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PATRICIO EL AVENTURERO *%
La historia que voy á contar á ustedes es real, aunque no valga uno
Un muchacho marchóse de la isla del borrego, sin blancas en el bolsillo:; con negras pesadumbres en el pensamiento, y con el corazón y los zapatos destrozados por el dolor y la necesidad, respectivamente
Salió en una go-le-ta, con un ta-le-go de ha rapos, y una péqueña librería, con la cual libraría su subsistencia, bien estudiando en ella, ó vendiércola, según la premura del caso
Del saco pendían unas cuantas baratijas, recuerdos queridos de su madre que le veía partir con el alma partida en pedazos, porque no era partidaria de aventuras, después de haber leido el Qujjote
Pero á Patricio, éste era el nombre del muchacho, se le cansideraba como conspiraCor, y el día menos pensado le taladrarían el cráneo de un balazo
Confiando en la Providencia, así se llamaba la goleta, y en su capitán, diriJióse á San Tomas, para coger lo que le ofreciera aquel dadivoso país.
Una digna Marquesa. de Dinamarca, compadecida de Patricio, y enamorada de sus formas. ... sociales, hizo que su esposo se lo llevase á su casa en calidad de dependiente
El comerciante no era de digna marca, y explotó, ó por mejor decir, aplastó en poco tiempo al mozalbete con trabas, trabajos y sueldos bajos
Patricio luchó cinco meses, sin comerse el verdadero fruto de su labor, hasta que resolvió hacerse independiente, dejando al comercíante y á la madama, porque más dama le pareció otra que había conocido á bordo de una barca inglesa; la cual señora le prometió amor y dinero en abundancia.
La inglesa era fea, y á fe que Patricio sen. tía repugnancia por ella, pues además era flaca como una mala memoria, no obstante llamarse To-masa
Que la mujer era entrada en libras (esterlinas) es indudable, y como sentía por Patricio una pasión atolondradora, á Tolón fué á parar con él, brindándole todo su corazón. que debería ser como un pimiento asado
Patricio abrazaba á la inglesa, quiero decir, sin atreverse á apretar, temeroso de destruirá aquel esqueleto viviente; poniendo los ojos en blanco, y la diestra mano en las amarillas mo- redas. Estas monadas enloquecían á la vieja durante el viaje. De tal modo pudo fingir su falso cariño, Cue ella le hizo dueña de todos sus tesoros, morales v materiales, fugándose el muy tvunante con estos últimos á la postre, ó á los postres, porque fué después de comer, una noche que á la dama enamorada le dió un síncope, de;ándola con cinco pesos en la maleta un mundo.... de desengaños 1e pensar en su patria, y cuando se vió libre
Patricio, jamás, ni un momento dejó d con libras, su único pensamiento era regresar á ella, por la cnal suspiraba, para vivir al lado de su madre y un hermano que tenía
En un abrir y cerrar de ojos embarcó en el Havre, con grandes sobresaltos y baules, camino de su tierra natal
Durante la travesía, parecíale ver salir de dentro de los mares á la traviesa Tomasa. en medio de dos policías, pidiéndole sin recato el rescate de su alma. que en él había alma cenado, y aun con mayor empeño el de su hacienda, que á cien daría para vivir holgadamente
Como el lector verá, no aguardaba la felicidad á Patricio; su corazón fué lacerado al saber que su familia había emigrado para Panamá con un comisionista de sombreros qne le brindó avuda. Allá fué Patricio, en su busca, aunque le atormentara de nuevo la tormenta de la nostalgia
Llegó loco á Colón, empezando por pregun tar, con minuciosidad;enfadosa, por su familia al botero que le conducía al muelle:; pero ¡oh, desgracia! éste no pudo darle noticia purque era mudo
En todas partes preguntaba por su familia á los prestamistas; á los procuradores, á los más reputados buscones. ...y nada, nadaba en el mar de la duda y no daba con ella, después de gastarse algunas libras de carne andando. y muchas esterlinas inquiriendo
La morriña se apoderó de Patricio, el cual ya pensaba en retornar á su país, cuando una tarde asoladora que estaba él apoyado en un poyo de piedra, pensando en uno muy tierno que se había como en fricasé, cayó presa del peligro amarillo. ó sea la fiebre del mismo color, que allí reinaba sin corona, devolviendo á aquel ingrato suelo panameño todo lo que de él había recibido su cuerpo
Lo que más entristecía al pobre Patricio, cielo era morir y no ser enterrado bajo el azulado de Borinquen, v sin que su familia estuviera á su lado.
Y á los últimos momento , l.egó su herm.n», que había sido hallado trabajando en el pestífero canal, quien le dió cuenta de cómo había muerto su madre, durante su viaje de Puerto Rico á Colón, de una indigestión exótica, una hora después de haber leido un anuncio de carne de Chicago Patricio, que veía acercarse la Muerte, hizo llamar á un notario para hacer testamento á favor de su hermano, con la condición precisa de que se le enterrase en su tierra adorada
Así juró hacerlo su hermano: y apenas los apenados hermant s se dieron el último abrazo, Patricio, que sintió el roce de la Parca, cerró los ojos, abrió la bo-ca y al ca-bo ex¡*iI"Ú
Fortunato, el hermano de Patricio, que ya conocia de viejo el refrán de que los duelos con pan son menos, aunque sentía verdaderamente la muerte de su hermano, se sobrepuso á todo el pesar que le afligía, que bajo sobre puso camino del consuelo; y deshaciéndose en lágrimas y deshaciendo paquetes, contó, en monedas menudas, cien quintales de oro contante hA sonante, y casi contento, C<).'Tlpl't'f] diendo que son antes estas cosas que las penas. ¡Cien quintales, ó sean diez mil libras esterlinas, que le venían como llovidas del cielo!
Luego encomendó á cos médicos, poco mó-
De actualidad
Vamos á publicar á continuación tres cartas que se explican ellas so'as dicos, el embalsamamiento del cadáver de Patricio, y con el fin de burlar la inspección sanitaria, le hizo colocar en una caja, para jugar el todo por el todo y declararlo como mercancía
Todo así dispuesto, embarcó echándolas de rumboso. con rumbo á Puerto Rico, á donde llegó, presentando en la aduana la correspondiente declaración, no así el conocimiento de embarque
Llegado el instante de inspeccionar la mercancía, Fortunato, que comprendía la gravedad del trance, rogó al vista que hiciese la suya gorda, y prorrogó con súplica el temido reconocimiento de rúbrica, pretestando prisa y jurando por su honor haber declarado la verdad
No obstante sus ruegos, la caja fué abierta El vista se acercó á ella, y ante lo que presenciaban sus ojos, los cerró aterrorizado Exigió entonces el conocimiento, y en este momento fué cuando Fortunato perdió el suvo, quedando tan rígido y pálido como el muerto, sin poder articular palabras
El empleado, que veía en todo aquello la huella de un crimen misterioso, cogió la declaración y leyó:
Fortunato Más, procedente de Colón, de clara bajo juramento, la introducción por este puerto, de 52% kilos de carne de familia. Fortunato no había mentido
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Lopez Sanchez
Septiembre 5
Primera carla. -Santurce, de 1911. Sr. D. Marco Martin de Martinez Distinguido químico: Envío á usted una botella de agua de mi aljibe, para que la analice Tengo con fiebre á mi mujer y á mi hija. De usted atento amigo, Juan Gil Pí Segunda carta. San Juan, Septiembre 9 de 1911. Sr. D Juan Gil Pf. Señor: el agua de su aljibe es pésima. Tiene mucha materia orgánica; mucho nitrito; y le he encontrado el microbio de la disentería; y me quedan por clasificar unos vibriones. De usted respetuosamente. Marco Martin de Martinez

Tercera carta.'Santurce, Septiembre 12 de 1g11. Sr, D. Marco Martin de Martinez distinguido químico: recibí su análisis. Gra- cias Tengo que advertirle, que mi sirvíenta cometió una equivocación y por llenar la botella con agua d * mi aljibe lo hizo de la pluma del acueducto. El doctor Casto Castro de Cabañas analizó la sangre de mi señora v la de mi hija y resulta que tienen paludismo, Los mosquitos que vienen á casa proceden de terrenos pantanosos del Pueblo de Puerto Rico, situados detrás de Boy's Charity School. El doctor, ayer que tenía sed, bebió agua de mi me dijo, que era mejor que la de su casa En su casa la toman del Envíeme la nota de los honorarios del análisis. Suvísimo, /uan Gil Pí
Estas tres cartas me las encontré en un carrito de los que van al Condado. Por cierto aljibe y acueducto. que noté con sorpresa en la cartera donde estaban las cartas, dos billetes de 5 dólares
JUAN ZANCUDO