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Las lavanderas
as Lavanderas L
Lalo Izquierdo
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Para la representación de esta danza se ha tomado el tema musical de Nicomedes Santa Cruz “Zamba Malato”, por coincidir esta con las “Zambas Landosas” (zamba de cabellera lanosa, enlanada, mota, enredada, rebelde, inaccesible al peine).
La danza Las Lavanderas, que popularizó el grupo Perú Negro, representa la vivencia laboral de la mujer negra en uno de los tantos callejones “bajopontinos” y también, de las zonas rurales adyacentes a la metrópoli.
Rayando la aurora, las señoras colocan en el suelo, al lado de sus hogares, dos pilas paralelas de cuatro adobes con leña al centro, simulando una caldera, estufa o fogata. Usan una lata de manteca como recipiente. En ella vierten agua y media barra de jabón picado. Este compuesto, al bullir logra una sustancia, similar al actual detergente líquido, al que llamaban “Jaboncillo”, en donde introducían las prendas de vestir a lavar.
Y para lograr el blanco perfecto, en las camisas, le agregaban unas bolitas “boliches” y el resultado era impecable. En una gran batea, que ubican sobre un banquito o cajón procedían, luego, al trabajo de lavado a mano.
Chinos, japoneses, negros, cholos y blancos en desgracia eran los denominados “Criollos” y nuestras humildes moradas, en conjunto, formaban un “Callejón”.
Y como de gente criolla y de callejón se trata, no faltaba un cumpleaños, bautizo, matrimonio o simplemente una jarana que por lo regular duraban de tres a seis días.
En la puerta donde jaranea, nunca faltan más de dos personas, botella en mano hablando (qué sé yo de que tonterías), por efecto del aguardiente. Y aburridos de su repetida conversación, dirigen su atención hacia las señoras que están lavando.
—¡Vecinita!, grita uno, y ellas giran su atención al llamado, mientras ellos se acercan
—¡Tómense un traguito¡… para cortar la mañana — dice uno de ellos.
Sin mucha insistencia y como les viene bien a las señoras a esa hora: dejan sus bateas, se secan las manos en su mandil o delantal, y se dirigen a tomarse su traguito… Después de un par de tragos, y con el ánimo ya cambiado, se dirigen bailando y cantando jocosamente, a realizar sus labores contagiadas por el ambiente.. Algunas terminaban su labor, otras atizaban nuevamente la llama de la jarana.
Quizá sin querer recordé a mi Madre en esta danza, sus manos de Lavandera forjaron mi educación.