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Carta de la editora

Mientras escribo esto, los resultados de las elecciones acaban de llegar —un viento tempestuoso afuera y la primera lluvia de la temporada señalando de forma refrescante el comienzo de algo nuevo.

La semana pasada, mientras todos estábamos atrapados esperando, la frenética energía que precedió al día de las elecciones se quedó estancada y suspendida. En realidad, hemos esperado más tiempo que eso, en medio de una pandemia mundial: esperando abrazar a nuestros seres queridos, esperando para volver a la escuela, esperando para reunirnos, esperando incluso un rayo de paz en medio del caos.

En esta reciente semana de espera de los resultados de las elecciones, recordé la poderosa obra de Faith Wilding, Waiting [Esperando] (1972), en la que la artista condensaba la duración de la vida de una mujer en un guion repetitivo de 15 minutos que recitó arrodillada y meciéndose metódicamente. Wilding critica poderosamente la noción de la constante dependencia de la mujer en los demás para su autorrealización, enumera las formas en que las mujeres esperan a los demás, mientras que nunca se sienten completas del todo: esperando a ser bella, a que los pechos crezcan, a un hombre, a los hijos, a que se fijen en ella, a volverse sabias.

A pesar de toda la organización colectiva antes de las elecciones, mientras esperábamos, sentí una falta de poder, una dependencia en las fuerzas hegemónicas que actúan para determinar nuestro destino. (“Esperando ser hermosa, esperando el secreto, esperando que la vida comience...”, enumera Wilding).¹ Sin embargo, también se me recordó el poder de la comunidad, el poder de la colectividad y de la organización. Como artistas y creativos, tenemos una ventana a un modo de comunicación que puede ser revelador y conectivo, mientras que también se resiste al statu quo. La enumeración de la espera de Wilding es también una resistencia contra este.

En este número, Catherine Wagley escribe: “Quiero vivir en un mundo diferente, más liberado que en el que nos encontramos atrapados la mayoría de nosotros, y quiero que el arte me ayude a encontrarlo, aunque los mundos del arte hayan probado, una y otra vez, su total compromiso con la realidad jerárquica, restrictiva y capitalista”. Por supuesto, el arte en sí mismo puede proporcionar un camino hacia un mundo más conectivo. Es esta misma posibilidad la que nos mantiene a todos aquí —la noción de que podemos presionar colectiva y creativamente para impulsar los futuros que deseamos—. Como dice Audre Lorde de la poesía, el arte también puede “[sentar] las bases para un futuro de cambio, un puente a través de nuestros miedos a lo que nunca ha sido antes”.² A lo largo de este número, nuestros escritores expresan un urgente anhelo tanto de conectividad como de rechazo, preguntándose si el arte puede ayudarlos a encontrar alguna de las dos cosas.

Incluso a renglón seguido de una masiva victoria comunal, este ha sido un año de aislamiento. Nos ha dejado claro el papel esencial que otras personas juegan en nuestras vidas. Mientras esperamos el momento en que podamos reunirnos de nuevo, mi esperanza está en que la comunidad artística de Los Angeles y más allá continúe abogando por los demás, tanto en la creación artística como en la calle. Creo que, al hacerlo, nos ofrecemos el apoyo mutuo necesario y aprovechamos el potencial del arte para actuar como un puente para cruzar el miedo y hacia los futuros que queremos ver manifestados.

Con amor,

Lindsay Preston Zappas

Fundadora y Editora Jefe

1. Faith Wilding, Waiting (1972). Representación en Womanhouse, Los Angeles. 2. Audre Lorde, Sister Outsider (Nueva York: Ten Speed Press, 1984), 38.

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