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Un legado que trasciende
Un ser excepcional, un profesional brillante, un docente generoso, un ejemplo, un gran amigo… Al unísono, la comunidad oftalmológica argentina despide al reconocido patólogo ocular y académico, doctor Juan Oscar Croxatto, fallecido el 19 de enero pasado.
Resumir su larga trayectoria en pocas líneas no es tarea sencilla. El Dr. Croxatto se formó bajo la tutela del Dr. Lorenz Zimmerman en el Instituto de las Fuerzas Armadas (AFIP) en Washington, donde empezó su brillante carrera en patología ocular. Fue autor y editor del Atlas de Tumores de Ojo y Anexos Oculares de la AFIP, y contribuyó con la actual clasificación de tumores oculares de la WHO como coautor. Es considerado, incluso, el padre del hemangiopericitoma a nivel mundial.
Trabajó como investigador del CONICET, fue consultor en Anatomía patológica en el Hospital Italiano de Buenos Aires (HIBA), donde creó la sección de Oncología Ocular y dirigió la Beca de Perfeccionamiento en Oncología Ocular y director del Departamento de Patología Ocular de la Fundación Oftalmológica Argentina “Jorge Malbrán” (FOA).
Colaborador incansable de la actividad oftalmológica institucional, fue el primer editor en jefe de la Revista Oftalmología Científica y Experimental (OCE) y ocupó el cargo de 2007 a 2012. Compartió con generosidad su conocimiento sobre patología ocular y oncología en docenas de trabajos científicos y capítulos de libros; un legado que lo trasciende.
A modo de homenaje, compartimos las palabras de despedida de familiares, colegas y discípulos.
Por siempre en nuestra memoria
Desde muy joven, Oscar sabía que quería ser patólogo, influenciado por su tío Oscar Celestino Croxatto, jefe de patología del Hospital Muñiz. Su residencia en patología general la hizo bajo la dirección de su tío; la especialidad lo fascinaba. Allí conoció al doctor Carlos Garrido que, además, era el patólogo ocular de la Fundación Oftalmológica Argentina Jorge Malbrán y fue quien le insistió para que se postulara para obtener una beca en la Fundación.

Entre la insistencia del doctor Garrido y la curiosidad que le despertó el descubrimiento de ese nuevo campo, Oscar no dudó y se volcó con mucho entusiasmo a esta nueva súper especialidad. En la Fundación conoció al doctor Enrique Malbrán que algo vio en ese joven curioso, inquieto y entusiasta porque no pasó mucho tiempo para que le propusiera especializarse en patología ocular con el doctor Lorenz Zimmerman, jefe de patología ocular del AFIP (Armed Forces Institute of Pathology). Fueron casi tres años aprendiendo junto a los mejores especialistas del mundo.
Oscar amaba su profesión. Siempre decía que no tenía hobbies, tampoco esperaba feriados o fines de semana para distraerse porque nada lo entretenía más que la patología ocular. Pero no solo le gustaba diagnosticar: como meta de su vida profesional y docente, se dedicó a fomentar el aprendizaje continuo entre los más jóvenes. Sentía una gran responsabilidad por los residentes que estaban bajo su tutela. Le gustaba enseñar y era muy didáctico ¿A cuántos habrá estimulado a participar del ARVO en Fort Lauderdale o a escribir artículos en revistas especializadas, realizar pósteres o dar disertaciones?
Oscar tenía otros intereses como la lectura. Su escritor favorito era Juan Carlos Onetti y poseía varios ejemplares de todas las versiones editoriales que encontraba. Le gustaba mucho el arte, visitar museos y exposiciones. Tenía un ojo agudo para la fotografía y una estética exquisita.
Era muy generoso con su tiempo. Siempre veía el lado bueno de todas las personas con las que se cruzaba, estando atento a sus necesidades y ayudando siempre que podía.
Oscar era un hombre de fe. Siempre salía cargando el bolso con la computadora, un libro en la mano y el rosario en su bolsillo. Para él no había contradicción alguna entre ciencia y fe.
Poseía un humor particular, a veces ácido; otras, irónico. Solo había que conocerlo y saber interpretarlo. Estoy convencida de que para cualquiera que haya intercambiado tiempo con él, no fue en vano. Siempre, y en todos los momentos de su vida, con su ejemplo y hasta con su enfermedad, nos enseñó algo que quedará por siempre en nuestra memoria.
Mirta Fernández de Croxatto
Una vida a través del microscopio
El botón macrométrico empieza a enfocar mejor y la fina lámina de tejido deja entrever un mundo de distintos colores de rosas y violetas. Con el botón micrométrico el enfoque se hace más minucioso y el diagnóstico comienza a descubrirse.
Fuera del laboratorio, saluda primero a otro colega médico y amigo y debaten sobre un caso difícil de resolver. Ya es la hora de volver a casa, una leve llovizna sobre el sobretodo y el maletín le hace recordar una frase de su escritor favorito, Juan Carlos Onetti: Y la vida es uno mismo, y uno mismo son los otros. En el subte había poca gente y, al sentarse, pudo seguir la lectura de un libro que comenzó hace poco sobre el imperio bizantino. Le viene a la memoria su viaje a Turquía; la compañía del amor de su vida y sus amigos en la exótica Estambul y sus calles llenas de secretos. Al bajar de la estación pasa por un puesto de flores y compra las más bellas, las que más le gustan a ella.
Abre la puerta y el sonido de las llaves suena como una alarma para sus tres hijos que salen corriendo a agarrarse de sus piernas. Él sonríe y sube en brazos a uno después de dejar el ramo sobre la mesa.
Ella lo esperaba. Se abrazan. Le encantaron las flores y las pone rápidamente en un florero con agua fresca. Ese día fue perfecto: nada que agregar, nada que quitar.
Puro amor. Incluso a través del microscopio, tu humildad, profesionalismo y cariño fue y será siempre puro y así lo recordaremos, querido papá.
Oscar, o el Dr. J. Oscar Croxatto para muchos, será recordado por toda su familia, amigos y colegas como una hermosa persona, lleno de generosidad, profunda humildad, gran sentido del humor y reflexivo.
Además de ser un referente y maestro dentro de los campos de la patología y la oftalmología, lo vamos a extrañar por todas sus cualidades humanas como padre, esposo, amigo y abuelo. Su carisma, sus consejos, su fe, su disposición a brindar apoyo como su habilidad para guiar a nuevas generaciones de médicos y transmitir su conocimiento son algunas de las muchas cosas que vamos a llevar siempre en nuestro corazón.
Agustín Croxatto
Gran amigo
A Oscar lo conocí casi cuando empecé a hacer oftalmología y él acababa de llegar del Instituto de las Fuerzas Armada de Washington, EE. UU.. Coincidimos en el Congreso Panamericano de 2007 en Santo Domingo y, desde allí, además de varios viajes, nos unió el interés académico y el desarrollo de trabajos que nos han reunido en la literatura con un sinnúmero de papers.
Fue un gran privilegio trabajar con él, con todo lo que sabía, con todo lo que salía de su microscopio y su cabeza para poder aprender, llevar adelante diagnósticos y, por supuesto, compartirlos. Oscar fue un gran consultor, estudioso e investigador.

Así como la galera es al mago, el microscopio era a Oscar. Ha sacado conejos de ese aparato constantemente. Pasó muchísimos años de su vida creativa y productiva como director de CASA FOA, junto a grandes profesionales como el Dr. Enrique Malbrán, gran amigo y protector durante la mayor parte de su vida académica. Nos apasionaba discutir casos, solíamos divertirnos conversando sobre música y arte. Era un deleite perpetuo encontrar situaciones para pasar tiempo juntos. En estas pocas líneas, hago homenaje a un gran médico, pero también traigo el cariñoso recuerdo de quien fuera un GRAN amigo.
Dr. Roberto Ebner
Eternamente agradecida
Juan Oscar Croxatto, científico y anatomopatólogo ocular: su nombre escrito en un trozo de papel durante mi residencia de Anatomopatología y excelentes referencias era todo lo que conocía de él cuando lo elegí para realizar mi segunda residencia en Oftalmología. Desde entonces y hasta el último tiempo compartido, no hubo un solo día sin aprendizaje, tanto de ciencia como de la vida. Me reía con él, y él conmigo. Con el tiempo, la relación profesor-alumna se transformó en amistad. Tuve el privilegio de compartir 20 años junto a él. Algunos, en clases durante mi residencia y congresos. Otros, comunicándonos por mail, llamadas o tarjetas de Navidad o cumpleaños que me enviaba por correo. Y, en especial, los últimos 8 años trabajando juntos en el laboratorio, con él y todo su equipo. Compartiendo semana a semana casos de microscopia confocal o preparados histológicos. Siempre bondadoso, atento y gracioso con su manera única de ver el mundo. Con un pensamiento brillante y analítico, sabiduría y generosidad en la transmisión del conocimiento a todos sus alumnos.
Su aporte a la oftalmología fue inmenso, en especial hacia sus pacientes: su prioridad. Era capaz de estar horas, días o semanas con un mismo preparado histológico analizando y estudiando múltiples diagnósticos hasta que lo resolvía. Humilde como pocos ante tanto conocimiento y capacidad intelectual. Siempre observándolo todo, integrando y acompañando en el proceso de aprendizaje, pero por sobre todo sembrando propósito.
Oscar me compartía su pasión por la pintura, la escritura y la fotografía, actividades que desarrollaba con la misma precisión y pasión con las que ejercía la oftalmología. Su inmensa alegría al mostrarme las creaciones artísticas de sus hijos. El orgullo por su esposa en la crianza de sus hijos. Las fotos con su nieto.

Anécdotas de su hermano cura y adoración por su perro Lázaro. Sus aventuras en Fort Lauderlale y New York…
Fueron muchas charlas filosóficas y, si había café y torta de por medio, mucho mejor.
Su talento, compromiso ético con la ciencia y sus valores fueron un lujo para la Oftalmología argentina. Solo quienes tuvieron la oportunidad de conocerlo podrán comprender a lo que me refiero.
Es imposible resumir lo vivido, solo puedo agregar que iluminó mi camino en la oftalmología, formó cientos de profesionales, resolvió diagnósticos desafiantes atenuando así el dolor ante la enfermedad o posibilitando su resolución y tratamiento. Fue esencial en la creación de proyectos en el país a través de la dedicación de su tiempo, experiencia e interés científico en el campo de la investigación en microscopia.
Querido Oscar: te estaré eternamente agradecida por verme, confiar en mí y cuidarme.
Dra. Analía Verónica Luna • Oftalmóloga- Anatomopatóloga
Literalmente un maestro
En 2003. el Dr. Oscar Croxatto ingresó al Hospital Italiano como consultor en oftalmología y patología ocular, gracias al Dr. Masanisso, jefe de servicio en aquel entonces. Poco a poco fue incorporándose a nuestra comunidad y, en tan solo tres años, creó la sección de Oncología Ocular, actualmente referente en el tratamiento de tumores oculares. También formó parte del Servicio de Anatomía Patológica, también referente en la especialidad y formando a residentes en el área. Era un gran mentor, siempre aconsejando, corrigiendo desde la humildad, haciendo avanzar a los más jóvenes, guiando. Era, literalmente, un maestro. Siempre trabajaba en forma serena, calma, reflexiva y crítica, brindando contención a los pacientes oncológicos. Disponía de palabras claras, precisas, y siempre fue muy generoso con todos sus conocimientos para colegas jóvenes, residentes y también médicos avanzados. Siempre tenía tiempo para conversar, era un gran lector, observador y solía contar chistes cargados de un nivel superior. Así lo recordaremos: con su honestidad, sus valores éticos y sus convicciones firmes. Pensando siempre en el otro, muy generoso y de excelente corazón, sin pedir nada a cambio. De una calidad humana excepcional y con una mente brillante, pensamiento creativo y sensibilidad estética. Familiero, le gustaba intercambiar anécdotas del pasado, compartidas con su esposa Mirta, sus hijos y amigos.

Querido por todos, sencillo, con valores firmes… sus recuerdos, legado y consejos quedarán por siempre en mi memoria.
Dra. Carolina Gentile