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Sin educación, la vida no se mantiene
Sin Educación, la vida no se sostiene
Quién no recuerda con nostalgia aquellos últimos días de clase, cuando el curso llegaba a su fin. Tiempo de compartir planes, sueños e ilusiones para el verano.
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Este año, hemos vivido todo lo contrario. Hace siete meses el curso terminó abruptamente. En el mes de marzo prácticamente toda la población estudiantil en el mundo tuvo su último día de clase de manera inesperada.
De la noche a la mañana nuestras casas, se convirtieron también en oficinas y en escuelas. Un lugar donde cuidarnos y desde el que cuidar, espacio de parada obligada y motivo de reflexión y de aprendizaje como sociedad.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos, que diría Neruda. No podríamos serlo. No deberíamos. Ahora miramos el mundo a través del prisma de la vulnerabilidad compartida, desde el dolor de nuestras propias familias. Quizá desde esa sombra hemos aprendido a reconstruir las razones que nos hermanan y a proponer nuevos esfuerzos para sanar el mundo de viejos enemigos como son el egoísmo y el terrible espejismo de omnipotencia.
Ahora tenemos la posibilidad y la responsabilidad de usar esos aprendizajes para producir cambios.
Aunque normalmente hablamos de crisis sanitaria, social y económica, me gustaría llamar la atención sobre la crisis educativa sin precedentes que estamos viviendo. Casi 1.600 millones de alumnos, en más de 190 países, según Unesco, se vieron afectados por el cierre de las instituciones educativas en el momento más álgido de la crisis.
Esta emergencia global educativa no afecta tan indiscriminadamente como nos parece. Una vez más los más afectados son los niños y niñas que ya vivían en situaciones de vulnerabilidad. Son estos, los más pobres entre los pobres, quienes primero se han quedado descolgados de su derecho a la educación. Y el cierre de escuelas agrava las desigualdades. Existe el riesgo de que 24 millones de estudiantes no vuelvan a la escuela en el año 2020, la mayoría en Asia Meridional, Occidental y el África Subsahariana.
En Entreculturas tenemos en marcha casi 200 proyectos educativos en 38 países a través de los cuales acompañamos a 230.087 personas. Nuestra experiencia es que sin educación, la vida no se sostiene. La educación es un derecho que abre puertas a otros derechos, es la principal herramienta para salir de la pobreza y para impedir que ésta se transmita de generación en generación.
Ahora, más que nunca, resulta crucial no dejar a nadie atrás. Soñamos con sociedades justas, pacíficas y sostenibles. Esto sólo será posible con una ciudadanía bien formada, consciente de la importancia del cuidado mutuo y la necesidad de respuestas comunes a problemas compartidos.
Si no apostamos por un enfoque educativo que sea capaz de atender a esta necesidad, estaremos dejando sin herramientas a las futuras generaciones, difícilmente preparadas para una vida que pide cada vez más atención al compromiso y la conciencia de ser ciudadanos y ciudadanas de un mismo mundo.
Por eso creemos que hoy, es indispensable redoblar la solidaridad global y los esfuerzos si queremos estar a la altura de

este desafío que amenaza uno de los principales derechos de la infancia: la educación. Sin ella, insisto, la vida no se sostiene.

Daniel Villanueva, sj. Vicepresidente Ejecutivo Entreculturas
