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Hablemos de Cannabis
Cannabis Medicinal Subvencionado
En la década de 1970, el epidemiólogo clínico británico Archie Cochrane, uno de los pioneros de la medicina basada en la evidencia, definió tres conceptos relacionados con la toma de decisiones a la hora de plantear un tratamiento médico: la eficacia, la efectividad y la eficiencia. La eficacia determina si un tratamiento es más beneficioso que perjudicial en condiciones controladas, como las de un ensayo clínico (¿podría funcionar?). La efectividad evalúa si un tratamiento es más beneficioso que perjudicial cuando se administra en condiciones normales de la práctica sanitaria (¿funciona en el mundo real?). La eficiencia mide el efecto de una intervención en relación con los recursos que requiere (¿merece la pena?).
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Hasta la fecha, la evidencia clínica sobre la eficacia de los medicamentos basados en cannabis (MBeC) para el tratamiento de afecciones crónicas sigue siendo controvertida. Una revisión sistemática de ensayos clínicos aleatorizados (ECA) realizada por la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP) concluyó que los ECAs en este campo tienen un alto riesgo de sesgo. Hay que tener en cuenta que la mayoría de estos ensayos tenían como objetivo la comercialización de los dos medicamentos basados en cannabis autorizados hasta la fecha, Sativex y Epidiolex, y no pretendían caracterizarlos en poblaciones con dolor crónico sino en pacientes con esclerosis múltiple y epilepsia pediátrica refractaria, respectivamente.
Sin embargo, la evidencia del mundo real (RWE) obtenidas en países en los que se permite el acceso al cannabis con fines terapéuticos, sugiere que los pacientes con dolor crónico reportan robustas mejorías en su calidad de vida cuando se añaden MBeCs a su régimen multimodal de tratamiento. Basándose en estos hallazgos, y en contraste con la postura de la IASP, la Federación Europea del Dolor recomienda considerar el cannabis medicinal como terapia de tercera línea para el dolor neuropático crónico mientras que, para el resto de los casos de dolor crónico, el uso de MBeC debería considerarse como un ensayo terapéutico individual. Esto significa que si los tratamientos aprobados han fracasado, y tras un análisis cuidadoso y una evaluación multidisciplinar, los médicos podrían prescribir cannabis medicinal a sus pacientes si consideran que este podría representar un beneficio(1).
En 2022, varias publicaciones revisadas por pares describieron la eficacia de los MBeC en más de 15.000 pacientes de todo el mundo, tomados conjuntamente. Los estudios se realizaron en Israel(2), Australia(3), Colombia(4), Dinamarca(5), y Reino Unido(6), y todos ellos arrojaron resultados similares que ayudan además a caracterizar a aquellos pacientes que más pueden beneficiarse de la inclusión del cannabis medicinal en su tratamiento terapéutico, así como detalles relevantes en cuanto a regímenes de dosificación y efectos secundarios asociados para informar mejor la práctica médica y apoyar a los médicos prescriptores.
Solo nos queda esperar que 2023 sea el año en que se aborde la tercera dimensión, la de la eficiencia. Por lo general, los derivados del cannabis solo se aprueban para pacientes que han probado sin éxito otras opciones terapéuticas y suelen ser refractarios al tratamiento. Aun así, la notable mejoría de la calidad de vida relacionada con la salud que reportan los pacientes crónicos en estudios observacionales ha sido un argumento decisivo para que diferentes organizaciones conminen a las aseguradoras a cubrir el coste de esta opción terapéutica en función de los años de vida ajustados por calidad (AVAC) asociados a la prescripción de MBeC(7).

Guillermo Moreno-Sanz, PhD
Director Científico Mundial de Khiron Life Sciences Corp.