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Los pactos improbables

Una serie de lamentables desaciertos recientes de parte del Gobierno en materia de seguridad —en plena campaña— han hecho que sus más rabiosos detractores lo acusen de ‘pactar’ con el crimen organizado. Es una incriminación vieja y repetida, que se ha empleado en diferentes épocas y contra regímenes de diferentes tendencias, aunque no deja de ser, en gran medida, una teoría fantasiosa.

Mantener un ‘pacto’ de esa índole requiere un nivel de secretismo, compartimentación y verticalidad del que un régimen democrático carece . Hoy, todos los gobiernos acusados por la comunidad internacional de tomar parte en el crimen organizado son dictaduras cleptocráticas o regímenes autoritarios. Latinoamérica no ha sido la excepción, sea para enriquecimiento ilícito o por fines geopolíticos. La supuesta cooperación a nivel de Estado con el narcotráfico ha venido en la mayoría de ocasiones de dictaduras, como la Panamá de Noriega, la Cuba de los ochenta o la Venezuela contemporánea. En otras ocasiones, se dio en áreas autónomas y militarizadas de gobiernos autoritarios —como sucedió con la Dirección Federal de Seguridad mexicana o con la inteligencia peruana en la época de Vladimiro Montesinos—. sectores económicos y sociales, de fracturar organizaciones políticas, de subordinar a ciudadanos con canonjías gubernamentales desde 2007.

‘Pactos’ de esa índole dejan, por su naturaleza, un amplio rastro, que en un sistema democrático —con libertad de prensa, actores políticos enfrentados, abundantes registros burocráticos, separación de poderes— resulta imposible de ocultar y fácil de probar. Creer en pactos improbables politiza el tema de la seguridad y nos distrae de que el peor enemigo no son las conspiraciones, sino la incompetencia; eso, a las mafias, les basta.

Las películas, libros y podcast ofrecen mensajes imbricados que exigen atención. El film de Nolan sobre el científico Oppenheimer describe actitudes vitales en situaciones críticas y verídicas. La duda del genio de la física teórica ante las consecuencias de su invento, que al final le acongojan y busca redención proponiendo el control de las armas atómicas, Truman no lo asume.

Einstein expresa su visión pacifista cuando Oppenheimer pide su ayuda, cruza la narración la oscura trama de Smith que lo pone frente a un jurado como traidor por sus relaciones con militantes comunistas. La traición, envidia, rencor de algunos científicos que colaboraron en el proyecto se manifiesta en el interrogatorio pero también hay amigos leales.

Guion muy logrado y actuación excelente, describe la vida intensa y complicada de este genio que coordina físicos experimentales y matemáticos para integrar un equipo que alcanza el doloroso éxito, que tiene hoy al mundo en vilo con la creación de las armas atómicas, cuya prueba inicial empezó en los Álamos hace casi 90 años.

El rechazo y odio al pensamiento contrario enciende el conflicto; lo hizo el macartismo en su momento acusando y persiguiendo inocentes. Hoy se perciben similitudes. La humanidad no logra superar las diferencias en creencias ideológicas; las pasiones se incendian, estamos dispuestos a destruir al otro si no piensa igual. Somos testigos de guerras de siglos que muestran la imposibilidad de armonía; es la distopía del poder que no cree en el humanismo. El film es un mensaje sugerente para no equivocar la historia nuevamente y, como la política está lejos de la verdad, siempre estaremos en riesgo. Películas como esta ofrecen mensajes de intención válida, para un público confundido por ‘fakes publicitarios’ que ofrecen salvación que en realidad es lo contrario.

Las raíces podrían estar en las mutaciones de los sistemas jurídicos-políticos-educativos .

En 1978 se estableció el régimen de partidos; de los iniciales 15, sobreviven 3, devenidos en estructuras de alquiler: PSC, UP y PSE que no aspiran a la Presidencia en las próximas elecciones. En las actuales 279 organizaciones políticas es raro ubicar sustento ideológico y doctrina- rio, son huérfanas de estudios sobre realidad nacional, militancia, vida partidaria; sobreviven regentados por “dueños”, caudillos e inesperados adherentes, han posicionado el mercantilismo político, cuyos objetivos no serían servir al país, sino servirse de él, con sus adeptos. Una encuesta divulgada del Latinobarómetro revela que el 87% de ecuatorianos no está satisfecho con la democracia , el 59% estima que la democracia puede funcionar sin organizaciones políticas, y el 58% es favorable para que sea un gobierno de facto quien resuelva los problemas nacionales. Dramático. ¿Está en picada el civismo?

En redes sociales hubo forcejeo por decires del vicepresidenciable de la ‘Revolución Ciudadana’ , proponiendo que “vamos a armar la mesa de justicia, lo ha dicho Luisa González con firmeza, y vamos a sentarnos a la mesa con los diez más buscados de cada provincia para empezar a poner orden en todo el país”, como también “vamos a poner orden en la justicia porque hay jueces que liberan a los delincuentes y es porque no quieren coordinar”.

¡Repudiable! Con ‘firmeza’, serían 240 delincuentes, más buscados en el Ecuador, quienes decidirían el ‘orden en todo el país’; no serían pruebas acusatorias las que decidan penalizaciones, sino “coordinaciones”.

El estado de miedo y temor se ha instalado tras un proceso de casi 15 años. Impostergable decisión es iniciar su reversión con activa participación ciudadana, desmontando el sistema jurídico que lo ampara, reemplazándolo, como panacea, con la Constitución de 1998.

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