Érase una vez un niño que se llamaba Tomás. Tenía el pelo castaño y rizado, sus ojos verdes resaltaban en su piel clara. Le encantaban los arcoíris, los unicornios, las hadas, el color rosa… pero lo que más le gustaban eran los vestidos y las faldas, le encantaba la moda. Solía jugar a diseñar vestidos y coserlos con su madre y su hermana.
Cuando le tocaba ir al colegio se ponía el uniforme que le obligaban. Un pantalón y un polo como el resto de los chicos, pero a él no le gustaba. Le encantaría poder usar el de las niñas, un vestido.
A los chicos les extrañaba que a Tomás no le gustara jugar al fútbol, a superhéroes o a cualquier cosa con ellos… Tomás estaba siempre en el patio con sus amigas. Las chicas le dejaban jugar con ellas como si fuera una más, se reían mucho de sus ocurrencias y de sus locas historias. Era muy divertido y así Tomás era feliz.
Un día, Tomás no pudo más, se atrevió a ir al cole con el vestido de su hermana mayor. Al salir a la calle se sentía nervioso, pero estaba decidido a llegar al cole con el uniforme de chicas.
Cuando llegó a la puerta del colegio notó cómo todos los chicos se reían de él, cuchicheaban y no dejaban de mirarle.
En la fila para entrar a la clase, todos los chicos no paraban de molestarle, de insultarle y se reían de su uniforme.
