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EL PRINCIPIO DE LA INTEGRIDAD

EL PRINCIPIO DE LA INTEGRIDAD

Como dijimos al comienzo, la forma en la que manejamos nuestro dinero tiene mucho que decir sobre quiénes somos interiormente como personas: las cosas que valoramos, los principios que obedecemos y el proceso de pensamiento que seguimos para tomar decisiones. Es por eso que esta primera parte está diseñada para producir un cambio interior primero, que pueda producir un cambio exterior después. De nada vale «vestir a la mona de seda». Lo que debemos hacer es sufrir una transformación interior que nos lleve a realizar cambios exteriores por el resto de nuestras vidas. Hasta aquí, entonces, lo que hemos aprendido: a. Debemos vernos como administradores (desprendernos emocionalmente de nuestras posesiones). b. Debemos aprender a ser felices en el lugar económico en el que nos encontremos. Debemos encarar nuestra vida financiera con perseverancia, mirando hacia toda nuestra vida y no solamente hacia el día de hoy. Debemos aprender a ser ahorradores, diferenciando entre necesidades y deseos. En segundo lugar, si queremos lograr la prosperidad integral de la que hemos hablado al comienzo, no solamente debemos desarrollar una actitud diferente frente a la vida, sino que también debemos trabajar en nuestro carácter. Desarrollar las bases de un carácter sólido es la única manera en la que vamos a poder tomar exitosamente las decisiones económicas que necesitamos tomar cada día.

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Clarificando el concepto de la madurez Cuando éramos niños, nuestra madre nos forzaba a tomar la sopa. No sólo eso, también teníamos que comer todo tipo de verduras que sabían horrible como espárragos, yuca (mandioca), habichuelas verdes y hasta algunos de nosotros debíamos deglutir el famoso aceite de hígado de bacalao. Sin embargo, ahora en nuestra edad madura no dudamos en prepararnos una buena sopa o comernos un buen plato de verduras. ¿Qué ha pasado en nuestras vidas? ¿Es que tememos que la mano de nuestra madre nos encuentre, como lo hacía en aquellos días de nuestra niñez y nos dé una palmada allí donde termina la espalda? En general, la respuesta es «no». Lo que ha ocurrido es que, a medida que hemos madurado, hemos aprendido un principio importante en la vida: debemos alimentarnos con regularidad para sobrevivir. También hemos comenzado a valorar las comidas con un alto contenido de nutrientes. Ahora hemos aprendido a valorar comidas nutritivas y, aunque nunca antes hayamos probado un determinado alimento, podemos decidir si lo queremos comer o no simplemente haciendo un par de preguntas sencillas antes de probarlo. De esa manera podemos determinar el valor nutritivo del mismo,saber si es bueno para nosotros, si nos va a caer mal al hígado y si lo vamos a tomar o no .Lo mismo ocurre con nuestras decisiones 29

económicas. Es imperativo que maduremos, que crezcamos en nuestro carácter, para poder tomar las decisiones diarias que nos llevarán hacia el éxito. No puedo tomar esas decisiones por ti. Tú tendrás que hacerlo por tus propios medios. Lo que puedo hacer por ti es mostrarte el camino, pero debes ser tú el que debes decidir recorrerlo.

La adolescencia social

Uno de los problemas de carácter más recurrentes en la sociedad de consumo de hoy es el tener millones de adolescentes que tienen entre treinta y cuarenta años de edad. Es cierto que cronológicamente tienen treinta y cinco, quizás treinta y siete años, pero mentalmente ¡son adolescentes! La madurez implica paciencia, integridad, honestidad, transparencia en las relaciones, amor comprometido, compasión por los demás y una buena dosis de dominio propio. Si desarrollamos esas.

Una de las marcas más importantes de un carácter maduro es la integridad personal. Stephen Carter, profesor de la Escuela de Leyes de la Universidad de Yale y autor del libro Integrista, explica que la integridad requiere de tres pasos concretos: a. Discernir lo que está bien de lo que está mal (saber qué es lo bueno y lo malo). b. Actuar de acuerdo a esas convicciones, aún a pesar de tener que pagar un precio en lo personal por hacerlo. Expresar abiertamente frente a otros que uno está actuando de acuerdo a su propio discernimiento del bien y del mal. Cuando viajo ofreciendo conferencias, especialmente en aquellas que presento para empresarios y políticos, con regularidad defino «integridad» de la siguiente manera: Integridad es Hacer lo que se tiene que hacer, Cuando se tiene que hacer, Como se tiene que hacer, Sin importar las consecuencias. Nuevamente, y ahora remarcando lo que creo que es importante: Hacer

Lo que se tiene que hacer, Cuando se tiene que hacer, Como se tiene que hacer.

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