Boletín N° 17 • Año • 26 julio 2020 De izq. a der.: los obispos Jorge de Viteri y Ungo, Tomás Miguel Pineda y Saldaña, y José Luis Cárcamo y Rodríguez. Le siguen los Arzobispos Antonio Adolfo Pérez y Aguilar, José Alfonso Belloso y Sánchez, Mons. Luis Chávez y González, San Oscar Arnulfo Romero Galdámez, junto a Mons. Arturo Rivera y Damas, S.D.B. Por úlitmo Mons. Fernando Sáenz Lacalle y Mons. José Luis Escobar Alas
¡A todos ellos gracias! En este próximo contexto, de las fiestas en honor al Divino Salvador del Mundo, patrono del país, traemos a cuenta esa constelación de obispos que han testimoniado, hasta el día de hoy el su amor al Pueblo de Dios, su fidelidad a la Iglesia Católica, y su fe en Cristo Jesús, Nuestro Salvador. La erección de la Provincia eclesiástica de El Salvador (...) acaeció el 11 de febrero de 1913 e implica dos cambios importantes en la estructura del servicio que la Iglesia Católica presta a los salvadoreños. Primero, fueron erigidas dos nuevas diócesis: una en el occidente del país, Santa Ana; y otra en el oriente, San Miguel, con sus respectivos obispos. En segundo lugar, la diócesis más antigua, San Salvador, fue ascendida al rango de Arquidiócesis, y su respectivo obispo promovido al grado de arzobispo. Pero la historia eclesiástica de nuestros pastores da inicio antes, el 15 de septiembre de 1821, junto con la feliz independencia de nuestro país se originó una crisis político-
religiosa que ocasionó un doloroso enfrentamiento de la Iglesia católica con el Estado salvadoreño. Cosa sabida es de todos que la Asamblea Constituyente de ese tiempo nombró al presbítero y doctor José Matías Delgado, primer obispo de San Salvador; designación que la Santa Sede Apostólica desconoció, y no solo, sino que condenó como un abuso de poder. Al mismo tiempo exhortaba el Papa al Presbítero Delgado a desistir de todo tipo de cooperación con el gobierno y que, de no detenerlo, podría convertirse en un verdadero cisma dentro de la Iglesia Católica. (Continúa en página siguiente)