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Una Carta De Nuestro Párroco: Transformando Nuestros Corazones Y Aceptando El Amor De Dios

¡Feliz Año Nuevo a todos!

¡Estamoscelebrando un Avivamiento Eucarístico Nacional! ¡El Avivamiento es una obra de Dios! ¿Cómo querrá el Señor usar este Avivamiento para transformar sus corazónes de una manera más profunda? Compartiré con ustedes algunas ideas en este boletín y en el próximo.

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Al parecer, tanto el crecimiento humano como el espiritual pasan por tres etapas: El autoconocimiento, que lleva a la autoaceptación, que a su vez lleva a darse uno mismo. El objetivo de nuestra vida cristiana es el darse uno mismo, pero tenemos que empezar por conocernos y aceptarnos a nosotros mismos. Como dijo San Juan Pablo II en su primera encíclica: “El hombre no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, sino participa en él vividamente” (Redemptor Hominis, 10). ¿Sabes cuánto te ama Dios? ¿Puedes aceptar ese amor?

Para entender esto mejor, veamos el plan de Dios para sanar al mundo: “El cual, siendo de condición divina, no codició el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando condición de esclavo. Asumiendo semejanza humana y apareciendo en su porte como hombre, se rebajó a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz” (Flp 2, 6-8). Así es como Dios te ama y te redime. La cruz de Jesús es tu sanación y modelo a seguir. La cruz es fundamentalmente el mayor acto de adoración en el que participas en cada Misa. Te entregas a Dios como Dios se ha entregado a tí a través de Jesús.

El Papa Francisco lo dejó claro en una carta reciente: “El contenido del Pan partido es la cruz de Jesús, su sacrificio en obediencia amorosa al Padre. Si no hubiéramos tenido la Última Cena, es decir, la anticipación ritual de su muerte, no habríamos podido comprender cómo la ejecución de su sentencia de muerte pudiera ser el acto de culto perfecto y agradable al Padre, el único y verdadero acto de culto” (Desiderio Desideravi, 7).

¿Por qué Jesús hace presente esto en la Eucaristía? Para que podamos aprender a dar de la misma manera. El Papa Benedicto escribió: “El cristiano está llamado a expresar en cada acto de su vida el verdadero culto a Dios. De aquí toma forma la naturaleza intrínsecamente eucarística de la vida cristiana. La Eucaristía, al implicar la realidad humana concreta del creyente, hace posible, día a día, la transfiguración progresiva del hombre, llamado a ser por gracia, imagen del Hijo de Dios (cf. Rm 8,29s.). Todo lo que hay de auténticamente humano -pensamientos y afectos, palabras y obras- encuentran en el sacramento de la Eucaristía la forma adecuada para ser vivido en plenitud. (Sacramentum Caritatis, 71).

¡El mundo todavía no sabe esto! ¡Pero tú sí! Tal vez sabes de alguien que ha olvidado esto o que se ha perdido en el camino en las vueltas de la vida. ¡Comparte esto con ellos! ¡Invítalos de a regresar! El próximo mes, compartiré con ustedes algunas ideas nuevas sobre la antigüa sugerencia de “¡ofrécelo!”

¡Que el Señor les dé paz!

Reverendo Mark Zacker. Párroco

Reverendo Mark Zacker. Párroco

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