4 minute read

Julio Cortázar

JULIO CORTAZAR (1917-1987)

INSTRUCCIONES PARA LLORAR

Advertisement

"Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente. Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca. Llegado el Foto: Archivo Fundación Juan March

llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos".

INSTRUCCIONES PAARA DAR CUERDA A UN RELOJ

"Allá al fondo está la muerte, pero no tenga miedo. Sujete el reloj con una mano, tome con dos dedos la llave de la cuerda, remóntela suavemente. Ahora se abre otro plazo, los árboles despliegan sus hojas, las barcas corren regatas, el tiempo como un abanico se va llenando de sí mismo y de él brotan el aire, las brisas de la tierra, la sombra de una mujer, el perfume del pan. ¿Qué más quiere, qué más quiere? Átelo pronto a su muñeca, déjelo latir en libertad, imítelo anhelante. El miedo herrumbra las áncoras, cada cosa que pudo alcanzarse y fue olvidada va corroyendo las venas del reloj, gangrenando la fría sangre de sus rubíes. Y allá en el fondo está la muerte si no corremos y llegamos antes y comprendemos que ya no importa".

Cortázar, Julio, Historias de Cronopios y de Famas, Punto de lectura, Madrid, 2007

MERCEDES DURAND

Nace en San Salvador en 1933. Realizó estudios de pedagogía en la Escuela Normal de Maestras "España", graduándose en 1950. Dos años más tarde viaja a México y cursa filosofía en la Universidad Autónoma de México (UNAM) donde obtiene su Maestría. Perteneció a la llamada Generación Comprometida.

Entre sus obras publicadas encontramos Aspectos (1955); Sonetos elementales (1958); Poemas del hombre y del alba (1960); Las manos y los siglos (1970); Todos los vientos y Antología poética (1972); en colaboración con el poeta David Escobar Galindo, publica Las Manos en el Fuego (1969); A sangre y fuego (1980); Juegos de Oüija; y Sarah... la muchacha y otros poemas (1982). Fue durante muchos años corresponsal de Radio Venceremos, en México. Muere en ese país el 8 de julio de 1999.

LA CANICULA

Jedassa acercó su brazo y oprimió el botón del ventilador mientras masticaba un chocolate. Las glicinas de la terraza agonizaban en sus tiestos y el entomólogo del apartamento vecino clasificaba mariposas. Alguien chilló un aria de Verdi mientras el morfinómano, decorador de interiores, correteaba al Gran Lama y encebollaba el rabo de un cometa extraño. La viejilla protestante recitaba el Salmo XXIII y con su voz monocorde y sus ojos estrábicos repetía: Jenová es mi pastor nada me faltará exactamente dos segundos antes que las convulsiones epilépticas la hicieran espumear la boca y torcer la mano en un desilusionado trance.

El edificio vegetaba, rugía, se convulsionaba y marzo implacable, indiferente, regaba su caliginoso aliento.

Mercedes Durand. http://minedupedia.mined. gob.sv/doku.php?id=literatu ra_salvadorena

Generaciones de moscas danzaban sobre la frente de Vivaldi, mientras la mira-da del muchacho negro enardecía el índice izquierdo de Jedassa que a las tres en punto de aquella tarde frotaba, enfebrecida, la cabeza velluda de una araña color castaño. A Jedassa le dijeron que la araña era de una concavidad salvaje, que succionaba gusanos y tragaba zánganos, que debería nutrirla con gruesos embutidos y es que ella sabía que esa araña era carnívora, voraz, insaciable.

Moscardones color ron zumbaban alrededor del velador y gemían lamentos equidistantes a la armonía encefálica de un grillo disecado. La tarde se deshidrataba en cigarras y chiquirines y la undécima millonésima partícula de un sol jubilado quinientos mil trescientos sesentaicinco días antes de años luz derretía las mejillas lechosas de las congeladoras, estallaba el azogue de los espejos y el mercurio de los termómetros rectales... Una mosca exhibicionista astilló su lujuria sobre los anteojos verdosos de la enteca maestra de latín, al tiempo que Jedassa alzó su pierna izquierda y con delectación derribó la musculosa escultura del muchacho negro. El edificio olía a latas vacías, confites apolillados y esqueletos de pescado. Jedassa se incorporó y con el índice de su mano izquierda atrajo hasta su boca los últimos restos de sardina que aún nadaban en la escudilla de aceite.

Mañana, se dijo, buscaré un bote grande de salmón rosado, la vieja copia del David de Miguel Ángel y el índice de mi mano derecha...

Durand, Mercedes. Juego de Oüija. Colección Contemporánea No 6. Editorial Universitaria de El Salvador. El Salvador, 1970

Martivón Galindo Mujer flor claustro, del libro Solamor