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D O S S I E R D E N A R R A T I V A

MAURICIO FLORES / CHILE

RAOUL DOM / CHILE

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RUPERT / ECUADOR

VERÓNICA SANDOVAL ZENTENO / CHILE

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N O

U N A P A U S A E N T R E D O S L O C U R A S 3 4

-cesrojas,oscuridad,lucesrojas,cómoayudaadescansaramicerebroelsueño deunapistola,laimagendehumoblanco,laimagendesangre,muchasangreen mipolera,enmisbrazos,enmispantalones,enmipasamontañas,sangrequeno es mía porque no tengo dolor ni heridas, sangre vieja porque se adhiere con sequedadamipiel,esunodemissueñosrecurrentes,lapremonicióndeloque pasará si continúo eligiendo hundirme en la mierda por la tozudez de mis pretensiones,perocuáles,nisiquieraveoelrojo,sinoquealgoajenoamí,algo superior posee tal facultad, nos están rodeando, cállate, huevón, y sigue apuntando,sisomosrápidospodremosescapar,tengomiedo,quétedije,cállate, quéesesesonidotanmolesto,esunasirena,nodejadesonar,suvaivénconstante seclavaenmistímpanos,lapistolatiemblaenmimano,cajerasllorandelotro lado de las ventanillas, billetes salen de las cajas administradoras y entran a nuestrosmaletines,personasdeedadesvariadasenelsuelotapansusnucascon manostemblorosas,guardiasdeuniformesazulestambiénenelsuelo,conbalas envezdemanosenlasien,todograciasanosotros,últimaadvertencia,luces rojas,estánrodeados,desalojeneledificioconlasmanosenalto,laslucesdelas patrullassereflejanenlosvidrios,esdemasiadotarde,cállate,mierda,ysigue apuntando,esdemasiadotarde,demasiadotarde,serompeunventanal,unsonido explosivo,unabala,otramás,uniformadosverdesentranporelventanal,mucha sangre en mi polera, en mis brazos, en mis pantalones, en mi pasamontañas, Samuel,estásbien,Samuel,hermano,nodejesdemirarme,abrelosojos,Samuel, reacciona,Samuel,Samuel...

Elefectodelaspastillasdisminuyeylarealidadsevuelveprístina. Soyuncriminalparalosojosdelasociedad.¿Qué?¿Llamarmecriminalnoes como mirar a través de un espejo? ¡Sociedad descarada! Descarada ella y sus hijos, que se desentienden como artífices de mi prodigioso desarrollo. La sociedaddecidióquenopodíacuidarmepormímismoymeobligóavivirenun hogar, ella declaró que los profesionales de aquel recinto no guardaban predilecciones asquerosas por los niños, ella no me creyó cuando, después de añosdesilenciosacarga,dijelaverdad,mediolaespaldacuandonecesitabaun hombro,memarginójuntoamimalinterpretacióndeloshechos.Lasociedadme obligóahuir,¿oesqueesperabaqueaguantaraenelinfiernohastacumplir los dieciocho?Pensabaarrancarmesolo,eseera el plan inicial;si me llevé al Samuel y a la

Rayén conmigo fue porque eran recién llegados, porque no conocían los juguetes del tío Armando. La sociedad nos tachó de escoria, nos redujo las posibilidades a una. Nos empujó a patadas, sin ensuciarse las manos, a los negocios rápidos de la población. Pero no estás inmaculada, sociedad, toda tu alma está condenada a pudrirse dentro de una prisión de sangre oxidada. Estoy en el hospital siendo vigilado día y noche por psiquiatras, psicólogos y enfermeros. No me dejarán ir por un buen tiempo, por lo menos hasta que se aclare por qué le disparé al Samuel. ¿Qué? ¿Dispararle al Samuel? ¿Qué acabo de pensar? Yo no lo hice, jueza, soy inocente. Te lo juro, Rayén. ¿Por qué le haría daño a mi hermano? ¿Para qué querría su sangre empapando mi polera, mis brazos, mis pantalones, mi pasamontañas? Fue otra persona, lo sé, su bala fue la que atravesó el ventanal y se alojó en su estómago, no la mía, lo podrías describir, sí, no, lo recuerdo muy bien, uniformados blancos entran por el ventanal roto, uno de ellos porta dos granadas, otro un vaso de agua, se abalanzan contra mí y me quitan la pistola, me aprietan las muñecas, las obligan a juntarse en mi espalda, suéltenme, qué haces, suéltame, no me abras la boca, tío Armando, vuelve a obligarme y te mato, te lo advertí, suéltame, no lo llames, el agua no, me ahogo, el líquido sale por mi nariz, las granadas cruzan mi garganta, estoy tendido en una superficie lisa, parece suelo, no puedo abrir los ojos, las granadas revientan en mi estómago, Samuel, estoy en el suelo, Samuel, ayúdame, diles que paren, estoy mareado, mi cabeza da vueltas, qué dices, tu voz se siente cada vez más lejana, como reverberando en una pieza sin muebles, cuál voz, cuál de todas, por qué dije eso, qué fue lo último que dije, por qué no puedo responder, por qué no puedo conectar conmigo, qué sucede con mi cuerpo, qué sucede con mis sentidos...

Por Mauricio Flores Chile

E L T R E N D E L A S

D U N A S D E

C O N C N

Estoy en medio del tren, en las alturas de la ciudad, cerca de los restos de las dunas milenarias que nadie sabe cómo han sido formadas. En el atardecer, existen muertes inexplicables en la caseta donde estoy encerrado con dos secretarias, está anocheciendo y no logramos salir de este lugar, ellas gritan desesperadas el sol se pone sobre un hermoso horizonte, nadie nos ve, afuera se asoma una oficinista que susurra con una voz tenue, “jóvenes, por favor, salgan... ha llegado el momento, no tengan miedo, vengan conmigo...”.

Experimentamos un terror abyecto, al lado mío las dos mujeres han gritado, llorado, están descontroladas, yo estoy pálido, resignado, mi corazón late a destiempo, a punto de salir del pecho, estoy desolado, no veo salida posible, no entiendo cómo llegamos acá y no veo salida alguna, nuestra muerte es inminente. La puerta se abre sutilmente, y la oficinista nos lleva de la mano, vemos manchas de sangre en la puerta de la caseta, no sabemos dónde nos lleva, al salir del lugar, nos damos cuenta que estamos en una oficina en una ciudad intermedia entre Quillota y Concepción, con el aspecto del barrio Las Condes en la dictadura de 1973. No tenemos carnet de identidad, nadie nos conoce y no sabemos cómo volver a un Concón que jamás ha existido, deberemos enfrentar una dictadura eterna y la democracia no llegará jamás.

Por Raoul Dom Chile

Por Rupert Ecuador

En los esfuerzos de mi porfía de querer ser musculoso y ganar algo de dinero por medio de una misma forma: serruchando madera, veo pasar frente a mí una mariposa con colores no tan llamativos a simple vista, pero que al observar detenidamente es una maravilla, hablo de una mariposa de alas color verde con bordes negros, cabeza grande con ojos llamativos, y se posa en una planta cercana.

Pienso por un momento que se irá espantada por los ruidos que genera el serrucho al entrar en contacto con la madera, pero me doy cuenta que van más de 10 minutos ahí y ni se inmuta, por lo que me acerco a verla y contemplar su perfección, no perdí tiempo y la fotografié por muchos ángulos, me sentí tan afortunado de poder contemplar el esplendor de la mariposa sin tener que hacer mayores esfuerzos, tal vez estaba cansada de un largo viaje; para al final generar la idea de que podría capturarla en un frasco y así tener algo especial conmigo, pero recordé a la vez que si hago eso, imito a los que dirigen los zoológicos, en otros términos: le privaría de su libertad, la estaría encerrando por un crimen que no ha cometido.

Por lo que desisto de mi idea, y después de un momento la curiosa mariposa remonta su vuelo hacia el norte, desapareciendo entre los edificios que están frente a mi casa.

L A C H I S P A

En una noche sin luna, ni estrellas, por allá por el año cuarenta llegó a este mundo la Chispa. Dos cabezas juntas se dibujaban en la pared del dormitorio matrimonial de Prudencio Hidalgo y Raquel Retamal El hombre a los ronquidos, despertaba de cuando en cuando a su mujer, la que alargaba el oído hasta la pesebrera. Por esos días, la Totora, una yegua muy silenciosa, iba a parir. Un suave murmullo le avisó a doña Quela que venía llegando la cría. Se levantó y acudió en su ayuda. Al rato regresó al dormitorio.

-¡Prudencio, levántese oiga! Ayúdeme con la bestia que no pue ’ e parir. Apúrese.

Tres hijas tenían, pero el hombre anhelaba un varón, por lo mismo le hacía empeño a la tarea, cosa que satisfacía en complacencia a doña Raquel, según sus propias palabras.

-¡Prudencio Hidalgo, levántese ahora le dicen, si no quiere que esta yegua le pegue una patá en lo hocico!-

El hombre conocía el carácter firme de su mujer. Si lo llamaba con el apellido, era mejor apurar el tranco. La siguió a regañadientes. Cuando llegaron al corral, la Totora agonizaba , pues la bestia en parición no se acomodó y salió apuradita, con las patas traseras y la cola por delante, como le habría contado a todo el pueblo don Prudencio, tiempo después. Doña Quela iluminaba de cerca, con un chonchón, la vulva de la Totora.

-¿Estará muerta la cría Prudencio? Tírale pa’juera hombre por Dios, hace algoEl hombre agarró con fuerza las largas y finas patas de la cría que en partes venían envueltas en una membrana rosada. El tierno y delicado animal se deslizó hacia la vida sin que Prudencio Hidalgo tuviera que hacer el más mínimo esfuerzo.

-Viste mujer, apriende, así se saca una bestia “deh’adentro” de otra bestia.-

-Es yegüita, balbuceó doña Quela con tristeza.

La potranca, a los pocos minutos de alumbrada, intentó pararse, pero sus piernas eran tan largas y finas que no lo conseguía. La mujer acongojada se deshacía en intentos por ayudarla.

Don Prudencio intentando ser una ayuda, le dijo a su mujer:

-Anda a acostarte mejor será, a ver si después del sueño te agarro más cariño.-

-Ya me voy’ire dormir, pero antes te quiero decir algo Quelita mía.El hombre que estaba de manos en la cintura, suspiró levantando los hombros y prosiguió hablando -No tengai pena por la Totora mujer, ella nos dejó esta potranca. ¿Y sabís qué? Tiene una cosa poderosa la bestia. ‘ Íjate que cuando le agarré las patas me dio como un tiritón juerte en toh’el cuerpo.-

-¡Prudencio! Cuando yo recién la vi, me dio una cosa rara también, no podía ni hablare. Tiene una chispa la potranquita-

-¡Chispa! Ese nombre “ta güeno”. - Dijo don Prudencio, rascándose la cabeza.

-Hablando de nombre Prudencio, anda pensando en uno, porque no creo que nos salga hombrecito.-

El hombre, la tomó por la cintura y acariciándole el vientre le susurró al oído:Puchas que sería lindo Quelita, un Hidalgo chico, puchas que sería bonita la cosa.-

-Bonito sería que dejarai de tomar. Le reclamó la mujer.

-Si sale varón, dejo de tomar, te lo prometo Quela, aquí delante de la Chispa, palabra que no tomo nunca más.- Pero el hombre no cumplió su promesa.

Prudencio Segundo Hidalgo Retamal, nació en su casa de adobe, siete meses después que la Chispa. Su padre celebró su nacimiento con gran largura. Tres días y cuatro noches se quedó en El Racimo, la cantina del pueblo Montaña del Trueno, ubicado muy cerca de Hualqui.

A Gundito lo criaron su madre, sus hermanas y la Chispa. Esta última se comunicaba desde el comienzo con el niño Las demás hembras de la casa se dieron cuenta de su sordera un poco más tarde. El padre cuando ellas se lo contaron.

A los tres años la yegua aprendió a hincarse y él se montaba sobre su lomo. Los ojos de la Chispa eran del color del sol y los de Gundo eran miel. A lo que es mirá’s se entienden, decía de ellos doña Quela. El padre no hablaba de su hijo.

La Chispa y Gundo siempre estaban juntos. En el verano cabalgaban hasta la linda laguna del pueblo Ella se adentraba en el agua para beber, pero también para que los pies del niño rozaran el frescor de la Flor de Piedra. El pueblo admiraba a la yegua y se compadecía de Gundo. Cosa que ellos dos ignoraban del todo, para su propia complacencia.

Cuando el padre se demoraba más de dos días en la cantina. La Chispa iba hasta El Racimo y lo traía de vuelta. Ahí don Prudencio le hablaba a la yegua de su hijo y le pedía al animal que no lo dejara solo. Protégelo tú Chispa. A ti te quiere. Le decía.

Tres días llevaba en la cantina don Prudencio cuando pasó lo de la Chispa Gundo tenía diez años y llevaba uno en la escuela. Ya había aprendido a leer y a escribir. Su madre le puso en un papel ese día: - Baiga con la Chispa a uscar a su paire, ayer lo mandé y no me hiso juisio.- El niño la miró con tristeza y respondió asintiendo con la cabeza: Está al parir la llegua no la corra, le recordó la mujer en el papel. Cuando iban saliendo, doña Quela le pasó al niño una pilgua con dos tarros grandes y otro papel que decía Don Lucho, por fabor dos tarros miel, pago a fin mes El día era un horno, el sol hacía bailar la tierra y sobre ella, a su vez, danzaban reflejos de agua. Cuando llegaron a la casa de Don Luis, encontraron las trancas abiertas. El niño amarró a la Chispa bajo la sombra de un árbol y caminó en dirección a la casa. Cuando iba pasando por delante de las colmenas, una guardiana le picó en la oreja y Gundo comenzó a saltar y a retorcerse, manoteando para espantar a las abejas La yegua al verlo comenzó a agitarse El niño corría asustado, ya lo habían picado cuatro abejas en la cara y manos. La Chispa que corcoveaba, se soltó y corrió hasta donde estaba Gundo. Dos abejas picaron en los párpados al animal, haciendo que se encabritara. El niño seguía manoteando. La yegua bufaba y se sacudía a su alrededor como para espantarle las abejas. Varias se le fueron encima picándole el hocico y las orejas. La bestia se encabritó otra vez y de una patada dio vuelta las colmenas. Una nube de abejas se abalanzó sobre ella Sus ojos y los del niño se encontraron por última vez El animal salió corriendo en dirección a la laguna. Don Luchito que había escuchado el alboroto desde su casa, ubicada al fondo del sitio, venía raudo a ayudar al niño. Le indicó a Gundo que se fuera a su casa. El niño musitaba, lloraba, gritaba, pero en la forma silenciosa y contenida de los sordomudos El hombre volvió a señalarle que se fuera a su casa. El niño corrió en dirección opuesta, pasó de largo por su casa y llegó hasta la cantina a buscar al padre.

La Chispa se desplomó a metros de llegar a la laguna Cuando don Luis la encontró la yegua jadeaba despacio, había cientos de abejas muertas a su alrededor. Los esfuerzos que hacía por respirar le indujeron el parto. Dos finas patas y una cola asomaban de sus adentros. El hombre agarró firme las patas de la cría y las jaló con fuerza. El potrillo estaba vivo y era idéntico a su madre. La laguna Flor de Piedra y el hombre fueron los únicos testigos de cómo se iba apagando chispa de vida, pero también de cómo se encendía otra.

El padre que nunca se había podido comunicar con su hijo al verlo comprendió lo que pasaba. Lo tomó de la mano y juntos salieron corriendo. Corrieron y corrieron hasta que llegaron a donde estaba la Chispa. Al hombre se le había pasado la curadera. Adiós Chispa, fueron las últimas palabras que le dijo a la yegua. Luego le hizo un gesto al hijo para que se acercara. Gundo se abalanzó en un abrazo sobre el cuello del animal y en el silencio quedaron flotando sus palabras de despedida. Todos en Montaña del Trueno afirmaron que desde ese día

Don Prudencio Hidalgo había dejado de tomar

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