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La construcción del relato sobre el terror sexual

Nerea Barjola Ramos

Mi propuesta de intervención en el I Congreso Internacional para la erradicación de las violencias machistas se basa y está directamente relacionada con el análisis y estudio de las representaciones sobre el peligro sexual. En mi trabajo sobre la construcción de narrativas del peligro sexual, uno de los objetivos prioritarios ha sido definir y ubicar las representaciones sobre el peligro sexual como proyectos como proyectos político-sociales machistas que determinan la vida, el cuerpo y las prácticas de las mujeres.

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Para explicar qué quiero decir o qué entiendo por relato sobre el peligro sexual, es imprescindible citar a la historiadora Judith Walkowitz, autora, a partir de la cual surge la idea de analizar, desarrollar y definir el crimen sexual de Alcàsser como una narración política. En su libro “La ciudad de las pasiones terribles”, Walkowitz analiza los asesinatos cometidos por Jack el destripador en 1888 profundizando en las dinámicas sociales y culturales que cruzaron el momento y que permitieron crear el hito del terror sexual de finales de la época victoriana. Desde esta perspectiva los asesinatos de Jack el Destripador se suceden en un contexto de una fuerte política feminista donde las mujeres de clase media estaban comenzando a tomar el espacio público, a hablar de sexualidad y de la doble moral masculina. Dado que el Destripador únicamente asesinaba a mujeres que eran consideradas “públicas” el relato se configuró como un aviso aleccionador de lo que podía ocurrirles a aquellas que tomaban el espacio público. Este mismo eje de análisis es el que voy a extrapolar para examinar el crimen sexual de Alcàsser, es decir, más allá de descripciones y hechos morbosos, me ha interesado analizar cuáles fueron las condiciones políticas, culturales y sociales que permitieron crear el relato del terror sexual de la década de los 90. Tomando, así, esta narrativa como un relato político in-corporado en la historia vital de las mujeres.

La violencia machista y sexual es una dinámica general que esta materializada y encarnada en las prácticas y en las experiencias vitales de las mujeres. Y no sería posible sin un potente sistema punitivo social. La estructura social machista en su conjunto vigila y castiga a las mujeres a través de varias herramientas, mecanismos y tecnologías corporales; conceptos estos que he tratado de desarrolla a lo largo de mi investigación.

Por este motivo, parto de la premisa de que una narrativa sobre el peligro sexual es una forma de mantener, sostener y ejercer violencia sexual. O lo que es lo mismo, las representaciones sobre el peligro sexual funcionan como un proyecto político que se encarna y que tiene consecuencias en la cotidianidad y en las prácticas de las mujeres. Las representacio

nes no son neutrales, sino que están inscritas en un ordenamiento político-social machista que construye terror sexual como principal elemento de dominación.

En su acepción entendemos las representaciones como nociones, actitudes, valores conocimientos que dirigen y constituyen las acciones, y por lo tanto, están impregnadas de significados que configuran y constituyen las conductas. Es a partir de los discursos que los significados son construidos y las prácticas culturales organizadas. Dicho de otra manera, en palabras de Judith Walkowitz, “las mujeres no se limitan a experimentar una pasión sexual y encontrar «naturalmente» las palabras para expresar tales sentimientos, ni sufren un peligro sexual y encuentran naturalmente las palabras para expresar la amenaza. Las mujeres de cualquier clase y raza tienen que basarse en construcciones culturales existentes para contar sus verdades. En consecuencia, cuando hablo de relatos sobre el peligro sexual, estoy conjugando y politizando desde la teoría critica feminista todo un entramando de representaciones, discursos y significados que sustentan y dan cobijo a la violencia machista.

Para explicar cómo se construyen socialmente los relatos y (re)conceptualizar las representaciones sobre el peligro sexual como un sistema político, me parece importante ampliar la noción básica de representación a partir de lo que el filósofo Michael Foucault define como textos prescriptivos. Para este autor, los textos prescriptivos serían todos aquellos textos, «que, sea cual fuere su forma (discurso, diálogo, tratado, compilación de preceptos, cartas, etc.), su objetivo principal es proponer reglas de conducta». Entiendo que este concepto es perfectamente extrapolable y aplicable a las a las narrativas sobre el peligro sexual y que permite entender los relatos, y las representaciones en ellos contenidas, como una compilación de significados y discursos que proponen normas de conducta, fundamentalmente a las mujeres. Pero además, dice Foucault “No hay ejercicio de poder posible sin una cierta economía de los discursos de verdad que funcionan en, y a partir de esta pareja. Estamos sometidos a la producción de la verdad desde el poder y no podemos ejercitar el poder más que a través de la producción de la verdad”. Desde esta definición es posible enfocar los relatos sobre el peligro sexual como una producción sistemática de significados y discursos que producen verdad desde el poder; y poder desde la producción de la verdad. Y esta verdad que se elabora constante y repetitivamente es machista.

Para Foucault, el poder contiene dos funciones principales: por un lado tiene la capacidad de excluir y por el otro de generar. Esta definición es sugerente e igualmente aplicable para comprender como se construyen a los relatos sobre violencia sexual. Cuando el poder excluye; niega, oculta, prohíbe. Por el contrario, cuando genera produce verdad y reproduce saber. A mi entender, las narrativas sobre el peligro sexual están construidas a partir de un saber y una verdad profundamente sexistas y esto únicamente se logra, excluyendo, omitiendo en su interior todos aquellos elementos que pueden dotar a los relatos de otras perspectivas, como por ejemplo la feminista.

En este sentido podemos hablar de los relatos sobre el peligro sexual como un sistema de comunicación social muy concreto y altamente eficaz. Cada asesinato, tortura, desaparición forzada de mujeres es un método de comunicación que nos habla, nos interroga, y alecciona. Las representaciones sobre el peligro sexual no sólo son la estructura que da soporte a la existencia de la violencia sexual sino que son, en sí mismas, violencia sexual.

Una de las características más importantes de las representaciones sobre el peligro sexual, y en la que se basa el sistema de dominación patriarcal, es que inciden directamente en la construcción del terror sexual como mecanismo de control. Por lo tanto, la importancia de los relatos no es única y exclusivamente las agresiones sufridas por una o varias mujeres sino el mensaje aleccionador que lanza al resto.

Por este motivo, de Foucault tomo un concepto que me ha permitido fundamentar el terror sexual como una tecnología disciplinaria que intenta/logra docilizar el cuerpo de las mujeres. Los relatos in-corporan el terror sexual en la vida de las mujeres. Este autor, realiza una reflexión y análisis de la evolución de las formas de ejercer castigar en el tránsito a la modernidad. En su estudio, señala la existencia de una nueva forma de ejercer violencia-castigo sobre los cuerpos, así como la aparición de una nueva mecánica de poder a la que define con el nombre de disciplinas: A estos métodos que permiten el control minucioso de las operaciones del cuerpo, que garantizan la sujeción constante de sus fuerzas y les imponen una relación de docilidad-utilidad, es a lo que se puede llamar disciplinas. En este sentido, las disciplinas serían fórmulas generales de dominación que establecen un vínculo a través del cual hacen al cuerpo tanto o más obediente cuanto más útil y, al revés, son también operaciones que garantizan la sujeción constante de sus fuerzas. El concepto disciplina de Foucault es una terminología perfectamente extrapolable al terror sexual. Y es por este motivo que propongo articular el concepto disciplina del terror sexual.

Para Foucault, el paso del Antiguo Régimen a la Modernidad vendría determinado por una nueva práctica del poder de castigar, la aparición de un castigo redefinido que no será castigo sino una corrección. El castigo no tiene que emplear el cuerpo sino la representación, la sumisión de los cuerpos por el control de las ideas, introducir a través de ellas el propio autocontrol o autodominio. Se circunscriben a los cuerpos saberes que los sujetan.

Todos estos planteamientos de Foucault son importantes en mi trabajo fundamentalmente por dos motivos: por un lado, para constatar que las representaciones sobre el peligro sexual contenidas en los relatos son formas sociales de castigo que intentan aleccionan, corregir y coaccionar a las mujeres y, por otro, como patrones de vigilancia social establecidos sobre lo que una mujer puede o no hacer, tratando de adoctrinar su cuerpo y vulnerando su capacidad de decisión en un intento de someterlas al continuo autocontrol y autodominio. En otras palabras, las mujeres corrigen conductas, amoldan su cuerpo, se niegan espacios, controlan horarios, coartan movimientos y gestos.

Las narrativas sobre el peligro sexual se van a construir siempre a partir de dos premisas: por un lado, sobre la culpabilidad de las mujeres, poniendo el foco sobre todo aquello que hicieron y no deberían haber hecho y por lo tanto, responsabilizándolas de las agresiones e incluso de su propio asesinato; y por otro, sobre la excepcionalidad de la agresión o asesinato irresponsabilizando a la sociedad de la violencia machista o sexual. De esta manera, se logra mandar un aviso aleccionador claro al resto de mujeres. El autocontrol y autodo

minio son una forma muy eficaz de disolver la existencia de la violencia machista y como tal la inocuidad de los efectos de la disciplina del terror sexual.

En definitiva, hay una clara relación entre las representaciones del peligro sexual y cómo éstas afectan a la vida de las mujeres. Este es un sistema de representación machista, en consecuencia, no fiable, que no nos identifica y del cual debemos desconfiar. Los relatos son campañas de terror sistemáticas con un objetivo específico: el control y la vigilancia sobre el cuerpo y las actitudes de las mujeres. Por lo tanto, es fundamental entrar en lo simbólico generando nuevas contrarrepresentaciones al peligro sexual.

Prácticamente es imposible que con las representaciones que conforman el imaginario social y los relatos sobre el peligro sexual podamos vivir una vida libre de violencia. Cuando planteo la elaboración de un nuevo sistema de representaciones sobre el peligro sexual estoy, por supuesto, señalando el trabajo que realiza el Movimiento Feminista en la elaboración de contra-narrativas al peligro sexual. Las contrarrepresentaciones sitúan los límites al terror sexual proporcionando un esquema a partir del cual rediseñar los espacios, los lugares y el empoderamiento feminista. Se trata en definitiva de modificar las conductas a partir de la contrarrepresentación proponiendo otros significados que nos permitan situarnos, gestionar, comprender y enfrentar la violencia machista desde otro paradigma. Romper la retórica simbólica patriarcal, darle luz. Tomar el espacio de la representación, significa ocupar todos y cada uno de los lugares que el régimen sexista habilita para su supervivencia y deshabilitarlos.

Me gustaría terminar con una frase de Foucault, “el conjunto de la sociedad es aquello que no hay que tener en cuenta a no ser como objetivo a destruir. Después es necesario confiar en que no existirá nada que se parezca al conjunto de la sociedad”. Estas líneas, sitúan el conjunto social en el centro de la mirada, y permite responsabilizar(nos) de manera individual y colectiva de la violencia sexual que producimos, ejercemos y sustentamos.

Esta reflexión se basa, desarrolla, explica y contiene fragmentos que forman parte de mi investigación de tesis doctoral sobre las representaciones del peligro sexual y su influencia en las prácticas de las mujeres a partir del estudio del crimen de Alcàsser (1992). Y que se encuentra publicada en formato libro bajo el título “Microfísica sexista del poder. El caso Alcàsser y la construcción del terror sexual”, en Virus editorial (2018).

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