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Las flores en la poesía náhuatl

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y medicinal

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Hombres y mujeres anhelan las flores. Son su deseado atavío. Son su riqueza en la Tierra. En el Cuicapeuhcóyotl, «Principio de los cantos», es preocupación recurrente la búsqueda de flores. ¿Campa nicuiz yectli ahuiacaxochitl?, «¿Dónde tomaré hermosas, fragantes flores?» El poeta se interna en Xochitlalpan, la Tierra florida, y dialoga con el colibrí precioso y la mariposa de fuego. Allí resuenan los xochicuicatzin, «cantos floridos», y allí abundan las flores que alegran al corazón. El poeta las recoge para llevarlas a los señores, regocijarlos y coronarlos con ellas.

Las flores son metáfora, se convierten en verbo y adjetivo, y permean el espacio y el tiempo en que viven los nahuas. Hay oceloxóchitl, flores del jaguar, y cuauhxóchitl, del águila. A lo largo de la vida pueden ser flores de la amistad, icniuhxóchitl, o de la guerra, tlachinolxóchitl, y de la muerte florida, xochimiquiztli. Pero siempre serán ellas «nuestra riqueza en la tierra», zan xochitl tonecuiltonol tlalticpac.

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Tomado de Miguel León-Portilla, «Las flores en la poesía náhuatl», Arqueología Mexicana, núm. 78, pp. 42 - 45.

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