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CRONICA DE VIAJE a

No me preguaten como salí de San Juan donde la vida material, que diría el tilósofo Cabanillas, tiene tantcs er-cantes, ni como lle-. gué á Aguadilla, la poética villa del ojo, cunade uno de nuestros más inspirados cantores: Dé eame que eche toio eso en la male'a del olvido la única que debiera llevarse á través de la isla para no recordar después cosas que indignan.

No digo esto por Chencho, que se portó esta vez como un gentil man y sí por los relatos que 6í en el tren de abusos de todos colores cometidos por, los que se precian de venir á prepararnos para el gobierno propio

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Aguadilla, progresa muy lentamente. En el lapso de tiempo que hemos dejado de veria» apenas si ha cambiado de fisonomía. Y Añeses, un aguadillano entusiasta que está por la volumtad de sus conciudadanos, al frente de la administración municipal se desespera estudiando el modo de hacer milagros con un presupuesto que encontrarian excesivos los vecinos de la Moca. Hay sinembargo grandes esperanzas de que las cosas cambien si el empréstito que gestiona la municipalidad no se hace esperar mucho.

Quizás cuando circule esta crónica se haya inaugurado un teatro que se estaba terminando, obra de la iniciativa particular y es seguro que la animación aumentará en la simpática villa. Ysiel aspecto del pueblo apenas ha cambiado, los amigos no han cambiado en nada. Seon, á pesar del tiempo transcurrido y de las transformaciones porque ha pasado tode en el país, los buenos y consecuentes amigos de otros días.

Allí vimos al íntegro puertorriqueño don Osvaldo Abril, ya alejado de las faenas mercantiles, haciendo casi vida de ermitaño y al parecer un tanto decepcionado. Nos regañó por el delito de mo haber hecho cuartos, con la autoridad que le dan los años, y nos dió algunos consejos, que es dar algo en estos tiempos en que nadie da nada.

¿Y no ha visitado usted más que á don Os valdo? preguntará seguramente alguno.

-Si, hemos visitado á casi todos los amigos de Aguadilla; pero ¿á que decir qué á Garcia Ducós lo encontramos con un dolor de muelas más fuerte que un rompe olas, por no darle á ganar un pico al Ledo. Villalón; que el Lcco Font, no dispone de un momento siquiera para leer la prensa de Cuba, y cosas por el estilo que á nadie le importan?

Una semana pasamos en Aguadilla que hubieramos deseado prolongar indetinidamente en la grata compañia de aquellos amigos estimadísimos.

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Yauco ijo el empleado del tren que tiene á su cargo la pesada misión de anunciar el nombre de las estaciones.

Bajamos la maleta y encaminamos nuestros pasos al Hotel Victoria del amigo Roig. Comimos por atender á las necesidades ce la vida material, y perdonen ustedes que volvamos á citar á Cabanillas--y dimos el primer paseo por la ciudad. Nuestra primer visita fué para la Biblioteca Pública. Saludamos á la bibliotecaria y notamos con verdadera sorpresa que teniendo instalación eléctrica se alumbre con gas la Biblioteca,que es en todas partes potente foco de luz.

¿A qué se debe este fenómeno? le preguntamos á la bibliotecaria.

pPues ya ve usted, nos contestó ul tanto abochornada, todos los de la junta quieren la luz eléctrica; pero don Manolo se opone y no hay medio de convencerlo.

¿Pero vende gas don Manolo?

No señor: don Manolo es el inspector.

Don Manuel Nin, un puertorriqueño ilustrado y además de ilustrado progresista ¿enemigo de la luz eléctrica?

Nada, que no lo comprendemos z Y á pesar de ser asi, un tanto enemigo de la luz eléctrica, Yauco progresa, y será,' si e. empréstito se realiza el emp-éstito es una

Seguimos el paseo por la ciudad y fué 77 crescendo nuestra admiración al ver que las casas de mejor aspecto, salvo algunas excepciones, se alumbraban con gas, tal como lo hacían nuestros abuelos.

Hasta el templo protestante, al frente del cual está un puertorriqueno tan entusiasta como Ramó1 Velez López, tiene en vez de luz eléctrica, tres grandes quinqués, que nos hicieron recordar los faroles de la Ceiba.

Pero con Ramón Ve.ez no prevalecen esos faroles que armonizan muy poco con la luz del evangelio.

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