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Mensaje de la Representante Residente

Sin duda, este es un mundo caracterizado por una compleja trama de situaciones y sucesos. Sin embargo, no nos equivocamos al decir que existen también ciertos consensos respecto a cuáles son los problemas que debemos atender. Uno de estos, es la desigualdad. Es por ello que el Informe de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) arroja nueva luz sobre el rostro concreto de las desigualdades, aludiendo a cuáles son las nuevas formas que están asumiendo las mismas en este primer cuarto del Siglo XXI. El primer Informe sobre Desarrollo Humano fue en 1990 y desde ese entonces se ha venido ofreciendo este análisis de manera regular por casi 30 años.

Para la región de América Latina y el Caribe, la lectura del informe adquiere gran relevancia, pues la referencia a las desigualdades a dejado de ser un tema de debate en los foros cerrados, algunas veces de carácter técnico, y se ha trasladado a la protesta callejera activa y prolongada. Los liderazgos políticos están aceleradamente discutiendo, en el interior de sus propias instancias políticas y gubernamentales, cuáles pueden ser respuestas concretas e inmediatas y de qué maneras estas, con el correr del tiempo, pueden ir borrando las huellas de una desigualdad con profundas raíces históricas.

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Es importante aclarar que abordar la desigualdad lleva emparejada la lucha por erradicar la pobreza, pero al mismo tiempo, es más compleja. Ciertos estratos sociales pueden experimentar un alivio en cuanto a la pobreza, inclusive salir de ella, pero cuando ven las grandes diferencias en la calidad de los servicios que reciben ellos en comparación con los estratos más ricos, o cuando el ingreso de uno aumentó en 20%, pero el de otros en 1000%, seguimos teniendo un potencial problema. Estas constataciones, de enormes diferencias que no se pueden ocultar en un mundo hiperconectado, hace que pese a los avances que ha habido en el mundo en áreas como salud, educación y condiciones de vida, las necesidades de “muchas personas continúan insatisfechas” y hay una nueva generación de desigualdades que favorece a los más ricos.

Aún así, a nivel global también se pueden ver diferencias que ya no deberían existir. Por ejemplo, cómo puede ser que sólo el 42 % de los adultos que vive en países con desarrollo humano bajo han cursado primaria, mientras que en los de desarrollo humano alto esa cifra sea del 94 %. En el rubro de acceso a la tecnología también podemos apreciar que “los países en desarrollo presentan una tasa de 67 suscripciones de telefonía móvil por cada 100 habitantes, la mitad que en los países con desarrollo humano muy alto”.

En el caso de Paraguay, la lectura del informe debe hacerse con las mismas dos perspectivas que han guiado el desarrollo de los planes nacionales. Por un lado, reconocer que en el país ha habido avances constantes desde 2013, ilustrado por el hecho que el Paraguay, tomando los indicadores de desarrollo humano, has pasado a unirse al grupo de países de desarrollo humano alto, yendo de un valor de desarrollo humano de 0.588 en 1990

a un valor de 0.724 en 2018 (un crescimen. Por el otro, tomar nota que El IDH de Paraguay en 2018 de 0.724, es inferior al promedio de los países del grupo de desarrollo humano alto (0.750) y es inferior al de los países de Latinoamérica y el Caribe (0.759). En la región de Latinoamérica y el Caribe, los países que se encuentran próximos a Paraguay en la clasificación del IDH y, en cierta medida, en términos de población, son Estado Plurinacional de Bolivia y Guyana, clasificados, respectivamente, en los puestos 114.º y 123.º

Por último, es importante destacar que para atender esos pendientes que tiene el país y continuar haciendo el esfuerzo por mejorar, no basta con hacer lo mismo que antes. Las circunstancias han cambiado y la ambición por generar nuevas oportunidades va de la mano con cómo lograr un desarrollo sostenible, haciendo una contribución para mitigar y frenar el cambio climático. Por otro lado, tenemos el desafío de las nuevas tecnologías y cómo prepararse para el futuro del trabajo. Finalmente, el informe habla de la necesidad del empoderamiento y la participación. Parte de esas grandes insatisfacciones que hoy se manifiestan tienen que ver con la falta de tener una voz en el ámbito público. Está muy bien buscar las medidas y políticas tributarias y de transferencias adecuadas, pero también hay que ir más allá, responder al deseo de ser partícipe y escuchar las propuestas para promover un desarrollo inclusivo y sostenible, sin dejar a nadie atrás.

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