POR SU SUEÑO
“Nunca llegué a cumplir lo que más quise en esta vida, pero sé que ella podrá hacerlo por mí.”
Sí, esas fueron las últimas palabras que dijo mi madre, pero para contaros esta historia bien tengo que remontarme unos cuántos años atrás.
Corría el año 1950 en China, mi madre apenas tenía 8 años y ya sabía que de mayor quería ser pintora.
Fue creciendo, y a pesar de las dificultades en su familia mantenía el reto de ser artista.
Pero entonces cumplió 16, y empezaron los problemas. Ella quería hacer el bachillerato de artes, es más, daba por hecho que lo haría, ya que sus 4 hermanos mayores habían estudiado lo que habían querido. Sin embargo, cuando le comentó lo de los estudios a mi abuela, ella se mofó en su cara, pues le dijo que debía cuidar a su padre, ya que ella ya no podía por sula edad, y lo tendría que hacer mi madre. Esto la enfureció, ya que ella quería estudiar, pero sabía que no podía hacer nada. Así que dejó los estudios y se puso a trabajar y cuidar de todos los hombres de su familia, pero, tras años de trabajo, quedó embarazada a los 27 años de una niña. Esto para su familia y ella era una vergüenza, pero, aun así, siguió adelante y me tuvo.
En cuanto yo nací, mi abuela dijo que no nos quería en aquella casa, así que nos tuvimos que ir a otra donde vivían mis tíos con sus hijos, lejos de allí.
Mi madre quería estudiar, pero era madre soltera y me tenía que mantener, así que se puso a trabajar en una joyería.
Ella no era feliz con su trabajo, pero quería que yo cumpliera mis sueños, así que ganaba un sueldo allí para pagar mis estudios. Yo fui como ella, decidida desde el principio, solo que yo quería ser dentista.
Al principio todos se reían de mí, ya que no pensaban que lo conseguiría. Sin embargo, el primer año de universidad fui de las mejores de la clase, y a partir de ahí me empezaron a respetar.
Parecía que todo iba sobre ruedas, hasta que detectaron cáncer de pulmón a mi madre, y tan solo meses después la ingresaron. Ella no podía trabajar, pero desde el hospital nos ayudaron para que pudiera pagar mis estudios.
A partir de ahí mi rutina era siempre igual: me levantaba, universidad, comía, visitaba a mi madre y estudiaba. Esto, durante dos años, hasta el cuarto curso, en el que, a falta de los resultados de los exámenes finales, me había graduado. Inmediatamente cogí un taxi y fui al hospital, pero en el trayecto
me informaron de que mi madre estaba en un estado crítico y que debía apurarme. Pero cuando llegué, me dieron la noticia de que había fallecido. Solo me dijeron sus últimas palabras que fueron, “nunca llegué a cumplir mi sueño, pero sé que ella lo hará.”
Ahora sé que todo lo que hice, hago, y haré es por ella.
Miguel Salgado González
2º ESO – Colegio Filipense “Blanca de Castilla”