panorama y Confirmado retomaron en alguna medida la fórmula periodística. “El golpe final a esa clase de revistas lo dio el diario La Opinión, una «revista» que salía todos los días, a partir de 1971”

En cuanto al estilo desprejuiciado, «consistía por ejemplo en la ambientación del personaje, mostrando su personalidad, sus con tradicciones. Los epígrafes de las fotografías también sintetizaban esos rasgos. Todo era sagacidad y agudeza»

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Con la autorización del periodista Pablo Mendelevich, extractos de su artículo «Las Revistas» publicado en Crónicas del periodismo – Cuadernos de Historia Popular Argentina (Tomo 11) editado por el Centro Editor de América Latina entre 1982 y 1986

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En su edición del 20 de junio de 1967, la revista Primera Plana dedicó su portada a un autor desconocido por el público argentino, autor de una novela que fue bautizada por la revista como ‘La gran novela de América’. Se trataba de Cien años de Soledad, de Gabriel García Márquez, que la Editorial Sudamericana acababa de poner en circulaciónyenla primerasemanahabíaagotadolaedicióninicialde8.000ejemplares.En el interior se publicó la entrevista realizada al autor en la Ciudad de México por Ernesto Schoo, y la reseña de Cien años de soledad de Tomás Eloy Martínez.

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