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Destrozada

“Es hermosa esa inseguridad, pero la inseguridad es más hermosa” -Wisława Szymborska-

Por: Emma Aristizábal

Sin duda todos hemos experimentado ese sentimiento que hace que el aire se quede atascado en la garganta y tu pecho se llene de mariposas. Tu mente se empaña y te da vueltas. Te vuelves torpe y no sabes qué hacer. Estás entre la felicidad y la tristeza. Algo como un corrientazo que corre de tus pies hacia tu cabeza y envuelve tu cuerpo. Ese era el sentimiento que le causaba él.

7:00 de la mañana: La luz de la mañana entra por su ventana despertando de su sueño profundo. Poco a poco abre los ojos aún cegada por los intensos rayos dorados que llenan su cuarto. No se quiere levantar. Han pasado ya dos semanas desde que espera su llamada. ¿Por qué no ha llamado? Siente esa angustia que envuelve su cabeza y la deja con un sentimiento vacío, es igual a estar parada al lado de un abismo. ¿Será que caerá en el vacío? Después de un rato se levanta por fin de su cama y se dirige al baño. El mármol frío del piso enfría primero sus pies y luego su cuerpo entero. Se para frente el espejo y mira su reflexión. Su pelo castaño repleto de nudos y su cara medio dormida. Prende la ducha y espera unos segundos para que se caliente. Mientras tanto retira su ropa. Su cuerpo se llena de escalofríos al instante que el aire helado hace contacto con su piel. Se mete a la ducha y deja que los chorros de agua caliente le vuelvan a traer vida a su cuerpo. Mira cómo el vapor empaña el vidrio de la ducha y cómo las gotas de agua se pegan a su cuerpo. Cierra los ojos y deja que sus músculos se relajen. Suspira. Hoy no es su día.

8:00 de la mañana Sale apresurada de su casa mirando por última vez el espejo. Su pelo largo, ahora más organizado, llega hasta la mitad de su espalda. Su cara es pálida, con una cierta belleza desconocida por muchos. Agarra su abrigo rojo y sale corriendo por la puerta. Va tarde para el colegio y tiene un examen de Física en primer periodo. Se monta el ascensor hundiendo el botón que la llevaría al sótano, una y otra vez como un intento inutil para llegar más rápido. Por fin abre la puerta y se dirige a su carro, se detiene frente a él mientras lucha por encontrar las llaves en sus bolsillos. Por fin las toma entre sus dedos y se monta el carro. Lentamente lo enciende, escucha el motor despertar y se dirige a su destino. Se siente hueca. Una sensación de “no me encuentro” como dicen las mamás.

8:25 de la mañana Se baja del carro y se dirige hacia las puertas grandes del colegio. El cielo está nublado, algo que considera un signo de mal agüero. El sentimiento pesado, y al mismo tiempo vacío, vuelve. Al llegar ve a sus amigas pero decide evitarlas y pasar desapercibida con el fin de poder repasar por última vez la última parte del capítulo del libro antes del examen. No está preparada y lo sabe. Se recuesta contra una baranda y comienza a leer, se esfuerza por retener la información con la bulla constante a su alrededor. Un zumbido constante le palpita en los oídos haciéndole imposible estudiar. ¿Cuál será ese sentimiento? Poco a poco se sumerge más y más en su lectura. De repente lo ve, su corazón se dispara y su

estómago le da tres vueltas al ver la figura alta y flaca dirigirse a ella. El zumbido se multiplica dejándola encapsulada en un túnel borroso. Tratando de disimular, vuelve su mirada a su libro e intenta retomar la historia, pero es inutil, su mente está plagada con un solo pensamiento, él. Sus manos comienzan a temblar al ver que se acerca. Su corazón cada vez palpita más y más rápido y sus palmas comienzan a sudar. Tiene susto y un inexplicable sentimiento de emoción. Está parado enfrente de ella mirándola con curiosidad. Ella sube la mirada y sus ojos se conectan con los de él. Suena la campana. Tiene que tomar su examen y se va sin dirigirle la palabra.

12:30 de la mañana: Es la hora del almuerzo y ella camina hacia la cafetería con sus amigas. El día se ha aclarado más y los rayos de sol entran por la ventana calentando su cuerpo. Se siente mejor. Ese vacío que sintió al comienzo ha ido disminuyendo y llenándose con el calor de un nuevo día. Al pasar por las puertas extensivas llega de nuevo ese corrientazo al verlo sentado ahí. Él levanta su mirada y sus ojos se encuentran. Un segundo corrientazo la envuelve y rápidamente lleva su mirada hacia el piso. Siente como si todo su ser estuviera vibrando, esperando que él haga algo. Nervios. Siente nervios. Camina con sus amigas a su mesa de siempre, ellas, inmersas en su propia conversación pero ella perdida en sus ojos. Hoy le va a hablar. Está decidido. Tiene que ser valiente. Pero la inseguridad sigue escondida en lo oscuro de su mente. Tiene una corazonada de que algo malo va a pasar. Sacude ese pensamiento rápidamente. No. Hoy no se dejará comer del miedo.

3:00 de la tarde: Por fin suena la campana indicando el final del día escolar. Lentamente empaca su maleta tratando de matar el tiempo. Tratando de olvidar la inseguridad que la persigue como una sombra, sale a buscarlo. Está asustada. ¿Qué pasará cuando lo vea? ¿Qué dirá? Mira a la gente a su alrededor con el fin de encontrarlo. Lo ve a la distancia. Su corazón hace un pequeño aleteo y se dirige a él. Su cuerpo está llenándose de valor. Lo observa. Hay una niña hermosa cobijada por sus brazos. El cabello de ella los envuelve, las manos de él alcanzan su cintura. En ese instante el mundo se derrumba. Su corazón se parte. Su cabeza se nubla y se ensordece. Sale de su cuerpo por un instante, mirando el espectáculo en el que se encuentra. Tiene que ser un malentendido. Él la ve, y esa mirada le devuelve el mundo real. Se queda congelado con una expresión indescifrable. Después gira su cabeza y se dirige a la otra niña con una sonrisa juguetona.

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