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Mi vida de Silvia Nsengbene Ondó

Certamen Literario del Día Internacional del Libro 2006 2º premio de narrativa juvenil

MI VIDA

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Silvia Nsengbene Ondó

la adolesceNcia

Creo que una chica entra en la adolescencia a los doce o trece años. Lo que yo diría de mi adolescencia: me va un poco mal. Lo digo porque mi madre y mi padrastro no me comprenden.

A mí me gustan más los chicos que las chicas, porque ellos me comprenden mejor. Yo me relaciono mucho con ellos. Aunque aún no os he hablado de ningún chico. Precisamente no quiero hacerlo para que cuando lean este relato no se enojen conmigo. Yo, cuando tengo algún amigo, lo primero que hago es presentarlo en mi casa, sea chica o chico. Pero en cambio mis padres piensan que si es chico no sólo somos amigos, sino novios.

Si yo no cumplo con mi deber o con mis sueños, nunca seré feliz. A veces cuando hablo de mi mayor deseo, me desaniman. Cada uno quiere que yo sea lo que él mismo en su día no pudo ser.

Mi mayor sueño es ser periodista o escritora, pero nadie me apoya en las ideas. Por eso, siempre que pienso en ello, me siento muy sola e incluso a veces pienso que mis sueños y deseos no se harán realidad. Algunos de mis amigos también dicen lo mismo. Quizás tengan razón. Muchos piensan que soy un

poco pesadita. Y para ser periodista has de ser fuerte, no sentir vergüenza, hablar mucho, ser casi un traidor.

Algunos me dan sus opiniones. Delicia, mi amiga, quiere que sea modelo, pero en Guinea no se valoran estas cosas y tampoco tengo una estatura para esto. Otra quiere que sea actriz, que tampoco se valora... Mi padrastro quiere que sea enfermera, pero yo no quiero. Nunca he tenido idea de pensar en ser enfermera. Ante tantas propuestas me quedo sin palabra, porque cada uno razona la suya. Carmen prefiere que sea economista, a mi otra tía le gusta azafata. Todo esto se lo proponen a una sola persona. A ver qué opina usted, mi fiel lector.

En cuanto a los estudios, me basta hacer segundo de bachillerato con quince años. Eso sí, dicen que soy muy inteligente y domino todas las asignaturas que hasta ahora he tenido.

Por ahora peso cuarenta y cinco kilos.

la Niñez

Ya se ve la infancia tan difícil que tuve. No pude vivir junto a mis padres durante diez años.

De pequeña siempre caía enferma, causando un dolor tremendo a mi familia. Tenían que ingresarme todas las veces que me llevaban al hospital. No fue culpa mía, creo que en esta vida nadie desea la enfermedad. A los siete años fue cuando mi madre decidió llevarme a la curandería. Y sin queja alguna aquella curandera me salvo la vida, sacó la gran pérdida a mi familia. A partir de entonces hasta ahora no he vuelto a tener ninguna otra enfermedad que dure más de una semana. (...)

De la niñez puedo decir que he sufrido, porque no cualquier menor soporta ver a sus padres separados.

Es muy difícil vivir sin tener cerca a tu padre ni a tu madre. Aunque a algunos adultos también les cuesta. De la separación de ellos no puedo hablar nada, porque nada sé, no puedo creer los comentarios de la gente.

Estoy muy orgullosa de ellos. Nuestro padre nos quería muchísimo, aún nos

sigue queriendo. Yo le echo mucho de menos, a él y a todas las personas que quiero. En este preciso momento en que escribo esto, ya tengo otro padre igual que el biológico, que me quiere como si fuera su propia hija. Mi refiero a mi padrastro, del que pronto os hablaré.

A Celestina y a Pedio, mis tíos, también los echo mucho de menos, porque se convirtieron en mis padres desde que yo tenía siete años hasta los doce.

Mi priMera coMuNióN

Con ocho años, hice la primera comunión, el día veinticuatro de junio de 1999 en la ciudad de Nsork.

Fue un día muy bonito, soleado. El cura se llamaba Julián, era un hombre muy bueno. La catequesis fue durante todo el año, íbamos dos días a la semana. Como era costumbre en esa época, todos los alumnos asistíamos al colegio en el tumo de la mañana e íbamos a la catequesis las tardes de los martes y los jueves.

Dos días antes de la fiesta de san Pablo, mi profesora Enedina, una española, me ofreció un vestido y unos bonitos zapatos. No tenía guantes, ni ella tampoco los tenía. Entonces mis tíos me compraron unos que eran grandes para mis manos.

Pasaron dos días. Llegó el día de la fiesta. De todos los que comulgaban conmigo, yo era la más pequeña.

Después de misa, el cura nos llevó a la sala donde habíamos tenido las clases de catequesis. El catequista nos había enseñado una canción que decía: Cuando éramos criaturas otra gente creían en Dios por nuestra parte... Esto me había dejado confusa y se lo pregunté al catequista que me dijo que no tenía tiempo para contestar tonterías. Cuando estuvimos con el cura se lo pregunté a él y me dijo:

—Claro, porque te bautizaron antes de que tuvieses uso de razón.

—Si. Así es, dije. Tenía apenas dos meses.

tus padres y tus padrinos. Pero ahora es diferente, ya crees en Dios tú misma ¿verdad? ¿Alguna otra pregunta?, terminó el cura.

El cura nos regaló medallas de la Virgen María y unos libros de guía cristiana. De allí nos fuimos a casa. No fue una fiesta tan grande, no hubo invitados, ni siquiera mucha comida.

La española Enedina me quería mucho. Me dijo que me iba a llevar a celebrar la fiesta a su casa, pero mis tíos no estaban de acuerdo con ella. Mi tía dijo que, si se enteraba mi madre de esto, se lo podría tomar de otra manera...

Así fue mi primera comunión.

Mis deseos

Mi único propósito es cumplir mi sueño. Algunos dirán que ninguna chica de Malabo puede decir esto, pero yo sé cómo prevenir todo esto. Sé que soy chica y que hay muchas cosas que me pueden hacer fracasar.

Pero me esfuerzo mucho para poder cumplir mis deseos y algún día lo conseguiré.

Quiero ser periodista para informar al pueblo de las cosas que suceden. En realidad, no quiero trabajar para ganar dinero, sino para servir a mi país. Muchas veces cuando veo a los periodistas haciendo su trabajo, me dan ganas de hacerlo a mí también.

Quiero ser escritora para poder escribir grandes historias, relatos y muchas otras cosas más. Casi todo el tiempo libre lo paso leyendo y, a veces, escribiendo. Antes de este relato ya había escrito otro. No pude publicarlo, porque de toda la gente a la que consulté, nadie me dio idea de cómo publicarlo. Muchos pensaban que sólo lo hacía para ganar dinero, pero se equivocaban: no escribo para ganar dinero sino para cumplir mis sueños.

Y el tercero y último deseo es que, una vez conseguidos los dos primeros, buscaré un marido decente, al que ame y que me ame. A mí no me gustan los hombres altos ni muy gordos. Les tengo mucho miedo a los hombres gigantes que siempre tienen la cara atada, a los que se enfadan por cualquier cosita. Los

guapos tampoco me gustan, porque hacen sufrir a las mujeres: como les gustan a todas, tendría problemas todos los días.

Me gustaría que mi marido fuese noble, amable, bueno, cariñoso, etc. Y con esto sería la mujer más feliz del planeta.

El Árbol del Centro nº4, 2006, pág. 55-56

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