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CARTA A IÑAKI ÁBALOS Y JUAN HERREROS
DISTINGUIDOS IÑAKI ÁBALOS Y JUAN HERREROS:
Yo pertenezco a la generación de no tan jóvenes Arquitectos catalanes que crecimos con el entusiasmo de una ciudad optimista con las transformaciones urbanas. Una ciudad que confió en los arquitectos empujándonos a participar en la reconstrucción de su identidad... Y así lo hicimos.
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Juntos se nos conocía como “La generació dels 80” (yo salí en el póster), y juntos (pero cada uno en su despacho) ganamos cientos de pequeños concursos y premios, construimos decenas de proyectos olímpicos, y poco a poco ocupamos plazas fijas en la Escuela de Arquitectura de Barcelona (entonces, la segunda mejor escuela del mundo).
Entretanto, Madrid parecía activarse desde otras perspectivas. La ciudad empujaba a otros sectores artísticos, dejando a los jóvenes arquitectos sin muchas posibilidades para exteriorizar su compartido entusiasmo. Los proyectos que nos llegaban, parecían sometidos a la dinámica poco efectiva de los políticos y de la estanca herencia académica. Madrid-Ciudad no era el lugar adecuado para refundar el colectivo... los jóvenes arquitectos de Madrid, como vosotros, tuvisteis que esperar y preparar estrategias intelectuales para definir nuevos límites profesionales y territoriales hasta reconstruir el Madrid-País donde volver a actuar.
Mientras nosotros aprendíamos reconstruyendo, vosotros aprendíais pensando qué, cómo y dónde hacerlo.
Os escribo desde Madrid y me dirijo al Retiro en busca de vuestro recién construido Pabellón de Gimnasia. Hace mucho tiempo que no visito un edificio nuevo en el centro de Madrid. Últimamente, casi todas las obras interesantes, incluidas las vuestras, las habéis realizado en una periferia que para vosotros ha sido el área impune donde desarrollar con libertad vuestras teorías metropolitanas.
Ahora, entrando en el Retiro, me pregunto si esas teorías pueden actuar con el mismo optimismo sobre el centro histórico de la ciudad. Me temo que vuestro proyecto aunque se coloca en el centro, se pensó en la periferia (justamente lo contrario que hicimos en Barcelona, donde los proyectos de la periferia se pensaron en continuidad con la ciudad consolidada)
Me acerco a vuestro edificio. Lo reconozco porque pretende desaparecer, esa es su postura y su presencia.
De lejos parece una construcción vegetal que me recuerda a un enorme seto integrado en el parque, aunque su naturaleza y su escala le delatan monumental al
A
fagocitar en su propio beneficio el entorno inmediato, haciendo propia la identidad del lugar. Su vestido no es de camuflaje, sino al contrario, se viste para la ocasión única de reorientar el entorno.
Se trata de un Pabellón, de un edificio aislado que se posa con una cierta soberbia, sobre un lugar al que pretende domesticar (normalmente la periferia). Se coloca como un mueble urbano, que se orienta, se usa, y se ancla a la parcela sin anclarse al paisaje. Un mueble que su levedad y su capacidad nomádica podrían hacerlo desaparecer para deambular por otros encargos... (yo diría que a este pabellón lo vi por las afueras de Simancas vestido de Colmenarejo en primavera).
Si el edificio se fuera, solo quedarían los anclajes y los mecanismos topográficos que son a fin de cuentas el compromiso físico con el lugar.
Anclajes que en vuestros proyectos cogen formas diversas: a veces son zócalos construidos (Ayuntamiento de Cobeña, RENFE), zócalos vaciados (Plaza Castilla, Colmenarejo, Zaragoza), zócalos iluminados (Ministerio) o zócalos topográficos (depuradora, Gordillo, Vertedero). Los edificios se sientan, se apoyan, se arriman, se levantan, levitan casi idénticos sobre un terreno artificial siempre específico.
La preparación del lugar, os permite convertir todos vuestros proyectos en variaciones astutas del tema Pabellón, que al aislarse, permiten aislar el significado, cargando sus superficies de nuevas exigencias. En ellos se repiten recursos, se exploran posibilidades, construyéndose como construís vuestros fotomontajes: seleccionados, recortados, escalados y aplastados sobre el paisaje.
En sus superficies volcáis las esperanzas representativas y tecnológicas, pero es en los anclajes donde se prepara el gesto, la postura y el diálogo más tectónico con el lugar.
Por fin entro en el Pabellón, atravesando la sección por su plano horizontal de simetría, que refleja los dos gimnasios interior y exterior, abajo y arriba respectivamente. Uno excavado en el terreno a cuatro metros de profundidad construyendo la huella del edificio anunciadora del gesto, y otro elevado tres metros sobre el parque, asumiendo el protagonismo de la escena.

B
Salgo del Pabellón y lo vuelvo a mirar con la sección aprendida. Es un Pabellón como los otros, aunque este se levanta porque el terreno se hunde, escalando el entorno. La radicalidad de lo presente, de lo visible, se equilibra con el cuidado en que se prepara el terreno.
Subo a la cubierta, sin esperanzas de levantar la mirada por encima del horizonte. Una vez arriba, encerrado entre las verdes trepadoras y el cielo eléctrico madrileño, me doy cuenta que el camino mas corto no es la línea recta, que las ciudades necesitan miradas periféricas como la vuestra y que de paso... me cago en la inercia olímpica.
Un abrazo.
Pep Xurret. Madrid, Mayo del 2000 Pep Xurret es un colectivo de opinión formado por Josep Bohigas, Francesc Pla e Iñaki Baquero
