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Pintura y comunidad, taller de Sebastián Riffo

PINTURA Y COMUNIDAD, TALLER DE SEBASTIÁN RIFFO

La segunda instancia en el marco de este programa educativo se realizó en el contexto del taller Pintura y comunidad realizado por Sebastián Riffo Valdebenito, artista en residencia del programa arte&arqueología, el día 5 de junio a las 16 horas en el patio de La Tintorera, residencia de artistas y terapeutas dirigido por Verónica Moreno, en el Ayllu Solcor de San Pedro de Atacama.

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Al son de los ritmos andinos interpretados por José Ardiles, músico atacameño y amigo cercano de Verónica, Sebastián dio las primeras instrucciones. El objetivo de esta actividad fue generar un espacio de diálogo comunitario en torno a la cultura lickan-antay desde la práctica de la pintura.

Aquí, la pintura fue entendida como un lenguaje libre, sincero y espontáneo, cuyo potencial expresivo estaría directamente relacionado con el compromiso participativo y emocional de cada uno de los participantes, asumiendo, desde el primer momento, que sus resultados no serían evaluados o puestos

Cada una de las pinturas, en tela de juicio. Por el contrario, serían el lugar desde donde se abriría la conversación de manera transversal y entendidas como banderas, desjerarquizada. daban cuenta de aspectos significativos del pueblo.

En este sentido, como una forma de romper el hielo, los instó a pintar con su mano menos hábil, para que pudieran enfrentar la actividad en igualdad de condiciones. De ese modo, debían construir un color base que pudiese vincularse significativamente con el diario vivir de San Pedro, con este debían cubrir toda la superficie de la tela que se les había puesto previamente en sus lugares de trabajo. Debían hacerlo del modo más parejo posible, de borde a borde y evitando que se produjeran sobresaltos tonales, lo que resultó ser un ejercicio de mucha concentración y agudeza motriz. Una vez realizado esto, debían tomar un segundo pedacito de tela y, ahora, con su mano más hábil, representar en el centro algo particular y figurativo que también tuviese que ver con el territorio de San Pedro. Esta última pintura, luego de haberse secado, fue cosida por Sebastián en el centro de la primera tela, para suscitar las cualidades formales de una bandera.

Los resultados de esta experiencia fueron prodigiosos, tanto por su diversidad como por su calidad y delicadeza. Cada una de las pinturas, entendidas como banderas, daban cuenta de diferentes aspectos significativos del pueblo, tales como la prestancia y majestuosidad del volcán Licancabur, el sol magnánimo como protagonista ineludible del desierto atacameño, una amplia diversidad de rocas silentes y eternas, cactus endémicos, el cultivo de maíz como práctica comunitaria ancestral, animales salvajes e iconografías urbanas.