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DIÓTREFES

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«Yo he escrito a la iglesia; pero Diótrefes, al cual le gusta tener el primer lugar entre ellos, no nos recibe. Por esta causa, si yo fuere, recordaré las obras que hace parloteando con palabras malignas contra nosotros; y no contento con estas cosas, no recibe a los hermanos, y a los que quieren recibirlos se lo prohíbe, y los expulsa de la iglesia» (3 Juan 1:9-10, RV60).

El liderazgo es quizá uno de los tres temas más abordados en la literatura cristiana, conferencias y en los pensum de los principales seminarios teológicos del mundo. Sin embargo, es una de las áreas donde más abusos se cometen dadas las antojadizas interpretaciones del origen de su investidura. Se dice que un dictador es aquella persona que se arroga el derecho de ejercer gobierno sobre los demás con poderes absolutos, sin someterse a ninguna ley que restrinja sus facultades, abusando de los demás dada su posición de superioridad.

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Una vez entendemos el término nos es fácil aplicarlo al contexto de la cultura cristiana. Donde se agrava es cuando esa persona piensa que si fue Dios quien le dio su llamamiento, entonces nadie tendrá el derecho a corregirle o resistir sus intenciones. Esto viene a ser una especie de licencia mística para sus abusos.

Por todos lados escuchamos la queja de creyentes piadosos que han pasado la amarga experiencia de haber estado bajo el régimen despótico de este tipo de líderes. Algunos llevan sobre sí traumas y cicatrices que les resta libertad y oprimen sus ya debilitados corazones.

Tan temprano como el primer siglo ya la iglesia tuvo que lidiar con este asunto. El apóstol Juan nos describe y caracteriza a uno que, muy probablemente, fue el primer dictador espiritual en la iglesia: Diótrefes.

Para comenzar, deberíamos ver en el significado de su nombre ‘alimentado por Zeus’; un mal síntoma de una persona dominadora y avasalladora.

Caracter Sticas Del Esp Ritu Di Trefes

• Aman ocupar el liderazgo. Este tipo de caudillos llegan a nuestras congregaciones tan rotos por dentro y con tal grado de daño en su identidad que buscan a toda costa destacar en la iglesia, pues en el mundo seguramente no tengan esa oportunidad.

• Rechazan la autoridad de otros. La falta de sujeción es uno de sus rasgos más eminentes. Diótrefes se rehusaba escuchar a los apóstoles quienes eran la autoridad.

• Estilo unidireccional. Aglutinan el poder de decisiones en juntas y asambleas, luchando por hegemonizar su control sobre personas y agendas.

• Controladores compulsivos. Necesitan controlar a las personas y ambiente, necesitan dominar.

• Monopolizan la palabra. Crean su propio monólogo, les gusta escucharse a sí mismos.

• Manipuladores de primera. Se rodean (y siguen) a personas sencillas, poco maduras y de entendimiento limitado a quienes fácilmente pueden controlar para que cumplan sus dictados.

• Calumniadores empedernidos. Por causa de su inseguridad, hablan mal de sus consiervos para desprestigiarlos. Esta sucia táctica busca neutralizar toda posible amenaza a su dominio.

• Caciques. Necesitan que la gente haga lo que ellos dicen; dominio total.

• Autócratas. Expulsan a quienes no se adhieren a su lineamiento.

¿CÓMO COMBATIR ESTE ESPÍRITU?

1. Establecer límites sanos para ejercer la autoridad. No deben existir poderes supremos. Es sano tener un contrato de liderazgo donde se establezcan las funciones de cada posición en la iglesia.

2. Capacitar y educar a todas las personas que entran al servicio de Dios y su pueblo e informarles cuáles son sus funciones, qué se espera de ellos y el alcance de sus facultades.

3. Fomentar una cultura de rendición de cuentas. Cada persona en el liderazgo debería estar bajo la supervisión y autoridad de otros, a quienes responder por sus acciones y palabras.

4. Entender que no hay líderes infalibles, irreprochables ni irrebatibles

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