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5.4 Cuenca Las Viejas

Esquema de cuenca Las Viejas con arroyos, autoría propia.

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54. Proceso de crecimiento de la ciudad de Paraná.

Arroyo Las Viejas, zona baja, autoría propia, 2019.

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5.4 Cuenca Las Viejas

Concentrándonos ya en el caso de estudio de la presente Tesis y profundizando en las generalidades establecidas en los capítulos anteriores, estamos en condiciones de definir de manera mas precisa la cuenca Las Viejas. Como se ha dicho previamente, la ciudad de Paraná -137 km2 aproximadamente-, cuenta con dieciséis cuencas hídricas. Dieciséis unidades territoriales que debido a sus condiciones geomorfológicas, tienen la particularidad de drenar aguas hacia un cauce principal -con o sin cauces subsidiarios-, vertiéndolas hacia el río Paraná u otros afluentes. La cuenca Las Viejas se ubica en el centro norte de la ciudad, y cuenta con una superficie aproximada de 12,3 km2 (1230 ha) y contiene tres arroyos, el Colorado, el Culantrillo y el arroyo Las Viejas propiamente dicho. Siendo una de sus características principales, las múltiples ramificaciones y microcuencas que se desprenden de la cuenca principal y sus brazos primarios. Desde el punto inicial del cauce abierto, en su intersección con Av. Almafuerte, hasta su desembocadura en el río Paraná, aproximadamente a 5,4 kilómetros hacia el noroeste, presenta una diferencia de alturas de unos 62 metros. A partir de 1950, la ciudad de Paraná intensifica la densificación dentro del centro histórico y da inicio al proceso de extensión del suelo urbano por fuera de sus bulevares. Hacia el este, sector donde se ubica el caso de estudio, la ciudad crece a partir del trazado previo de avenidas y concesiones de 500 x 500 metros. En ese momento, la cuenca que hasta la fecha había tenido escasa o nula incidencia en el desarrollo de la ciudad, comienza a gestar una serie de problemáticas y desafíos que se prolongan hasta la actualidad. Debido a un crecimiento urbano ajeno a cuestiones geográficas e hidrológicas, y la sistemática ejecución de proyectos sectoriales que escapan de visiones integrales de carácter territorial, la ciudad ha avanzado sobre los arroyos sin la capacidad de poder establecer relaciones y situaciones social, física y ambientalmente benéficas entre lo natural y lo antropizado. Actualmente, las cuencas Antoñico, La Santiagueña y Las Viejas, se sitúan en zonas densamente pobladas. Como tales, comparten algunas dificultades y desafíos propios de una ciudad que atraviesa un doble proceso de contaminación y ocultamiento. Como capital política y administrativa, la ciudad de Paraná es atractora y receptora de flujos migratorios, los cuales muchas veces cuentan con escasa o nula posibilidad de acceso a la vivienda. Esto, sumado a la falta de reglas y normas precisas en consonancia con su matriz natural, hace que la ciudad pague las consecuencias. Para los recién llegados, los espacios de resistencia, ubicados por fuera de la cuadricula, a la espera de que le sea asignada alguna función, se presentan como suelo urbano accesible y disponible. Ello genera una retroalimentación que amplifica el problema. El proceso de urbanización informal, continua atrayendo a personas con las mismas condiciones socio-económicos, aumentando la vulnerabilidad y la población que por ello es afectada. Así mismo, incrementa la propagación de microbasurales y el aumento de conexiones clandestinas, convirtiendo a los arroyos en receptáculos de desagües cloacales e industriales y basura, evidente en gran parte de sus lechos a cielo abierto y desembocaduras.

A las fuertes alteraciones que causan estos procesos, se suman la quema de riberas y, sobre todo, una visión reductiva e ingenieril de falso progreso traducida en el entubado y canalización de estos cursos de agua. Muchas veces, este tipo de proyectos es abordado de manera parcializada, sin tener en cuenta la multiplicidad de factores y actores sociales que involucran, ni las consecuencias que este tipo de intervenciones podría llegar a tener en otras sectores de la cuenca. Por otra parte, los procesos de diseño a partir del cual se analiza y calcula este tipo de obras, basados en registros de precipitaciones históricas, suelen quedar obsoletos rápidamente debido a la celeridad de los procesos actuales y el cambio climático. Esto, genera un desanclaje con el período de vida útil utilizado para proyecta y construir este tipo de obras de corte ingenieril. Hoy en día, este tipo de tratamientos en arroyos y otros cursos de agua, es fuertemente cuestionado, tanto por la sociedad civil, como por ámbitos académico-científicos, incentivando la puesta en práctica de procesos de desentubado, con experiencias positivas en Dinamarca, Suecia, Holanda y otros países europeos. Lo que no hace mas que sustentar nuestra postura de disidir respecto a ese tipo de actuaciones. El entubado produce una disminución de la capacidad de transporte de agua, una limitante del caudal de escurrimiento al reducir sus posibilidades como cauce de superficie libre. Lo que sumado la progresiva impermeabilización del suelo urbano vinculada al proceso de urbanización, y la intesificación de las precipitaciones, prontamente los expone como insuficientes. Por otra parte, ademas de invisibilizar el riesgo hídrico, generando una falsa sensación de seguridad, su funcionamiento depende obras complementarias, como por ejemplo aliviadores, y tareas de control, limpieza y saneamiento periódicas, cuya puesta en práctica es dificultosa. Los entubados también generan la modificación de las dinámicas de los cauces, generando procesos de erosión de suelos públicos y privados. Al disminuir la sección de los mismos y conducirla por superficies lisas, las aguas salen con mayor presión y velocidad, afectando las barrancas, provocando su desgaste y el desprendimiento de los sedimentos que las componen. Desde el punto de vista ambiental, las canalizaciones también destruyen ecosistemas acuáticos y terrestres, atentando en la conservación de recursos naturales y paisajísticos, el patrimonio y la identidad local.

“[...] existe en la actualidad un fuerte movimiento de la sociedad civil organizada para que los arroyos y su entorno sean saneados e integrados a la trama urbana y al uso social cotidiano, con sus cauces y cursos de agua a cielo abierto, garantizando los ciclos del agua, interpretados como fortalezas para una ciudad diversa y ambientalmente sustentable.” (Cichero, 2017) En este sentido, entendemos que es fundamental emprender otro tipo de búsquedas que, al tiempo que resalten y exploten las características y oportunidades paisajísticas propias de estos corredores biológicos, generen conciencia social y educación, como condiciones necesarias para su cuidado y la continuidad de su funcionamiento en el tiempo. Ademas de su marcada presencia y de ser un elemento natural constituyente -de una ciudad que se jacta de ser la “ciudad paisaje“-, los arroyos permiten, desde su papel conector, establecer la relación entre hábitats diversos, vinculando la ciudad consolidada entre sí, y

55. Derrumbes y socavamientos en la zona de transición entre la cuenca media y baja.

La cuenca y su potencialidad como conector, autoría propia.

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en sentido transversal, a la ciudad con el río, exhibiendo su potencialidad como corredor capaz de fomentar la biodiversidad y brindar servicios ambientales. Servicios ambientales en relación a la calidad de vida, la calidad ambiental, la calidad biológica, las capacidades de apropiación y el interés cultural. Para ello, será necesario establecer criterios de conservación y gestión de la biodiversidad, mejoras del verde urbano -enmarcadas dentro de una planificación-, la recreación y restauración de hábitats, así como también el compromiso social, incentivado a partir de la difusión, la educación y la participación ciudadana. Del mismo modo, los arroyos representan una oportunidad para intentar equilibrar los efectos adversos de una ciudad de ribera, sumamente centralizada y volcada hacia el río, situación reflejada en la distribución de los espacios y equipamientos, públicos, colectivos y verdes. La diferencia sustancial entre estas cuencas, reside en la condición que la cuenca Las Viejas guarda en relación a los procesos de antropización. Mientras que los arroyos Antoñico y La Santiagueña, presentan un alto grado de intervención en sus desarrollos, con secciones entubadas y canalizadas, el fragmento urbano que hemos decidido abordar, aún conserva condiciones naturales y ambientales que la posicionan en un lugar de privilegio respecto a las otras, con la potencialidad de redefinir la relación entre los arroyos y la ciudad, proponiendo nuevas maneras de adaptación y convivencia que sirvan para desarrollos urbanos posteriores, sobre las cuencas mencionadas anteriormente y otras que aún no han sido absorbidas por la mancha urbana consolidada.

Panorámica Cuenca Las Viejas en su zona baja, arroyo Las Viejas, autoría propia, 2020.