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OBITUARIO. Gerardo Fernández Albor, humildad, sencillez y coraje, por José Luis Sastre

Gerardo Fernández Albor, humildad, sencillez y coraje

Es preciso reconocerle el entusiasmo, inteligencia y afán de progreso, que fueron fundamentales para avanzar en el nuevo modo de practicar la medicina

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Por José Luis Sastre Vázquez*

Recientemente nos ha dejado don Gerardo Fernández Abor, prestigioso médico y político gallego. Nacido en Santiago de Compostela, en setiembre de 1917, vivió su infancia y juventud en dicha ciudad. En la misma realizó los estudios de Medicina, interrumpidos como consecuencia de la guerra civil, pero finalizados una vez acabada aquella. Se doctora por la Universidad de Salamanca, y decide especializarse en Cirugía General y Digestiva, formándose, a tal efecto, en Barcelona, Viena, Londres, París y Lyon.

Cumplida su formación de cirujano se radica nuevamen-

Su buen hacer, su carácter afable y humano y su profundo conocimiento de la cirugía hacen que su prestigio profesional se extienda rápidamente dentro y fuera de Galicia

Su obra, el Policlínico La Rosaleda, es un acto de fe, porque es un milagro de organización, de eficacia e c ra e económico

te en Santiago, donde ejerce su profesión en el campo de la medicina privada, con consulta y sanatorio en la calle de La Rosa. Su buen hacer, su carácter afable y humano y su profundo conocimiento de la materia hacen que su prestigio profesional se extienda rápidamente no solo en el área compostelana, sino también en toda Galicia y fuera de nuestras fronteras.

Toma conciencia de que la medicina exige salir del individualismo en la profesión - tan extendido a mitad del siglo XX-, que es preciso interrelacionarse con otros especialistas y, para ello, entiende necesario crear un hospital en el que convivan diversas espe-

Gerardo Fernández Albor

cialidades médicas, que dispongan de servicios comunes como los quirófanos, la esterilización, la radiología, la hospitalización y las urgencias, y se pueda hacer docencia. Con la colaboración del constructor Eduardo Cancelo y la participación de hasta trece médicos, entre ellos, los doctores Sixto Seco, Alén y Cortizo, se levanta el Instituto Policlínico La Rosaleda, que comienza a prestar sus servicios en 1965 y que continua en la actualidad. En él ejerció la dirección y la jefatura del servicio de Cirugía General y Digestiva.

Además, es preciso reconocerle el entusiasmo, inteligencia y afán de progreso, que fueron fundamentales para avanzar en el nuevo modo de practicar la medicina. Otro ilustre cirujano compostelano, el doctor Álvarez, escribirá pocos años después, que “su” obra, el Policlínico La Rosaleda, es un acto de fe, porque “es un milagro de organización, de eficacia y de coraje y, en especial, un testimonio del coraje económico que se necesita para hacer frente a una empresa tan arriesgada”.

No sorprende, por ello, que, años después, entre en política y alcance la presidencia de la Xunta. Y es aquí donde descubro otra de sus características, la humildad. Y así, con ocasión de la inauguración de un simposium sobre el Sida, celebrado en los antiguos cines Valle Inclán de Santiago, todo un presidente, accede en solitario al local del simposium, y allí espera -de pie y junto a la pared, leyendo unas notas-, la llegada del resto de las autoridades de nivel jerárquico inferior.

Finalmente destaca también su sencille , que se refleja en su firma en el lbum de visitas de la Facultad de Medicina de Santiago, cuando ya tiene 99 años: “ s para mi un honor firmar en este libro que con tanto acierto trabajó mi decano Juan Gestal”.

*José Luis Sastre Vázquez es médico

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