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LA HISTERIA: UN BREVE RECUENTO HISTÓRICO
Dr. Ricardo Ayala Coronado Dra. Alejandra Carolina Neri Gómez
La palabra histeria se deriva del griego hystera que significa “útero”. Descri-ta en el “Corpus Hippocraticum” en los siglos III y IV a.C. como una explicación de una multitud de síntomas ginecológicos y médicos característicos, esta condición era vincula al útero. Estos síntomas se originaban, según se creía, por falta de satisfacción de las demandas de este órgano que estaba hecho para generar vida. Galeno desarrolló una teoría en la que asumió que el útero producía secreciones así como el semen en los hombres; sin embargo cuando estas secreciones se encontraban retenidas por ausencia de actividad sexual (especialmente en las mujeres viudas), se irritaban los nervios y se desencadenaban los síntomas histéricos que él describió: co-lapsos por debilidad y dificultad para respirar, episodios de pérdida de la conciencia y contracturas en extremidades (Trimble, 2016).
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Con todo este abanico de síntomas, durante la Edad Media comienzan a verse desde una perspectiva puramente religiosa dejando de lado lo cientí-fico; a tal punto que se creía que las histéricas tenían pactos diabólicos, que eran brujas influenciadas por el diablo y eso explicaba su comportamiento inapropiado por lo que eran arrojadas a la hoguera. Tras este periodo y a partir del siglo XV y XVI, la perspectiva científica se reincorporó en la época renacentista. El neurólogo inglés Thomas Willis fue uno de los primeros en defender la importancia central del cerebro en esta condición, ya que concluyó que éste era el que controlaba el comportamiento y de donde surgía la personalidad.
Varios escritores, entre ellos Sydenham (1682), sugirieron la naturaleza crónica de la histeria y las contribuciones de la personalidad en ésta. Los pacientes eran propensos a la irritabilidad y a los arrebatos de ira; eran caprichosos y lábiles en sus estados anímicos (Pearce, 2016).
A medida que avanzaba el siglo XIX, hubo un gran interés en la histeria; sin embargo los principales escritos no vinieron de Inglaterra, sino de Francia. Médicos como Pinel, LouyerVillermay y Landouzy volvieron a las teorías uterinas, sin embargo, los orígenes cerebrales de la histeria encontraron un creciente apoyo a través de Georget y Briquet. Este último fue jefe del hospital Charité en París, y admitió que se comprometió a estudiar la histe-ria como un deber, a consecuencia del gran número de casos que se presentaban en toda Francia. Describió los síntomas múltiples, incluidos los espasmos, anestesias, convulsiones, parálisis y contracturas; que, para entonces, se habían familiarizado en las descripciones de pacientes diagnosticados como histeria. Mencionó también la histeria como una neurosis del encéfalo.
A lo largo de los siglos XVIII y XIX, la histeria se clasificó ampliamente como una de las neurosis en el sentido original de la palabra, como un trastorno de la función del sistema nervioso. Los “espíritus animales” y las “pasiones” en el siglo XVII fueron reemplazados gradualmente en los siglos XVIII y XIX por emociones, imaginación, ideas y atención a las influencias sociales y culturales que actuaban sobre el cerebro. Finalmente, a fines del siglo XIX y principios del XX surgieron nuevas teorías psicológicas invocando conceptos subconscientes como “disociación”, “conversión”, conflicto intrapsíquico, represión y ganancia secundaria.
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“Esta pasión no proviene de los vapores que suben a la cabeza desde el útero o el bazo, ni de un flujo rápido de sangre hacia los vasos pulmonares; sino que tiene “ su origen en el cerebro mismo - Thomas Willis, 1667
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Jean-Martin Charcot (1825-1893) fue el principal neurólogo internacional del siglo XIX en el Hospital Salpêtrière de París. Una de sus áreas de mayor interés fue la histeria, una afección con signos neurológicos distintivos, pero sin lesiones estructurales establecidas identificadas en la autopsia. Consideró a la histeria como un trastorno fisiológico que afectaba áreas neuroanatómicas específicas del cerebro comparables a las mismas áreas dañadas por trastornos neurológicos estructurales que provocaban signos similares. Consideró a la histeria principalmente como un trastorno heredi-tario; pero los factores ambientales, incluido el estrés físico y emocional, sirvieron como factores precipitantes (Pearce, 2016).
Desarrolló técnicas experimentales específicas para separar la histeria de la simulación. Sus estudios de histeria y simulación ofrecen una base para estudios de tras-tornos neurológicos funcionales aplicables al siglo XXI. Al comparar la distribución de la debilidad, la pérdida sensorial o las posturas de los pacientes histéricos, Charcot reconoció que el patrón de deterioro neurológico se parecía mucho a los signos observados en las lesiones estructurales clásicas; pero los signos histéricos a menudo se resolvían bajo la influencia de la hipnosis y, en algunos casos, podrían tratarse con sugestión post-hipnótica (Goetz, 2016).
Freud también tuvo un papel importante en la historia de la histeria, pues estaba interesado en los trastornos neurológicos y, el modelo de histeria que desarrolló (el de la represión de las experiencias dolorosas y su conversión en síntomas físicos), hizo que el trastorno perteneciera a la índole psiquiátrica, ya que las explicaciones cada vez más complejas dependían del “significado” de eventos, que no podrían ser explicados fácilmente neurológicamente. La histeria, ahora rebautizada como trastorno de conversión, conservó su explicación freudiana durante otros 30 años; pero a medida que la psiquiatría perdió su fe en Freud, los psiquiatras dejaron de ver el trastorno que él había hecho suyo y lo inclinaron mayormente hacia una base neurológica (4).Pierre Janet (1859–1947) publicó su libro “Los síntomas mayores de la histeria” y reprodujo una serie de conferencias en Facultad de Medicina de Harvard en 1906 y sigue siendo uno de los libros más perceptivos sobre el tema, con capítulos lúcidos y prácticos sobre síntomas individuales como parálisis, trastornos visuales y convulsiones.
Janet también promovió una visión “psíquica” de la histeria, pero introdujo el concepto de disociación como un mecanismo explicativo para comprender cómo era posible que alguien tuviera una falta de integración del procesamiento motor y sensorial normal (Kanaan,2016).
Desde una perspectiva neurológica, hubo pocos signos nuevos de interés hasta fines de la década de 1980. Muchos libros y artículos en estas décadas promovieron la opinión de que los pacientes con trastornos de conversión a menudo eran histriónicos o seductores. “La belle indifférence” a menudo aparece de manera destacada como un signo de diagnóstico. La historia de la histeria es larga, complicada, fluctuante y central en la historia de la medicina y la neuropsiquiatría.
En los últimos 500 años, el enfoque ha cambiado gradualmente; en primer lugar, de las teorías uterinas en las mujeres a las explicaciones del cerebro y la mente en hombres y mujeres; y, más recientemente, de conceptos teóricos a un mayor énfasis en descripciones clínicas detalladas, especialmente neurológicas y psicológicas. La historia de la histeria proporciona una perspectiva de práctica médica y social a lo largo de muchos siglos.