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Prólogo

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Epílogo

Epílogo

“7:25” marcaba el reloj de su muñeca.

Nerviosa apreciar más su paso entre la gente, llevándose algún par de insultos en el camino mientras repetía una y otra vez las frases: “perdón, lo siento, disculpe, con permiso”.

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Soltó un suspiro de alivio al escuchar las puertas cerrarse a su espalda, mientras las campanadas sonaban por todo el lugar anunciando la partida del tren.

Distraída avanzó un par de pasos dentro del transporte, hasta que el movimiento repentino de este le hizo tambalear, haciendo que se sentará de golpe mirando a los demás pasajeros.

Entonces escuchó retumbar en sus oídos los acelerados latidos de su corazón.

Ella no creía en la perfección, no sabía si sus ojos le estaban haciendo una mala jugada junto a su inmensa imaginación. Hasta por un momento pensó que seguramente se habría tropezado antes de llegar al tren y quizá se encontraba desmayada en media plaza, con su subconsciente merodeando por el mismo cielo, porque juraba que frente a ella se encontraba un ángel.

Pero aquel muchacho se veía tan real... y lo comprobó al sentir el dolor de su piel al ser pellizcada por sus dedos. Ese chico era de verdad.

Parecerá tonto que haga tanto escándalo por un hombre, pero es que en verdad con solo mirarlo se le había ido el aliento.

Nunca se había sentido así. Vamos, que el chico era un completo desconocido, pero uno que se le había quedado grabado a fuego en su mente.

Con pesadez quitó su mirada de aquel joven de cabello cenizo, pantalones negros, chaqueta de piel y mirada perdida, totalmente absorto de su alrededor, para acomodarse en su asiento esperando llegar a su destino.

Entonces se vio reflejada en aquella ventana detrás de él y la realidad le arrebató de un tiro todas sus ilusiones. Seguro aquel joven tenía a toda la ciudad a sus pies, alguien tenía que ser tonto para no quedar hechizado ante tal deleite visual. Mientras que ella... no se sentía nada. Sólo era otra chica común de ciudad, con una familia normal, camino a la universidad para así tener una vida promedio, no había mucha ciencia en eso.

Pero no pudo evitar pensar que, si fuera más guapa, y un poco más lista… quizá podría estar al nivel de aquel chico. Si fuera especial, si fuera de revista, como las chicas que seguro él frecuentaba, tal vez tendría el valor de cruzar el vagón y preguntarle: “¿Quién eres?”.

Parte 1

El sol se asomaba por los edificios dando a relucir un nuevo día que comenzaba y por primera vez Audrey caminaba tranquilamente entre las calles de Madrid.

Al llegar a la estación alisó un poco más su falda, había escogido la más bonita que tenía, se decía así misma que no había ninguna razón de trasfondo, pero la existencia de cierto chico de ojos verdes desmentía ese pensamiento.

No lo había podido olvidar, y muy en el fondo de su corazón esperaba volver a verlo, aunque sea una sola vez. Al acercarse al tren sus nervios aumentaron, hasta que lo vio, nuevamente ahí sentado mirando perdidamente por la ventana. Vaya que era perfecto, una luz que había iluminado su aburrida vida sin siquiera haberle dirigido la palabra.

Ella entró despacio al vagón y se sentó frente a él, observó como este soltó un bostezo tan suave como el de un pequeño gatito, dejando la marca de su cálido aliento en el vidrio, produciéndole un cosquilleo en el estómago e inundándole las pupilas.

Sonrió tiernamente y bajó la mirada apenada. Seguro desde otro punto de vista parecía una acosadora, pero le era difícil no prestar atención a cada movimiento que ejercía aquel joven.

Hasta el vaivén de su pecho con cada respiración le parecía extraordinario, todo él le parecía perfecto, demasiado para una chica como ella.

Desvió su mirada hacia el piso del lugar y se encogió en sí misma, aquellos pensamientos negativos volvían a hundir su poca autoestima.

Aquél par de hermosas esmeraldas nunca se fijarían en ella… o eso creía Audrey. Pero de pronto, como si él leyera sus pensamientos, el joven la miró curiosamente.

Ella al percatarse se quedó quieta, incrédula. Parecía un dulce juego de miradas curiosas sin fin, con un mensaje oculto que pedía a gritos ser descifrado.

El tiempo se detuvo, sólo existían ellos dos.

Entonces el fuerte sonido de una tos ajena los devolvió a la realidad, provocando que Audrey cerrará los ojos y diera fin al mágico momento.

El chico apartó la vista, mientras ella apenas podía respirar, se sentía tan pequeñita y frágil ante su presencia. Sus manos sudaban, literalmente solo le faltaba ponerse a temblar.

Parte 2

Y así pasaron los días, de lunes a viernes. Como las golondrinas del poema de Bécquer.

Siendo unos completos desconocidos, yendo de estación a estación, compartiendo su existencia frente a frente cada mañana.

El silencio parecía su única compañía, cualquiera diría que no había nada especial en ese lugar, pero uno nunca debe de subestimar el poder de una mirada.

Parte 3

Audrey frotó sus brazos buscando brindar un poco de calor hacía sí misma, el frío aire que corría esa mañana calaba hasta los huesos.

Se hizo paso ágilmente entre las personas hasta llegar a aquel lugar.

Estaba ansiosa de ver a Ashton. Sí, ese era el nombre de aquel imponente chico que se había ganado su atención... y poco a poco su corazón. Lo escuchó presentarse en algunas llamadas en las últimas semanas.

Se perdió un poco recordando, hasta que el sonido de un altavoz dando un aviso la aturdió.

Era demasiado tarde, el tren estaba a punto de moverse y a ella le faltaban un par de metros que recorrer aún.

Miró alarmada como las puertas se comenzaban a cerrar, tomó impulso comenzando a correr con euforia hacia las puertas del tren.

Y saltó.

Las puertas cerraron justo detrás de ella, feliz sonrió por haber logrado entrar pero al instante apretó fuertemente los ojos esperando el golpe contra el frío y no muy higiénico piso del tren. Sin embargo la abrazó una sensación totalmente diferente. No supo cómo ni cuándo había pasado, cuando se encontraba en el cielo entre un par de suaves y cálidos brazos que la habían asegurado.

Después de unos segundos abrió los ojos y miró hacia arriba encontrándose demasiado cerca de aquel par de intensos ojos verdes, provocando que el calor se acumulara en sus mejillas.

Abrió los labios lentamente. —A-Ash-Ashton... — pronunció su nombre tartamudeando. Se quedó helada, no sabía qué hacer. Él lentamente la soltó. Seguramente estaría pensando “qué chica más tonta” y ella deseó morir.

Enormemente apenada se levantó apresurada del regazo del muchacho, decidida a cruzar el pequeño pasillo para tomar asiento en el otro extremo, pero un suave agarre en su muñeca la dejó paralizada.

Era la mano de Ashton, su cálido toque le erizó hasta la última partícula de su ser. Él le sonrió amablemente, e hizo una seña al lugar vacío a su lado y ella aún bajo el hechizo de sus ojos le obedeció.

Y entonces sucedió.

El tiempo dejó de importar, las manecillas del reloj ya no giraban.

El chico de ojos verdes se acercó hasta su oído, diciendo suavemente: —Yo no te conozco y ya te echaba de menos. Cada mañana rechazo el directo y solo por ti, elijo este tren.

Un cosquilleo le recorrió desde la cabeza hasta la punta de sus pies.

No podía creer lo que acababa de pasar. ¿Lo había soñado? Esperaba que no fuera así, aunque realmente todo esto era demasiado bello para ser real.

Empezó a comparar su vida antes y después de conocerlo, era impresionante como la existencia de ese joven le había cambiado tanto la vida en tan poco tiempo. Una hermosa ilusión del primer amor. Llenando todo espacio en su mente y corazón.

Y más aquel día tan especial, un once de marzo.

Sintió como Ashton le tomaba la mano regresándola al presente y así, por fin empezaron a platicar animadamente, con algunos repentinos halagos de parte de él, provocando que el rubor llenara las mejillas de ella.

Pero el agudo silbido del tren acabó con la magia del momento, faltaba poco para llegar a su destino.

Miles de preguntas cruzaban la mente de Audrey en ese instante mientras se perdía en los hermosos ojos del muchacho y los hoyuelos en su tierna sonrisa. ¿Qué pasaría saliendo de ese tren? ¿Intercambiarán su información para mantenerse en contacto? ¿De una saldrían juntos? ¿Sería el inicio de algo hermoso o solo estaba jugando con ella?

Una caricia en su mejilla hizo que todas sus dudas se enfumaran. No importaba el futuro, ahora solo quería vivir el presente en compañía del chico a su lado.

Sin miedo ella entrelazó las manos de ambos, siendo correspondido su gesto, mientras llegaban a un túnel que apagó la luz.

Y un estruendo hizo eco en la estación.

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