Un paseo por la vida de Quevedo

Lengua Castellana y Literatura 2017

Reportaje Quevedo

UN PASEO POR LA VIDA DE QUEVEDO Reviviendo a Francisco de Quevedo por las calles de Madrid Marta Cuenda y Paula Sacristán. Madrid. Noviembre/2017

Todavía quedan rastros por diversos rincones de Madrid de nuestro célebre escritor Francisco de Quevedo. A pesar de los centenares de años que nos alejan del glorioso Siglo de Oro, buscando por su ciudad natal y de residencia durante muchos años, encontramos pedacitos que nos adentran en la vida de aquellos siglos XVI y XVII.

Nacido en la ciudad de Madrid el 14 de Septiembre de 1580, cojo, con ambos pies deformes y una severa miopía de la que se reían otros niños durante su infancia, era hijo de altos cargos de la corte, de una familia de hidalgos provenientes de la aldea de Vejorís, una localidad del municipio de Santiurde de Toranzo, Cantabria. Pese a quedarse huérfano de padre a la temprana edad de 6 años, vivió durante el inicio de su vida en el Real Alcázar, actualmente el Palacio Real de Madrid, rodeado de nobles debido a los cargos de sus padres: su madre, era dama de la reina; y su padre, secretario de la hermana del rey Felipe II, María de Austria. En estos momentos se trata de la residencia oficial del rey de España, que pese a que los actuales reyes residan en el Palacio de la Zarzuela en la actualidad, es utilizado para ceremonias de Estado y actos solemnes, además de ser el palacio real más grande de Europa Occidental.

Unos días después de nacer, fue bautizado en la Parroquia de San Ginés, un edificio de ladrillo con una torre con cuatro campanas. Actualmente se trata de una reconstrucción y conserva la partida bautismal de Quevedo y el acta patrimonial del célebre escritor Lope de Vega con Isabel de Urbina, como recuerda la placa que se encuentra en la fachada principal del edificio, y como nos cuenta en nuestro paso por el lugar, una entrañable mujer. Se encuentra en la calle Arenal, una céntrica vía de Madrid que se sitúa entre la Puerta del Sol y la Plaza de Isabel II. Es una calle muy transitada a diario y en ella se encuentran multitud de establecimientos entre los que predominan comercios y restaurantes.

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Debido a su precoz inteligencia, acudió al Colegio Imperial de la Compañía de Jesús, fundado a finales del siglo XVI y alcanzó el título de Colegio Imperial a finales del siglo XVI gracias al patrocinio de la emperatriz María. A esta escuela acudieron también otros alumnos destacados como Lope de Vega y Calderón de la Barca. Actualmente es el Instituto de San Isidro, donde sus alumnos nos enseñan las instalaciones durante las tardes.

Más tarde, entre 1596 y 1600, coincidiendo con estudiantes como Lope de Vega y Juan de la Cruz, estudió teología en la Universidad de Alcalá, lugar preeminente durante el Siglo de Oro y fundada en 1499 por el cardenal Cisneros. En la actualidad se trata de una Universidad pública ubicada en Alcalá de Henares que imparte muchas titulaciones y donde estudian numerosos alumnos. Además, está abierta al público y se pueden visitar sus bonitos patios interiores.

En los siguientes años de su vida, tuvo diversos altercados en las calles de Madrid. Si algo caracterizaba a Quevedo era el tabaquismo, la caza, y otras aficiones como la bebida, las casas de juego y los prostíbulos, que visitaba frecuentemente. Tenía la costumbre de, al volver de parranda, pasar por la Calle del Codo, y orinar en ella. Los altercados más destacados tuvieron lugar en el año 1607, en la Calle Mayor, enfrentándose con espada al capitán Rodríguez e insertándole una estocada en su brazo derecho. Después, ambos quedaron como amigos. Más tarde, el jueves santo de 1611, hirió mortalmente a un hombre en defensa de una dama en la Plaza de San Martín, donde encontramos una placa que lo rememora.

La primera casa que adquirió se encontraba en la Calle del Niño, actualmente llamada Calle Quevedo, junto al Convento de las Trinitarias Descalzas. A precio de 40000 reales, consiguió el desahució de un empobrecido Góngora, su mayor enemigo, que se encontraba viviendo de alquiler en ese lugar y en una terrible crisis económica. Bajo esta casa, se ubica la Cervecería Quevedo y recordando la residencia del escritor encontramos dos placas conmemorativas, una en el suelo de la calle y otra en la pared del edificio. Está situado en pleno Barrio de las Letras, donde a lo largo de los siglos XVI y XVII se desarrolló una gran

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actividad literaria y donde fijaron su residencia algunos de los literarios más destacados del Siglo de Oro, Además de Quevedo, Miguel de Cervantes, Góngora o Lope de Vega. Con ellos se instalaron los primeros corrales de comedias de Madrid.

La enemistad entre Quevedo y Góngora se puede comprobar en diversos versos que se escribieron mutuamente, como el soneto A un hombre de gran nariz, escrito por Quevedo durante el siglo XVII burlándose del escritor, o varios sonetos que se cruzaron entre ellos.

Posteriormente, residió en una casa situada en la Calle de la Madera, en su tiempo dividida en dos tramos, la Madera Baja, desde la calle de la Luna hasta la del Pez; y la de la Madera Alta, desde Pez hasta Espíritu Santo, aunque en el siglo XX se convirtió en una única vía. En la casa contigua, vivía su hermana Margarita en una casa más modesta y pequeña, de la que aún se conservan sus antiguas dimensiones. Actualmente, este edificio es propiedad del Ayuntamiento y es una vivienda social y aún se conservan los antiguos letreros de la calle.

Durante sus últimos años de vida, en 1643, muy enfermo, renuncia a la Corte para retirarse definitivamente a la Torre de Juan Abad. Dos años más tarde, el 8 de Septiembre de 1645, fallece en el convento de Villanueva de los Infantes, con una magnífica biblioteca personal de más de 5.000 volúmenes entre los que se encuentran obras literarias como poesía, prosa y teatro; obras no literarias como obras políticas, filosóficas, traducciones y críticas literarias; y obras perdidas. Sus restos se encuentran en la cripta de Santo Tomás de la iglesia de San Andrés Apóstol.

Años más tarde, en 1663 se imprime su primera biografía del italiano Pablo Antonio de Tarsia.

Mucho tiempo después de su muerte, su recuerdo permanece en lugares madrileños a los que da nombre, como la Glorieta Quevedo en la que encontramos una estatua tallada por Agustín Querol en 1902 y expuesta en 1963, y a la que se asignó su nombre en 1860; la estación de metro Quevedo de la línea 2 del metro de esta ciudad, en la que se encuentra un texto que le hace referencia; el Teatro Quevedo en la que en la actualidad se llevan a cabo numerosas obras teatrales; y el Instituto Quevedo, ubicado en el barrio de San Blas, donde actualmente los estudiantes cursan ESO y Bachillerato.

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En la fachada principal Biblioteca Nacional de España, podemos encontrar un retrato y, en el interior de su museo, un busto que, como nos cuenta una trabajadora, se encuentra temporalmente tapado por una nueva exposición y no es posible verla en estos momentos.

Además, Quevedo forma parte de la saga del capitán Alatriste como personaje secundario y en la serie basada en ella. Representa en la obra el contrapunto alegre y desinhibido a la personalidad reservada y tosca, aportando momentos frescos y de humor. En honor a esta serie, encontramos la Taberna del Capitán Alatriste. Se trata de un agradable establecimiento ambientado en el siglo XVI, donde un trabajador nos enseña los antiguos muros de piedra y ladrillo y, en el subsuelo, intactas, sus originales cuevas centenarias del siglo XVI con una exposición de las espadas originarias de la serie y nos cuenta datos como que fue refugio durante la Guerra Civil Española y que se trata de un establecimiento que visita con frecuencia el autor de la saga, Arturo Pérez Reverte. Aquí vivía Diego Alatriste en un cuarto alquilado de la Lebrijana, y en esas mesas se reunía con amigos y vecinos como Quevedo, que componía jácaras de bravos y rufianes, sentado en esas mesas entre lances de amor o espada y botellas de vino.

Pese a que la ciudad natal de Francisco de Quevedo fuera Madrid, tan sólo pasa en ella 30 de los 65 años de su vida. Esto se debe a sus años de estudio en Alcalá, su viaje a Italia en 1613 en ayuda del duque de Osuna y sus arrestos en La Torre de Juan Abad, Valladolid, en 1620, donde también pasaría sus últimos años de vida; y en León 19 años más tarde. A pesar de esto, Quevedo muestra su amor hacia la ciudad en versos como en su soneto Miré los muros de la patria mía, que se encuentra presente en la calle de las Huertas.

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Ahora, tres siglos y medio despuĂŠs de la muerte de Francisco de Quevedo, su recuerdo permanece en las calles de esta ciudad y resulta imposible olvidar su existencia y obras que fueron una enorme influencia en la literatura de nuestro paĂ­s.

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