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Revista Argentinos.es #95

EL MUSEO CHILLIDA LEKU, DESDE DENTRO

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LERNER, CALAMARO Y LUCIANO PEREYRA ANIMAN LA AGENDA DE CONCIERTOS

Editorial.

EL VIRUS DEL MIEDO

Perdonen ustedes que aquí también tengan que leer sobre el coranavirus. Siendo como es el tema de moda en todas las portadas, telediarios, tertulias y charlas de café y descansillo, nos vemos casi obligados a hacerle aunque sea una mínima mención en nuestras páginas. No hablaremos de cifras, de peligrosidad, ni de medidas preventivas, porque eso ya lo tendrán más que estudiado. Nos llama a nosotros más la atención cómo el miedo y la sinrazón se expande todavía más rápido que la enfermedad. Aunque no debería causarnos sorpresa, visto lo visto en el mundo que nos toca vivir.

Hecha la mención obligada, nuestra ferviente recomendación es que no se pierdan las historias que llenan este número. Como la de Alejandro y su primera visita a Argentina, la tierra de su padre. O la de David, que se ha ido dejándonos un montón de anécdotas sobre su tierra “de afecto”. Como siempre hay cine, música, teatro, diván, opiniones y el estreno de una nueva sección, ‘Desde dentro’, en la que descubriremos lugares que bien merecen una visita en España. Con o sin mascarilla.

Mi primera vez en Buenos Aires (parte 1)

Queremos compartir la experiencia de Alejandro Navarro, hijo de Norberto, fundador de esta revista que, a sus 39 años, visitó por primera vez Argentina en un viaje de trabajo

No sé ni por dónde empezar… Por fin tuve la gran suerte de viajar Argentina, por fin conocí buenos Aires. No fue un viaje de placer como hubiera deseado, sino por trabajo, pero fue una experiencia que jamás olvidaré. En las siguientes líneas no quiero describir ni enumerar los sitios que visité. Quiero compartir los momentos que más me llegaron al corazón. toda mi vida escuchando a mi viejo hablar sobre ella, sus rincones, sus increíbles y hermosos lugares, sus calles y boliches, su gente y sus costumbres… buenos Aires siempre ha estado presente en mi vida y por unas circunstancias u otras nunca pude visitarla. Como era de esperar, mis contactos con mi viejo antes y durante mi estancia en buenos Aires se multiplicaron por tres, dándome consejos, indicándome dónde ir y dónde no, donde tenia que comer sí o sí… Hasta me creó un documento Word de dos páginas con detalles, lugares, sitios, horarios… incluso me sugirió llevarme un chubasquero: ”Hijo, en buenos Aires en verano llueve, no es como acá”. un par de semanas antes de volar hablé con quien

seria mi contacto y compañero de trabajo en buenos Aires, Diego. Desde el primer momento mi trato con él fue meramente profesional, pero pasadas las semanas y después de varias conversaciones llegó la pregunta del millón: “Che Ale, ¿te gusta el fútbol? ¿vos de qué equipo sos?”. En ese momento Diego ya sabia que era hijo de argentino, por lo que mi respuesta fue sincera. Ni de boca ni de river, mi abuelo y mi padre siempre fueron hinchas de racing. mi sorpresa fue cuando al otro lado del teléfono oí a Diego decir… “¡No te puedo creer! sos hincha de la Academia!! yo soy abonado y siempre que puedo voy a la cancha. Este fin de semana juega racing contra independiente. ¿te animás a venir si consigo una entrada? mi respuesta fue rápida, “¡por supuesto!” No me lo podía creer… iba a conocer la cancha de racing y ver un clásico de Avellaneda. El vuelo Frankfurt-roma-buenos Aires se hizo eterno, pero no me importaba, sabía que me esperarían dos semanas de intenso trabajo, pero al mismo tiempo iba a conocer buenos Aires. me desperté en Porto Alegre, el comandante hizo parada de emergencia, un pasajero se encontraba enfermo y tuvieron que llevarlo a un hospital, los rumores y grupitos en el avión y la palabra Coronavirus no tardaron en sonar. Finalmente llegué a buenos Aires con casi tres horas de retraso y por suerte el remisero contratado para llevarme a la planta de mi empresa me esperó pacientemente con el cartelito en mano. menos mal, porque fuera hacía ¡35º con 70% de humedad! Al llegar a la planta con Diego era la hora de la comida, por lo que fuimos directamente a la cantina y allí mi sorpresa no fue ver que ese día había churrasco, sino que Diego me confirmara que era plato fijo y podía

comerlo todos los días! De nuevo Diego alegrándome el día y ya van dos, ¡fútbol y carne! la dos semanas en buenos Aires fueron simplemente indescriptibles, era como sentirme en casa, no dejar de recordar palabras y anécdotas de mi padre. En cada lugar, cada sencilla palabra que escuchaba con acento bien porteño veía a mi viejo. y claro, un jueves aparentemente soleado, cayó un chaparrón y me acordé del maldito chubasquero que tanto me había recordó. un día después de la lluvia, al volver del laburo, fuimos a cenar una pizza a El Cuartito, que en el Word venía como sitio obligado. En una de las calles que suben hacia avenida 9 de Julio, pisé una baldosa y me salpicó todo el pantalón… “me cago en su…”. De nuevo se aparece mi viejo y su recuerdo de buenos Aires, con las famosas baldosas sueltas los días de lluvia. Nadie me dijo lo “potentes” que eran las pizzas, así que lo que sobró me lo llevé en una caja y se lo di a un tipo que dormía en la calle. Aún recuerdo su cara de asombro y palabras de agradecimiento al ver la caja de pizza con tres porciones de la famosa fugazzeta de El Cuartito. El sábado iba a llegar uno de los días mas especiales, iba a ver a mi tía leticia, después de siete años. me desperté bien temprano, desayuné en el hotel y me fui

a comprar unas flores en la avenida Córdoba con Florida. una vez elegidas, al pagar con un billete de 500 pesos (las flores costaban 300) el tipo me mira y me dice: “la concha de tu hermana, por qué no me avisás”. Finalmente, un taxista de los que había allí aparcados nos dio cambio. me encontré con mi tía en el hall del hotel y nos fundimos en un abrazo inmenso. Se emocionó mucho al verme. tomamos un café y nos pusimos a andar sin rumbo fijo. Pasar el día caminando por buenos Aires junto a ella era para mí el día perfecto. Pero después de 30´ se paró y me dijo: ”Che, ¿dónde querés ir?”. Elegí Palermo, sin pensar ni saber el número de cuadras que teníamos que caminar. un taxi nos auxilió. Comimos en una parrilla con mucho encanto. mi tía se apresuró a decirme que no tenía mucha hambre: “yo, un churrasquito con ensalada y listo”. mi sorpresa y sonrisa fue oírla pedir un ¡bife de chorizo de 400 grs.! Durante la comida estuvimos hablando de mi viejo y su infancia en buenos Aires, de sus anécdotas, pero esta vez contadas por su hermana. Horas más tarde, la acompañé a la estación de tren de retiro. las lágrimas de mi tía al despedirnos me encogieron el corazón. Pronto me di cuenta que no lloraba de tristeza, lloraba de alegría por haber podido compartir este día conmigo. n (Continuará…) n