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La psicología del color en i n t e n s a m e n t e
Los colores son percepciones visuales, comprender y dominar el uso de los colores es fundamental, especialmente para diseñar personajes que necesitan transmitir sentimientos, emociones, sensasiones, rasgos de personalidad, comportamientos y contexto en la historia. La forma en que construimos un personaje y elegimos sus colores determina cómo lo interpretará la audiencia.
En cuestiones de profundizar nuestras emociones y poder reconocerlas mejor, trataremos la película “Intensamente”, en ella, cada personaje está asociado con un color que representa su personalidad y estado emocional.
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Alegría/amarillo (armonía-amistad-paz)
Se encarga de mantener positiva a Riley, de celebrar los éxitos, de que siempre esté optimista y de buen humor.
Ira/rojo (tensión-impacto-agresión)
Encargada de defender nuestra propiedad y a nuestros seres queridos. La ira entra en escena cuando vulneran nuestros límites; también es el responsable de actuar cuando algo es injusto.
Tristeza/azul
(desánimo-frialdad-distanciamiento)
A pesar de que se considera una emoción marginada, la tristeza es esencial para el crecimiento personal. Ayuda a dedicar tiempo a la reflexión y al cierre de etapas. La tristeza es necesaria para volver a integrarnos después de sentir desánimo, frialdad y distanciamiento.
Asco/verde (disgusto-tedioso)
Se encarga de que no olamos mal, de ir bien vestidos, de no comer ni beber algo en mal estado, de no ir por sitios sucios o malolientes, etc. En definitiva, se encarga de protegernos y de que no hagamos algo que nos vaya a sentar mal.
Miedo/morado
(incertidumbre-pánico)
Se encarga de la supervivencia, decidir cuál es el límite entre lo seguro y el peligro. Eso sí, el miedo actúa tanto ante un peligro real como ante uno imaginario.
Laura Junowicz
Jorge observaba a Orión, que estaba en el patio ladrándole a la nada, otra vez.

—¿Qué le pasa a este perro? —le preguntó preocupado a su esposa.
—No sé, Jorge. Tal vez ve algo que nosotros no vemos —le contestó dándole poca importancia.
—Yo siempre dije que a este perro le faltaba un tornillo —agregó su marido.
Tomás, que estaba haciendo la tarea en la mesa de la cocina, escuchó la conversación y pensó: "¡Ajá! Si al perro le falta un tornillo, quiere decir que... ¡Orión es un robot!".
Todo empezó a tener sentido para Tomás. Ahora entendía muchas cosas, como por qué Orión nunca se quería bañar y le tenía terror a la lluvia: un robot en el agua haría cortocircuito de inmediato. También se explicaba las veces que Orión daba vueltas en círculos persiguiéndose la cola. "Claramente, un error de programación", se dijo con certeza. Hasta podía comprender por qué sus padres no dejaban que Orión durmiera en la cama con él. "Seguro que de noche lo recargan, para que al otro día no se quede sin batería". Por todas esas razones, no cabía duda: decididamente, Orión era un robot.
Entonces, Tomás quiso avisarles a sus papás que ya no era necesario disimular. Se paró frente a los dos y les habló con seriedad:
—Mamá, papá, ya sé que Orión es un robot.
—¿Cómo, Tomás? —dijeron los dos al coro.
—Así es, lo descubrí —respondió orgulloso de su perspicacia, mientras sus padres se miraban desconcertados—. Seguro pensaron que me iba a enojar porque me regalaron un perro que no es de verdad, pero yo los perdono.
Tomás les dio un beso a cada uno y agregó:
—Y ahora, si me disculpan, tengo cosas que investigar con Orión —y se fue a buscar al perro al patio. Si Orión era un robot inteligente, seguro podría terminarle la tarea.

