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Un parque de bomberos, su historia
El Cuartel de los Hidalgos
En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor...
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De esas Castillas a orillas del Henares, a Don Miguel no le hubieran pasado por alto aquellos recios hidalgos con lanzas Elka, rocines Pegasos y fieles galgos como el Nerón o la Laika, que empezaban la andadura de un servicio de bomberos para hacer frente a unos cuantos molinos de agua y fuego que hostigaban la comarca.
Complutum primero, después Alkal´a Nahar, la Ciudad del Saber, cuna de nuestro referente Don Miguel de Cervantes Saavedra, Ciudad Patrimonio de la Humanidad, en donde por sus muros y fachadas, esquinas, empedrados, tejados y conventos, se respira una gran parte de nuestra historia como país, como ciudad y como pueblo. Esos mismos callejones y balcones, cuevas y praderas, caminos y rondas, recogen también mil y una historias de la propia Ciudad de Alcalá, así como de sus municipios aledaños, que han visto la entrega de esos hidalgos antiguos de lanza en mano, casco de chapa y hombreras de latón, enfrentarse a molinos de viento para que, con su buen hacer, paisanos en aprieto pudieran continuar con las historias de sus vidas. En la actualidad, aquellos hidalgos antiguos, han pasado a ser Caballeros de etiqueta negra, con sombrero de plata, pero con idéntico afán de servir a sus gentes.
Todo parte de un trágico suceso en la Cárcel de Hombres, ubicada en pleno casco histórico alcalaíno (a fecha de hoy, parte del patio del Parador Nacional). Fue el 2 de agosto de 1974, 13 víctimas mortales en el taller de carpintería de aquel presidio. Poco más que explicar para que el Ayuntamiento de la ciudad se viera obligado a crear el Servicio Municipal contra Incendios de Alcalá de Henares, territorio cubierto hasta entonces por aquellos bomberos que hablaban raro y decían Yes o Nou pertenecientes a la Base Aérea Americana, o si acaso, alguna vez venían los bomberos desde la capital.
El emplazamiento no pudo ser más oportuno, un edificio del siglo XIII, perteneciente a una familia acomodada de la época que fue cedido a los bienes de la Iglesia, para terminar siendo un Hospital de la Caridad, el de Santa María la Rica, bendiciendo en 1974-75 a aquellos muy pocos trabajadores del Ayuntamiento que se convirtieron en bomberos casi por decreto de la gracia divina y a los que se fueron sumando poco a poco otros nobles y poco sensatos, que sin medios (ni cuartos, ni enteros), sin formación (si acaso más que la primaria), pero con mucho corazón y arrestos, asentaron una parte de los cimientos de lo que es hoy el Parque de Bomberos de Alcalá de Henares.
Casi cuatro años en Santa María la Rica, compartiendo patio y casa con otros servicios municipales (policía, aguas y alcantarillado, fontaneros, electricistas, etc.) hasta que, en 1978, la extinta


Año 1979
Juan Colorado Valencia 9017 “El Chusco” Rafael Muñoz de Pablos “El Cachas” Camión al fondo “La Diligencia”

Año 1980
Camión Pegaso de doble cabina “Bocanegra” Armando Manzaneque Fraile 221, Fco. Cajigal Morales 230, Pedro Visedo Elipe 239, Jesús Rodríguez Retamosa 229 Diputación Provincial de Madrid en su fase de expansión de parques, inaugura en la zona de la Virgen del Val, lo que será durante 28 años el Parque de Bomberos de Alcalá de Henares, el conocido como Parque Viejo. Según se escuchó por ahí y con la excusa de pintar por aquellos pocos hidalgos municipales los escasos 14 m² de ese Cuartel de Bomberos (así se llamaba entonces), se les permitió mudarse solo por unos días a las flamantes instalaciones de la Diputación Provincial de Madrid. Jamás volvieron a ser vecinos del Abad de la Magistral y se quedaron en ese nuevo parque, para ser vecinos de la Ermita de la Virgen del Val. Casi tres décadas permanecimos todos en esa nueva instalación de la calle Santander que se inauguró en la misma época que los Parques de Arganda, Villalba, Parla y Alcobendas.
El S.P.E.I.S. de la Diputación Provincial de Madrid, cuyos inicios datan de 1967, tuvieron fundamentalmente una pretensión de defensa de la masa forestal con carácter regional de la provincia. Al poco de su puesta en marcha, se fue asentando la red de parques de bomberos, y once años después, en 1978 el Parque de Alcalá comenzaba su andadura, dando cobertura además a los otros 25 pueblos de la comarca. Bajo la dirección de Don José Luís Calle García, inventor y creador de aquel Servicio de Prevención y Extinción de Incendios y Salvamentos, las competencias forestales se fueron ampliando para dar respuesta también a riesgos urbanos e industriales, rescates, accidentes y un sinfín de tipos de intervenciones muy alejadas de aquellas salidas a incendios de vegetación y masa forestal, o aquellos otros servicios de regadío para parques y jardines o hasta incluso humedecer la arena antes de las corridas de toros. Todo ello empezaba poco a poco a dar sus frutos, profesionalizando el Servicio y construyendo la imagen del bombero profesional que hoy se conoce.
Desde entonces, más de 300 bomberos han pasado por los turnos y plantillas de este nuestro Parque de Alcalá, que pronto se convirtió en un referente nacional por el número y tipo de intervenciones, superando por aquellos años 80 y 90 algunas medias anuales por encima de las 2000 salidas. Así, en esta Ciudad Universitaria, se empezó a conocer al Parque de Alcalá como la Universidad del Fuego. A día de hoy, sigue siendo un referente, sobre todo, para aquellos Nuevos Ingresos que entran con la ilusión y ganas de hacer experiencia en el oficio. Pero Alcalá también se convierte en referente por el tipo de infraestructura creada con el nuevo parque inaugurado en 2005. Un modelo de parque con una distribución de espacios para vivienda, formación, maniobras, vehículos, perfectamente adaptado a las exigencias modernas y que viene siendo utilizado como prototipo de las posteriores obras para parques como Parla, Navacerrada, Valdemoro o Alcobendas.
Volviendo la vista atrás, se podría decir que no fue un camino fácil para nuestros queridos hidalgos de la época. Con la inauguración del parque de la Diputación Provincial en la zona del Val, los bomberos municipales pasan a compartir instalaciones con los Bomberos de la Diputación, y ya lo dice un refrán castellano aquello de “dos gallos en el mismo gallinero...”, pues eso: dos administraciones y plantillas distintas; jefaturas, procedimientos y normativas diferentes; horarios y condiciones laborales dispares; medios materiales desiguales; etc. Y efectivamente, así era aquello, muy de aquella manera... Hasta que finalmente en 1998 y tras la solicitud de dispensa
del servicio por parte del Ayuntamiento de Alcalá, todo su personal y medios materiales municipales se traspasaron al Cuerpo de Bomberos de la Comunidad de Madrid. Fue el primero de otros posteriores acuerdos en la dispensa del servicio de extinción de municipios como Getafe, Torrejón, Pozuelo que iban siendo absorbidos por la CM, como sucederá próximamente con los Servicios de Leganés y Móstoles.
Atrás quedaban tres largas décadas de auténtico gallinero, en donde los polluelos de un color y de otro a veces jugábamos como hermanos, y otras, pues eso…, nos peleábamos como auténticos hermanos que éramos. Tiempos ahora recordados con nostalgia por los viejos del lugar con risas y muchos ¿te acuerdas de...?, esos tiempos en los que había roce verdadero: dos dormitorios con una quincena de camas en cada uno y literas de tres alturas; horarios de entrada distintos, 22:00h para los del Ayuntamiento y 9 de la mañana para la Diputación; habitaciones “perfumadas”, camas calientes… y mucho, mucho humo proveniente de la nave y de aquellos puros largos y tabaco negro. Noches de blanco satén en las que la luz nunca se apagaba: “¡Queréis dejar de hacer ruido ooosstía!!” ¡¡Cierra la p... puerta coño, que está entrando el humo de escape del Pegaso”. Frases profundas como aquella de “tu vives porque yo quiero...“ o conseguir lo que quisieras con decir la palabra mágica de “no hay güevos a…” ¡HECHO!!! Un verdadero camarote de los hermanos Marx.
La verdad que fue una convivencia con interminables anécdotas. A la mínima, se marcaba el territorio como fieras salvajes: que si la televisión es de uno, pero la luz la pagaba el otro... Que si la comida se sirve en los platos de uno, pero se cocina con el gas del otro. Como el Ayuntamiento no me da la ropa de intervención y la Diputación no me la facilita, pues ahora la guerra con los de fuera, “por mis huevos que salgo en vaqueros” y se salía con chándal o de paisano… Y ahora, nuestro vehículo no funciona, “¡dejadnos uno!”, o nos traían material de trabajo nuevo... “¡che che che... eh tú!!! Eso no se toca chaval”. Otra vez lío... como un patio de colegio. Me acuerdo ahora de aquel Seat 600 que el Jefe Calle llevó un día al parque: “¡Cojonudo!, ya tenemos vehículo para maniobras de tráfico”, pero que bien se cortaba esa chapita tan fina del 600.Y la cara que puso el Jefe cuando lo vio, ufff, eso no tenía precio…
El pique entre los servicios se prolongaba incluso durante las salidas. Marcado por ambas jefaturas, durante una época, se llegaban a hacer dos intervenciones paralelas a un mismo siniestro: carreras de camiones por rutas diferentes, tendidos paralelos por el mismo hueco de escalera pugnando por el derecho a llegar antes al piso y alcanzar la gloria siendo los primeros en tirar agua.
Surrealismo llevado a su máxima expresión. Todo ello culminó con la inclusión de una plaza nueva de “Gerente Municipal” que, para conciliar ambos servicios de cara a la ciudadanía, su primera medida fue organizar una misa de campaña con obispo y todo. Imagínense lo que sucedió, pues sí, eso…
Todos estos sin sentidos terminaron por organizarse estableciendo demarcaciones territoriales rigurosas para que el Ayuntamiento diera servicio a su ciudad hasta la raya que marcaba el límite de su término municipal y la Diputación a todo el resto de salidas por fuera de esa línea (y

Año 1980
Fernando Rodríguez Hernández 266 “Nandi”

Siniestro Almacenes Arias 1987
Fernando Rodríguez Hernández 266 “Nandi”, Fernando Prados Prades 293, Patricio Tebar Zamora 199 también a las de dentro). Eso hizo que por el tipo de intervención a los de la Comunidad se les terminase llamando Rastrojeros por la cantidad de salidas a pastos, vegetación, cereal y rastrojo, y a los del Ayuntamiento, Poceros, por el gran número de inundaciones que tenían que atender en el Viejo Alcalá durante la época de lluvias.
Eran tiempos de muchísimas activaciones, lo que “favorecía” la conciliación familiar por la soledad del parque. Pero a pesar de todos esos roces descritos, en la mayoría de las horas “valle” cuando reposaban las armaduras de los Hidalgos Caballeros, la convivencia era realmente buena, sintiéndonos que conformábamos una gran familia. Éramos jóvenes y poco prudentes, sin formación profesional, más que la que pillábamos en la calle a base de salidas. Pero a la vez, impulsivos y llenos de vida, de frescura, con ideas alocadas y mucha actitud e ilusión. Todo eso ayudó a sentir y a impregnarse de esa filosofía de la profesión de Bombero, a sentir la responsabilidad del que sale con un camión colorao cuando alguien nos necesita, en definitiva, a profesionalizarnos para dar una respuesta eficaz y cada vez con mayor exigencia técnica.
Por aquel entonces, se trabajaba con una cadencia de 1-2 haciendo 92 guardias de calendario al año. Eso suponía que casi pasábamos un tercio de nuestra vida entrando y saliendo por esos muros rojizos de la calle Santander, compartiendo ronquidos y literas, juegos de cartas, copas del mundo en la cancha de asfalto y un sinfín de juegos y bromas (la ermita, la porla, la taba, el pico-pala-puño, las guerras de agua…) y, por supuesto, con la adrenalina a flor de piel por las numerosas salidas y largas horas de intervención. En aquella época no se estilaba eso tan actual de los “relevos” o el “avituallamiento” (anda que no hemos tomado prestados melones o tomates de las huertas) y raro era el mes que no teníamos alguna nave industrial donde echáramos interminables horas en la extinción, en ocasiones más de 20 y 30 horas (¡los mismos!) o llegar a contabilizar algunos días más de 40 salidas, y hasta 67 quedaron registradas en una misma guardia.
Aquella manera de trabajar, hoy, por supuesto, sería impensable. La plantilla de jefatura y de mandos intermedios por entonces era muy reducida, siendo habitual que el bombero más antiguo hiciera de mando. Eso se notaba mucho de puertas para adentro: casi todo valía, tanto para el Ayuntamiento como para los de la Diputación, hasta que aquel legendario y largo sirenazo resonaba en todo el parque… Inyección de adrenalina brutal para los que formábamos toda esa panda de locos hidalgos, y, entonces sí, con las botas bien puestas y la cabeza sobre los hombros, intentábamos dar el do de pecho asumiendo riesgos que hoy, con la Ley de Prevención de Riesgos, serían inadmisibles: saltos de ventana a ventana; trepa por balcones con escalera de ganchos sin más anclaje de seguridad que tus propias manos; descensos con cuerda atada a la cintura del compañero más fuerte o pesado; entradas en apnea a zonas de humo o con pañuelo de “presión positiva”…
Por entonces, aquello no nos parecía una locura, sino que era lo cotidiano, no sentíamos que desafiábamos a la seguridad ni que nos jugáramos la vida. No había desfachatez en aquella conducta, al contrario, pensábamos que era lo correcto y además, la asunción de esos riesgos elevados fomentó la unión del grupo, la necesidad de confiar a ciegas en tu compañero, con una
sensación muy potente de camaradería y refuerzo entre nosotros mismos. Quizá por aquello de que Alcalá tenga tantos santos, vírgenes, conventos, curas, monjas, cofradías y también ventas..., hizo que tuviéramos encima un Ángel de la Guarda que nos acompañó durante aquellos locos años sin tener que lamentar ninguna desgracia mayor.
Con todo y con eso, eran esos queridos años 80 en que aquel Servicio de Bomberos, ya de Comunidad de Madrid, iba cogiendo más impulso: nuevos vehículos de intervención, materiales modernos, aumento de plantilla… Situación con la que el propio Ayuntamiento de Alcalá hacía lo que podía para no quedarse atrás (como, por ejemplo, con la inyección de medios por parte del Centro Comercial Alcampo). Y como no podía ser de otro modo, aquellos años de la movida madrileña y comienzos de los 90, fueron también años con un gran empuje de los movimientos sociales y sindicales. Para nosotros, los bomberos, fue un auténtico revulsivo que con mucho esfuerzo y gran sentimiento de unidad por parte de la plantilla, hizo que nuestras condiciones laborales mejoraran sustancialmente: medios materiales; equipamientos personales; procedimientos y sistemáticas de intervención acordes a un Servicio de Bomberos cada vez más moderno y profesionalizado; y, por supuesto, incremento de salarios, reducción del número de jornadas y un aumento significativo de la plantilla para un Servicio con gran proyección de futuro. Mi reconocimiento desde aquí a la enorme labor del fundador de este Servicio, Don José Luis Calle García, y el cambio de timón que catapultó la organización de nuestro servicio con el nombramiento de José Luís Villarroel Cortés, sin los cuales, no se entendería el significado de lo que representa hoy el Cuerpo de Bomberos de la Comunidad de Madrid.
No solamente se sentaron las bases de un Servicio de Emergencia, sino que se crearon secciones de trabajo completamente novedosas para la época y sin las que hoy serían inconcebibles estar sin ellas: Unidad Médica; Central de Comunicaciones Operativa (CECOP); el desaparecido SERCAM; los medios aéreos; el GERA y, por supuesto, la creación del motor del Servicio, que fue la Unidad de Formación en 1991, y que supuso un punto de inflexión en la proyección profesional del bombero de la Comunidad de Madrid y de nuestro actual Cuerpo de Bomberos.
En ese contexto de expansión, era inevitable y tremendamente oportuna la dispensa del servicio por parte del Ayuntamiento de Alcalá de Henares a la ya Comunidad de Madrid. Se cerraba en mayo de 1998 una época en la que Faustino Calle García había ocupado la jefatura del Parque de Alcalá desde su apertura. Faustino, que además de Oficial de Bomberos tenía la certificación de “torero” según la Enciclopedia de Tauromaquia de España, en ese año que le relevé en la Jefatura del Parque, me reconocía, medio en broma medio en serio, que las peores corridas con las que tuvo que lidiar fueron dentro del propio Parque de Alcalá. Atrás quedaban aquellos orígenes de tiempos duros y surrealistas, empezaba pues, otro ciclo hacía la modernidad.
La fecha del 28 de diciembre de 2005, día en que se inauguró oficialmente el nuevo Parque 22, representa la consolidación de ese tránsito entre dos épocas. Suponía de facto el colofón a la integración total de las dos plantillas, las del Ayuntamiento y las de la Comunidad de Madrid. Así lo demostramos en la pelea sin fisuras que hubo para conseguir la construcción del nuevo




parque. Resultaba tedioso, comprimido, estrecho, en definitiva, insuficiente congregar en los 2000 m² todas las instalaciones: nave, cochera, torre, gimnasio, patio de maniobras, vestuario, cuarto de chaquetones, almacén y vivienda para 70 bomberos de la época (de vivienda solo unos 180 m²). La presión entre todos fue en aumento desde las primeras reuniones con la Administración hasta simbolizar la lucha con el apuntalamiento de fachadas, recercado de ventanas y puertas del edifico de la calle Santander, incluso con las camas al raso.
La traca final fueron los 6 días de revisión exhaustiva ante la Alcaldía de la Ciudad, en plena Plaza Cervantes, de moto-sierras, radiales, cuerpo de bombas de los vehículos, revisión de las manecillas del reloj del Ayuntamiento desde la cesta desplegada de la auto-escala… Todo, ante la mirada de admiración y apoyo de los propios alcalaínos, los trabajadores del Ayuntamiento y el respeto de la Policía Nacional. Prensa y televisión también se hicieron eco de las protestas… 10 días después se buscaba ya parcela para la construcción del parque nuevo. Fueron 18.000 m² los conseguidos para realizar un proyecto bajo la supervisión del inspector Don Ángel Porres Lope, en cuyo diseño y seguimiento de obra hubo también una participación de los componentes de la plantilla a través de propuestas e ideas de la Comisión de Obras liderada por nuestro querido bombero del T5 Fede Bartolomé, que, con su experiencia de aparejador, acertó en la corrección de importantes aspectos técnicos que ofrecieron una versión mejorada del proyecto inicial.
Con la nueva ubicación del Parque 22 en la calle Ruperto Chapí, quedaban atrás aquellas épocas de dotaciones dobles, no solamente para las intervenciones, sino también en el patio del frontón con raquetazos simultáneos; órdagos a pares y juegos de giley; coches que no entraban en el parque y colas veraniegas esperando ante la puerta del baño. Y qué decir de la cara de los rusos al sacar del frigorífico espinas de pescado y cascaras de naranjas después de que de su casa saliera ¡carne y melón!, “anda, metete al trus hombre, alguien se lo habrá comido sin querer o habrá sido nuestra galga, la Laika.”
Pero a pesar de todo, aquellos años, sirvieron para forjar una identidad propia como parque y como bombero que todavía hoy pervive gracias al carácter y las historias de aquellos que se fueron y de los que todavía se siguen vistiendo de azul cada mañana, tras más de 20, 30 y hasta 40 años de servicio. Orgullo también para todos aquellos que empiezan y logran una codiciada plaza para formar parte de alguno de los 6 turnos del P22 y poder continuar el legado de sus antecesores. Una ciudad como Alcalá de Henares que atrapa con su patrimonio, que lo hacemos nuestro, tanto los oriundos como los acogidos, generando un sentimiento especial de pertenencia y comunidad, y, por supuesto, como bomberos de Alcalá, el Parque 22 de la Comunidad de Madrid.
En este 2020 cumpliré 40 años de servicio y sigo teniendo el alma de bombero que me hace sentir esta profesión como única y apasionante. Con la perspectiva de cuatro décadas de servicio, con sus épocas doradas y sombrías, sigo pensando, como siempre, que el verdadero impulso y la fuerza están en nosotros. El corazón y el alma de este servicio están en su propia PLANTILLA y así, éste, nuestro Servicio, será aquello que nosotros queramos, siempre y cuando queramos y




◄ Años 90. Parque Antiguo, calle Santander
Pancartas protesta demandando una nueva ubicación. Apuntalamiento de fachada
◄ 28 dic. 2005. Inauguración del
Parque 22, calle Ruperto Chapí
Esperanza Aguirre, presidenta de la
CM; Alfredo Prada, consejero de presidencia; Bartolomé González, alcalde de Alcalá; Javier Sanz Asenjo 454, Jefe del CBCM; Fernando
Rdguez. Hdez. 266, J22 creamos verdaderamente en ello, como un gran equipo, unido y con perspectiva de futuro. Mi más profundo agradecimiento, pues, a aquellos Hidalgos de lanza en astillero, adarga antigua y rocín flaco, a aquellos locos que nos agitaron, a aquellos compañeros con los que nos encerramos, a aquellos amigos con los que soñamos y a aquellos temerarios caballeros que nos fueron dejando. Mi deseo es para estos jóvenes que empiezan, que sean ellos quienes continúen esta historia.
Noviembre de 2019 Fernando Rodríguez Hernández “Nandi” JS 266 1980-90 BB P22 1990-98 JE P22 Desde 1998 JS y J22
Don Quijote soy, y mi profesión la de andante caballería. Son mis leyes, el deshacer entuertos, prodigar el bien y evitar el mal. Huyo de la vida regalada, de la ambición y la hipocresía, y busco para mi propia gloria la senda más angosta y difícil ¿Es eso, de tonto y mentecato?