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Lectio Divina “Yo soy el camino, la verdad y la vida

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“Yo soy el camino, la verdad y la vida” 5° domingo Pascua, ciclo A

Por Francisco J. Enriquez Zulaica, SDB

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A ntes de comenzar es necesario leer, serena y tranquilamente una o varias veces, el texto de Juan 14,

1-12:

1 “No sean turbados en su corazón, crean en Dios y crean en mí. 2 En la casa de mi Padre hay muchas moradas, si no, ¿acaso les diría que voy a prepararles un lugar? 3 Cuando haya ido y les haya preparado un lugar, de nuevo vendré y los llevaré conmigo mismo, para que donde yo estoy estén también ustedes. 4 El lugar al que voy, han conocido el camino”. 5 Le dijo Tomás: “Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos conocer el camino?”. 6 Jesús le dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie viene al Padre si no a través de mí. 7 Si me han conocido a mí, conocerán a mi Padre; desde ahora lo conocen y lo ven”. 8 Felipe le dijo: “Señor, muéstranos al Padre, y es suficiente para nosotros”. 9 Le dijo Jesús: “¿Tanto tiempo que estoy con ustedes y aún no me has conocido, Felipe? El que me ve a mí ha visto al Padre, ¿cómo dices tú: ‘Muéstranos al Padre’? 10 No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que les digo no las digo por mí mismo, pues el Padre permaneciendo en mí hace sus obras. 11 Créanme que yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Al menos a través de las obras mismas crean. 12 En verdad les digo, el que cree en mí, las obras que yo hago, aquél las hará; y mayores que éstas las hará, porque yo voy al Padre”.

Busca leyendo... (Lo que dice el texto en sí mismo, para entenderlo mejor)

El verbo “turbar” (tarasso) es usado en el cuarto Evangelio en el marco de la pasión de Jesús. Excepto en el episodio de la piscina probática (5, 7), Jesús se turba ante la muerte de su amigo Lázaro (11, 33), al hablar de su muerte (12, 27), al constatar la traición de su amigo Judas (13, 21). Respecto a los discípulos, les invita a no dejarse envolver por este sentimiento (14, 1. 27). Jesús lo dice una vez que ha pasado victorioso sobre estas tribulaciones, abandonándose en la voluntad del Padre.

En éste, su discurso de despedida, Jesús promete más que una morada: promete estar siempre con los suyos llevándolos consigo. De esta manera, Jesús es camino; pero al mismo tiempo es verdad —la que vino a testimoniar— y es vida —la que ofrece a quienes creen en él—. Éstos términos —verdad y vida— se repiten constantemente en el discurso joánico; ahora es Jesús que se propone como camino de acceso a estas realidades.

Dos discípulos cuestionan a Jesús. Se trata de Tomás (11, 16; 20, 24ss) y de Felipe (1, 45-46; 6, 5ss),

quienes se muestran impulsivos pero no comprenden del todo el proyecto del Maestro. Tomás pre- gunta por el destino de Jesús: el Padre; Felipe, por quién es Aquél. No han logrado aún ver al Padre en Jesús, no han comprendido que Él lo ha enviado.

En el desarrollo del evangelio de Juan, Jesús actúa con signos (obras) y discursos (palabras). En ellos está el mensaje de salvación. Sin embar- go, ante la incapacidad de entender el discurso y creer en él, Jesús invita al menos a considerar las obras (cf. 6, 26; 10, 38). Estas obras validan el mensaje de Jesús (5, 36; 10, 25. 35), mostrándolo en relación con el Pa- dre. Estas obras del Padre (4, 34) son obras de luz (3, 21) e invitan a la fe (6, 29). Este obrar de Jesús está tam- bién abierto a los discípulos (6, 28; 9, 4; 14, 12-13), quienes harán obras mayores pues no cuentan sólo con el Padre, sino con el mismo Jesús, que estará con Él, y serán asistidos por el Consolador (14, 16ss).

Y encontrarás meditando. (¿Qué me dice la Palabra?)

La salvación en el evangelio de Juan es llegar a la fe en Jesucristo y en aquel que lo ha enviado. En esta confianza y abandono en el Padre encontramos la paz del corazón.

Las obras hechas por Jesús, y que han de hacer sus discípulos, están encaminadas a evidenciar la relación de comunión entre el Padre y Jesús; y de Jesús con los suyos (15, 4-5). Las obras ejercidas por Jesús son bue- nas (10, 32): prolonga la alegría, da luz a los ojos y a los corazones, con- suela al abatido, da pan a los ham- brientos, cura al enfermo, da vida a los muertos… sin embargo, la finali- dad es llevar a que los hombres y las mujeres abran su corazón a la fe y lo acepten como aquel que vino a dar testimonio de la verdad con sus pa- labras y acciones, y así tengan todos vida en abundancia (6, 40; 20, 30-31).

Jesús, al proponerse como cami- no (método) para llegar al Padre, nos implica a vivir no sólo en una aceptación intelectual de reconocer- le como el enviado, sino a reprodu- cir en nosotros mismos esta misión (20, 21): andar de continuo como él anduvo (1 Jn 2, 6), implicando toda la propia existencia, destinada a la eternidad. Esta comunión del Padre con el Hijo que se da en el pasado —al origen de los tiempos (Jn 1, 1; 3, 13; 6, 46.62; 8, 58; etc.)— se con- sumará en el futuro cuando los discí- pulos del Hijo estén con Él en unidad con el Padre. Este es el sentido más profundo de morar con Dios.

Llama orando… (Lo que le digo, desde mi vida, al Dios que me habla en su Evangelio) Señor Jesús, Tú eres el camino que nos conduce la Padre. Guíanos hasta que lo veamos presente en nuestro mundo para reconocerlo cuando lle- guemos a la eternidad, tomados de tu mano. Tú que eres la verdad que ilumina a los hombres y mujeres, haznos descubrir el sentido de la existencia conociéndote a ti, princi- pio y fin del universo. Tú que eres la vida que nos llena de alegría, haznos gozar de la comunión contigo para realizar las obras de salvación de Aquel que te ha enviado. Amén.

Y se te abrirá por la contempla-

ción (Hago silencio, me lleno de gozo, me dejo iluminar y tomo decisiones para actuar de acuerdo a la Palabra de Dios) ¿Qué sentimientos me despierta saber que Jesús me lleva al Padre? A veces, como Tomás y Felipe, somos impulsivos al decir que creemos, pero también nos llegan preguntas, ¿cuáles son tus sentimientos cuando no entiendes algo de las palabras de Jesús? ¿Tengo confianza para pre- guntarle? ¿Cómo cultivo mi fe? ¿Cuá- les obras de Dios descubro y cuáles realizo que me ayudan a entender su presencia en el mundo? ¿Me siento llamado a testimoniar y a realizar la obra de Dios con mi vida?

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