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Estilos de vida adormecedores

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Entre distracciones y confusiones se mueven muchas veces las vidas de aquellos que miran la realidad desde lejos y no alcanzan comprender las causas y consecuencias de los hechos. Aunque aparentan ser muy gratificantes, las continuas distracciones de la realidad no favorecen nuestra madurez humana y las que vienen del mundo que nos rodea suelen ser facilitadas por quienes pretenden controlar con sus ofertas nuestras motivaciones y deseos. Igualmente se han instalado entre nosotros unas confusiones que provienen en gran medida del ritmo de vida que vamos asumiendo como normal o conveniente.

En nuestra etapa de cinéfilos escuchamos a muchas personas advertir que no iban al cine a “hacerse problemas”, vale decir, la vida es muy complicada, la mía no es a lo que aspiro, así que no iré a ver películas que insistan en traumas de relaciones, problemas sociales, vidas truncadas... Era también la época con muchos cuestionamientos del arte como compromiso, de los procesos educativos y culturales como generadores de proyectos de vida y libertad.

Todo esto viene a propósito de la necesidad que tenemos como seres humanos de hacernos conscientes de las transformaciones del mundo que nos rodea. Si no deseamos ser meros espectadores en el teatro de la vida, nos toca asumir posturas muy concretas de presencia y escucha, agudizar el ver y oír activos, como modos de aprender a vincularnos en la búsqueda de fraternidad y solidaridad. Más allá de los terraplanistas que niegan datos de la experiencia y de las ciencias, por ejemplo; o de los que asumen acríticamente concepciones que por sentido común deberían descartarse, encontramos otros planteamientos que se respiran en el ambiente sociocultural que, en el caso de los creyentes del Dios de la vida y del amor, serían rechazables para la mentalidad y la práctica social de su fe.

Los estilos de vida adormecedores embotan la mente y al momento de hacer juicios, nos saltamos el sentido de la realidad y nos expresamos o actuamos pasándole por encima a criterios y valores de la fe, tales como el respeto a toda persona por su dignidad, la compasión por los que andan en la riesgosa aventura de alcanzar una vida digna, lugares de los más importantes donde se juega nuestra adhesión al Dios de Jesús y su proyecto para el mundo.

LA IGLESIA HOY | Ángel Morillo

El CELAM extiende proceso de escucha de la asamblea eclesial

El Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam) ha anunciado la ampliación del periodo de escucha de la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe en atención a la solicitud de varias Conferencias Episcopales y de otras organizaciones que están participando activamente en el proceso.

Además “teniendo en cuenta las sugerencias recibidas, así como el actual contexto de pandemia en el que nos encontramos, la Presidencia del CELAM ha decidido extender el proceso de escucha, hasta el 30 de agosto de 2021”. “Casi dos meses más, a fi n de promover una participación más amplia que permita recoger las voces del Pueblo de Dios que peregrina en nuestro continente”, apuntaron.

El itinerario continúa. De igual forma, han señalado que “el Comité de contenido junto al de escucha, comenzarán a trabajar desde el mes de junio, tal como lo hicieron en el proceso de preparación, para garantizar la sistematización oportuna de todos los aportes del proceso de escucha”.

Rumbo a los 7 años de Laudato Si’ Dignifi car y Valorar la Ecología Integral

Lic. Jovanny Kranwinkel

jovannyk@gmail.com

Este año hemos celebrado los 6 años de la publicación del primer texto de doctrina social enfocado especialmente en el cuidado de la naturaleza de lo que el Papa Francisco llama nuestra “Casa Común”.

Nos llena de alegría y satisfacción tener esta herramienta doctrinal para los que tenemos la sensibilidad desde la fe de cuidar la naturaleza que como decía San Francisco de Asís “es nuestra hermana”.

Así como los creyentes hemos dignifi cado y santifi cado diversas ramas de las ciencias humanas, nos toca hacer lo propio con la ciencia que estudia y realiza las acciones necesarias para conservar la salud de los ambientes naturales de la vida en el planeta.

Una ecología integral

Muchos tienen ideas erradas de la línea de trabajo social ecológica de la Iglesia Católica. El Papa con razón le ha llamado una “Ecología Integral”, pues es evidente que no siempre ha sido así, sino que incluso hay quienes buscan un interés material o sesgado ecológico, creando muchas veces ideologías sociales más que procesos integrales de conservación natural.

Esta encíclica vino a unifi car el criterio de los que hemos sentido la vocación de cuidar lo que por fe sabemos, que Dios es el creador de todo. El espacio físico donde viven las especies vivas fue hecho con mucho esmero y perfección. De los 6 días que el Señor trabajó haciendo la creación y con la constancia de que fue “bien hecho”, según el libro del Génesis, 5 días duró haciendo la “Casa Común” y un día para hacer el hombre.

El Ser humano recibió todo en orden y con la encomienda de “sembrarlo y cuidarlo”. El verbo “cuidar” justo es la motivación que desde la fe nos llama a analizar, como lo cuidamos y con qué acciones lo descuidamos.

El Papa Francisco acaba de anunciar un tiempo especial para celebrar un

CARITAS DOMINICANA

a los 60 años

Activa en la ayuda humanitaria de los más necesitados

Santo Domingo. Caritas en República Dominicana, una de las más de 160 Organizaciones Miembros que conforman la Confederación de Caritas a nivel mundial, es una organización perteneciente e integrante de la Conferencia del Episcopado Dominicano y forma parte de las estructuras de la Iglesia Católica en las dos Arquidiócesis y nueve Diócesis, más una Ofi cina Nacional quien ejerce su rol de coordinación, animación, acompañamiento y supervisión de toda la red. La labor en toda la red se concentra en acciones, mediante proyectos de desarrollo y de respuesta a emergencia y programas de servicios diversos a las comunidades más empobrecidas y vulnerables a la cuales llegamos a través de las Caritas diocesanas, de las parroquias y demás estructuras de Pastoral Social. Tenemos una cobertura y presencia permanente en todo el territorio nacional.

Caritas Dominicana en Pandemia Covid-19

Ante la llegada del COVID-19 a nuestro país, Caritas activó su plan de emergencias ante un evento inédito, preparando la respuesta para llevar alivio a las comunidades más empobrecidas. El Plan Social de la Presidencia solicitó a la Iglesia Católica su apoyo y Caritas Dominicana fue designada para tal propósito, integrándose de inmediato a colaborar en la distribución de raciones alimenticias en todo el territorio nacional. Adicionalmente se orquestó una Campaña de Captación de Recursos (efectivo y en especie), contactando a organizaciones internacionales y nacionales donde se obtuvo respuesta de Plan Social, Price Phylanthropies, Food Fort he Poor, Cross Catholic, Aprender y Crecer de PriceSmart, Molinos Modernos, HYTORC CARIBBEAN LLC, Caritas Española, Caritas Internationalis, PRONACIÓN-Taiwán, entre otros. Con relación al COVID 19 el número de familias benefi ciadas reportadas a la Ofi cina Nacional de Caritas Dominicana en 2020 es de 210,412 entre la distribución de las raciones del Plan social y la Red Caritas. El efectivo donado, más las donaciones en especie fueron utilizadas en la preparación de Kits de Alimentos y Kits de Higiene, distribuidos en las comunidades más empobrecidas y donde no llegaba la ayuda humanitaria estatal y privada, sumando entre las dos 15,072 donaciones.

Caritas Dominicana en el año 2021

Cada año, Caritas realiza gestiones de ayuda basado en sus ejes estratégicos de acción, que son salud, educación, economía y Agropecuaria, medio Ambiente, gestión de riesgos y emergencias (MAGRE), infraestructura, asistencia humanitaria y fortalecimiento institucional. En lo que vamos del 2021, se entregaron 76 casas del proyecto RECUP Norte, se está dando continuidad al proyecto de Seguridad Alimentaria en 12 Comunidades de siete Diócesis, proyecto financiado por Caritas Española y que se ha fortalecido aún más a través de Food for the Poor como Co-financiador. Continuamos cumpliendo con nuestra Misión de ayuda humanitaria a los más necesitados y para tales fines hemos seguido recibiendo y distribuyendo raciones alimenticias. Además, se está elaborando una nueva campaña de recaudación para la cual le invitamos a realizar sus aportes contactando nuestra Oficina Nacional o contactando directamente a las Caritas Arquidiocesana o Diocesana que esté en su territorio. Agradecemos a Dios y cada miembro de su Iglesia por ser parte de la caridad a los más necesitados.

Sagrado Corazón de Jesús, fuente de vida para el mundo

P. Osiris Núñez, msc

osirismsc@hotmail.com

Desde tiempos muy antiguos Dios nos hizo la promesa de darnos un corazón como el suyo, un corazón que esté fundamentado, al igual que el suyo, en el amor. El profeta Ezequiel nos dice: “Les daré un corazón nuevo, pondré dentro de ustedes un espíritu nuevo. Les quitaré del cuerpo el corazón de piedra y les pondré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu en ustedes, para que vivan según mis mandatos y respetar mis órdenes” (Ez 36, 26-28). Dios nos envió a su Hijo, el cual fue crucifi cado y su corazón traspasado; de este corazón traspasado brota el amor de Dios para todos los hombres. De aquí es que surge la espiritualidad del Corazón del Jesús, desde el cual surgen para la vida de todos los hombres la esperanza y el perdón, la fi delidad y la salvación.

La vivencia de esta espiritualidad del Corazón de Jesús nos lleva a una profunda interiorización de nuestra persona, en donde nuestra vida se moldea conforme al Corazón de Jesús. Esta transformación nos hace personas nuevas, con un corazón nuevo y con un espíritu nuevo. Esta es la base de la implantación del Reino de Dios en el mundo: una conversión sincera, desde lo profundo del corazón de cada ser humano.

Primero tenemos que bajar a las interioridades de nuestras almas, de nuestros corazones, para ver nuestras profundas necesidades personales, de vida, de amor y del sentido de las cosas; esto es, ser sincero conmigo mismo, como dice el Salmo 50: “Oh Dios, crea en mi un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu fi rme”; pedir y desear con sinceridad que nuestro corazón, que nuestra vida sea transformada por Dios. Luego tenemos que encontrar en el Corazón de Jesús, por medio de la fe y de la refl exión, las respuestas a nuestras

propias interrogantes, o sea, en las profundidades de su personalidad, donde el anhelo del hombre y la benignidad de Dios, se funden en una encarnación redentora. En seguida, moldeados por estas fuerzas, nuestro propio corazón será un corazón comprensivo, que estará abierto, que vibrará y se entregará a nuestros hermanos en Cristo.

Todo esto es en vista a la realización del Reino de Dios, en cual solo se puede entrar con un corazón nuevo, dispuestos a obedecer a Dios desde lo más hondo de nuestro ser. Lo decisivo es esta transformación radical de nuestro corazón. Dios busca reinar en el centro más íntimo de las personas, en ese núcleo interior donde se decide su manera de sentir, de pensar y de comportarse. Jesús lo ve así: nunca nacerá un mundo más humano si no cambia el corazón de las personas; en ninguna parte se construirá la vida tal como Dios la quiere si las personas no cambian desde dentro. “El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca lo bueno, y el malo, de su mal corazón saca lo malo”. Jesús quiere tocar el corazón de las personas. El reino de Dios ha de cambiar a todos desde su raíz, desde su corazón. Solo hombres y mujeres de corazón nuevo harán un mundo nuevo.

La espiritualidad del Sagrado Corazón de Jesús, con su insistencia en el amor personal de Dios, en el amor humano y divino de Cristo, siempre ha conservado a través del tiempo, un tono personal en la vida cristiana, a pesar de las tendencias humanas a una insistencia exclusiva en la ley y la obligación, a una separación de lo sobrenatural de humanamente personal. El símbolo de la vida, el corazón humano del Cristo resucitado, el corazón atravesado en la cruz ha sido un resumen vivo del amor de Dios por los hombres y una invitación a devolver este amor con una entrega personal viva.

Valor de la Comunión

P. Juan Tomás García, msc

tomigapi@gmail.com

La palabra “comunión” nos hace recordar en primer lugar la unión sacramental del cristiano con Cristo mediante la participación en la Eucaristía. El término griego del Nuevo Testamento más cercano a este signifi cado es la “Comunión con la sangre de Cristo”; “Comunión con el cuerpo de Cristo” (1 Cor 10,16).

La comunión la crea el Espíritu del resucitado, presente en la Iglesia y en cada uno y cada una de sus miembros. El mismo Espíritu está actuando en todos nosotros. Él crea a la Iglesia, le da su fuerza, le infunde su dinamismo, la unifi ca y la vivifi ca permanentemente. El crea la comunión, la comunidad del Espíritu. Su primera acción es construir la comunión eclesial. Los seguidores de Jesús creemos que somos creados para vivir en comunión: para ver y ser vistos, para conocer y ser conocidos, y para amar y ser amados por Dios y los demás. Durante la pandemia del Covid-19 y el distanciamiento de los demás, nimos en la Santa Misa, es conveniente que cada año tengamos la alegría de celebrar una fi esta dedicada a este Misterio de la Fe para expresar en plenitud nuestra adoración a Cristo, que se entrega como comida y bebida de salvación. Pero comulgar el Cuerpo de Cristo signifi ca también abandonarnos con confi anza a Él. Se trata de aceptar a Jesús en lugar del ‘yo’. De esta forma, el amor gratuito recibido por Cristo alimenta nuestro amor por Dios y por los hermanos y hermanas que encontramos en el camino de cada día.

La comunión con Dios y entre nosotros es fuente de gracia. Llevamos muchos años hablando sobre la comunión, sin que se evidencien las prácticas que acompañan dichos diálogos. La comunión se vive y viviéndola se incrementa. Cristo extiende su amistad a todos, sin rechazar a nadie. Nos muestra la comunión con Dios como un camino de salvación. Los que a aman a Cristo sobre toda la tierra forman en su seguimiento como una gran comunidad de amistad. A esta comunidad se le llama comunión. Animemos procesos de comunión:

1. Comunión en el amor

Ámense unos a otros, en este amor todos reconocerán que son mis discípulos (Juan 13, 34). No es posible vivir la fe en solitario. La fe nace cuando hay una experiencia de comunión, cuando se descubre que en Cristo se encuentra la fuente de una unidad sin fronteras. ¡Si las comunidades cristianas, los grupos, los movimientos y pastorales, se convirtieran cada vez más en lugares de amistad! En expresiones de cariño y preocupación sensibles. Lugares acogedores donde nos sostuviéramos mutuamente, atentos a los más débiles, los extranjeros, a los que no comparten nuestras ideas… fuera mucho más evidente la comunión. Intentemos escuchar a los jóvenes, discernir y acoger lo que ellos pueden aportar a comunidad local, y sensibilizar a los mayores. Tenemos que proponer, y contar con los otros para vivir espacios de comunión.

de la Iglesia y de la Eucaristía, por un buen tiempo, sabemos que Dios no se ha alejado, todo lo contrario, nos ha inspirado a vivir, desde la comunión espiritual, la solidaridad, a estar en comunión con él y con nuestros hermanos más necesitados que nosotros. Este tiempo también ofrece una oportunidad única para atraer a otros a esta comunión e intimidad con Dios y con los demás.

En medio de la pandemia estamos invitados a redescubrir y profundizar el valor de la comunión que une a todos los miembros de la Iglesia. Unidos a Cristo, nunca estamos solos, sino que formamos un Cuerpo del cual Él es la Cabeza. Esta unión se nutre de la oración, pero también de la comunión espiritual con la Eucaristía, una práctica muy recomendable cuando no es posible recibir el Sacramento. Lo digo para todos, especialmente para las personas que viven solas.

En una conmemoración del Cuerpo y la Sangre de Cristo, el Papa Francisco ha dicho que comulgando nos acercamos más a Cristo, quien nos convierte en parte de su Cuerpo místico. Que aunque cada domingo nos reu-

2. Comunión fraterna más allá de lo “normal”

Lo que hacen con uno de los más pequeños, conmigo lo hacen (Mt 25,40), nos dice Jesús

Colombia como espejo del necesario pacto social

P. Pablo Mella Febles, sj

pablomellasj@yahoo.es

Nuestro hermano país de Colombia ha experimentado durante el mes de abril de 2021 una auténtica sacudida social. Creemos que lo vivido recientemente por los colombianos puede servir de espejo de la realidad dominicana. Aunque los procesos de distintas sociedades nunca son idénticos, pueden ser comparables. Al ser testigo por los medios noticiosos y los mensajes de personas amigas de los acontecimientos colombianos he concluido que quienes convivimos en suelo dominicano podemos aprender mucho de la realidad colombiana.

Esta convicción fraguó al recibir por WhatsApp una carta pública fi rmada por los rectores de las principales universidades colombianas, fechada el 5 de mayo de 2021. En brevísimas palabras, los rectores hacen una radiografía de la situación que paso a comentar, destacando las grandes similitudes que percibo con la realidad dominicana. Hasta cierto punto, el estallido social de Colombia puede tenerse como una alarma de alerta acerca de la posibilidad de un estallido similar en nuestro país, pues las dinámicas de ambas naciones participan de una dinámica regional común a toda América Latina.

Los rectores colombianos fi rmantes de la carta comienzan expresando un reconocimiento al movimiento social que ha protagonizado las manifestaciones de protesta que sacudieron el país sudamericano la última semana de abril y los primeros días de mayo de 2021. Este reconocimiento resulta muy importante, pues los organismos de seguridad colombianos habían respondido a las protestas tirando a matar. En la segunda semana de mayo, se contabilizaban diecinueve muertos y cientos de heridos por causa de las protestas, así como docenas de desaparecidos.

Sin embargo, este reconocimiento del movimiento social no llevó a los rectores a hacer una lectura romántica de la protesta. La llamada al diálogo se hizo urgente y se exigió el respeto a la propiedad privada legalmente usufructuada. El diálogo que proponían los rectores tenía que señalarse por estas cualidades: amplitud, inclusión y honestidad. Ojalá lo mismo se cumpla en nuestro país en los procesos anunciados recientemente para un pacto social. No se puede decir que la lista de convocados a la UASD el martes 18 de mayo para el pacto social responda a esos criterios; llama a preocupación además la retahíla caótica de temas a pactar. Nuevamente, la gran población dominicana, la que no pertenece a centrales sindicales desgastadas ni al sector empresarial gremialista, quedó excluida.

Los rectores colombianos propusieron para el diálogo seis puntos clave que están entrelazados. Los describieron como “temas estructurales”. Creemos que el pacto social que necesitamos en República Dominicana debería abordar prácticamente los mismos puntos.

1. Pacto fi scal y desarrollo económico y social incluyente. Se trata de diseñar y poner en práctica una política fi scal basada en auténticos acuerdos sociales y políticos. Esta fi scalidad no puede responder al discurso neoliberal que nos rodea

P. Miguel Ángel Gullón, op

miguelgullon@dominicos.org

Son las bellas palabras que nuestro Pastor, Mons. Jesús Castro Marte, pronunció con fuerza en la celebración de la solemnidad a la Santísima Cruz. Transcribimos parte de su homilía: “… tienen una devoción muy rica y muy tradicional… hay muchas cruces que tenemos que superar… una de ellas es la gran cruz que está sufriendo El Seybo a nivel de los campesinos. Yo creo en las leyes, creo en la estructura, que lo ajeno no se puede tocar pero también hay miles de campesinos cuyo color forma parte de la tierra por el tiempo que están cultivando la tierra. Hago un llamado especial a las autoridades, a las asociaciones, que traten de buscar una solución buena y viable a los campesinos. Que si legalmente forman parte y tienen el tiempo en esta tierra, no maltraten la dignidad y la justicia de tantos campesinos que trabajan la tierra en este lugar y están partiendo de la legalidad porque no estoy de acuerdo con el desorden. Partiendo de la legalidad, el tiempo que están en la tierra tengan cuenta las autoridades, las asociaciones, porque son seres humanos que han cultivado la tierra. Que el machete, que los árboles, que la yuca, que el maíz, que el plátano, que el cacao ha formado parte integral de su vida. A muchos le sobra y otros simplemente viven de lo que les cae, de las migajas de la mesa de los amos. Y, a veces, los amos tienen muchos poderes. Yo pienso que un poquito de conversión y un poquito de Dios, que estos campesinos que están en el campo legal, tienen tiempo, sean sensibles y busquemos la solución viable para esta situación…”. Mons. Jesús Castro toma el testigo del primer obispo de esta joven diócesis, Mons. Juan Félix Pepén, el cual escribió la carta pastoral “El problema agrario y sus soluciones”. Tomamos esta carta por la gran fuerza que tiene a pesar de haber sido escrita hace más de 50 años. Comienza diciendo cómo a la Iglesia le preocupa la suerte económica de nuestros campesinos, porque quien carece de lo necesario para una vida digna, de ordinario no está en condiciones

El color de los campesinos forma parte de la tierra

de ser un buen cristiano”. Es cierto: a Jesús de Nazareth le dolía ver a tantas personas que no tenían qué comer y por eso multiplica los panes y los peces para que nadie pasara hambre. Todavía los “Peregrinos de El Seybo” siguen esperando con paciencia la tierra de la cual se les sacó violentamente hace tres años, destruyendo sus casas y cultivos, padeciendo torturas y apresamientos y la muerte violenta del niño Carlitos. El pasado día 1 de mayo recorrieron la avenida principal “Manuela Díez” reclamando su derecho a la tierra a la vez que, ataviados con azadas y machetes, simulaban su trabajo en el asfalto por la falta de tierra. Fueron escuchados atentamente por la Gobernadora, Irene Martínez, la cual ha apoyado siempre y se comprometió a dar seguimiento a su lucha. El equipo de Radio Seybo ha refl exionado sobre el problema de la tierra y siempre concluye en la imperiosa necesidad y el sueño de una tierra repartida y compartida porque como decía Mons. Pepén: “el monocultivo asfi xiante que ha trastornado totalmente la vida social y económica de esta región. El mal uso de la tierra, usada extensivamente contra todos los principios de la técnica agrícola y de la comunidad social” son injusticias que claman al cielo. Nos pueden tildar de instigadores de las invasiones hacia la propiedad privada pero nunca más lejos de la realidad. Lo que hacemos es seguir el Concilio Vaticano II en cuya encíclica Gaudium et Spes (nº 71) precisa el concepto de propiedad privada de esta manera: “la propiedad privada tiene también por su misma naturaleza una función social que se funda en la ley del destino común de los bienes. Cuando esta índole social es olvidada, la propiedad fácilmente se convierte en múltiple tentación de ambiciones y graves desórdenes, de manera que se da pretexto a sus impugnadores para poner en tela de juicio el mismo derecho”. Por tanto, el Bien Común siempre está por encima de toda propiedad privada. Y Bien Común es todo aquello que favorece una vida digna para todas las personas, en especial para los preferidos de Jesús, de aquellos que nuestra sociedad deja al borde del camino. Subrayamos y nos unimos a las palabras de Mons. Pepén: “teniendo a la vista la situación concreta de nuestro agro, insistimos en algo de importancia vital: campesino dominicano, no luches solo, así quedarías indefenso. Únete a tu hermano campesino en sindicatos o ligas y entrégate a una acción que ha de liberarte de las trabas que se oponen a tu progreso”. En este sentido todas las asociaciones campesinas de la provincia de El Seybo y de la región oriental se están reuniendo para formar una coordinadora que haga posible una unión duradera y que la lucha por la tierra tenga más fuerza. El papa Francisco nos inspira: en un discurso en julio de 2015, en su visita a Bolivia, señalaba: «La Biblia nos recuerda que Dios escucha el clamor de su pueblo: “las famosas tres T”: Tierra, techo y trabajo para todos nuestros hermanos y hermanas. Son derechos sagrados. Vale la pena luchar por ellos. Que el clamor de los excluidos se escuche en América Latina y en toda la tierra». Seguimos soñando despiertos, nos mueve la utopía del Reino y lucharemos para que se cumpla la voluntad de Dios que movió desde siempre a las personas: la tierra prometida, la tierra que Dios da en herencia a sus hijos para que mane leche y miel.

Tres obstáculos para la oración

Siguiendo las líneas del Catecismo, en esta catequesis nos referimos a la experiencia vivida de la oración, tratando de mostrar algunas dificultades muy comunes, que deben ser identificadas y superadas. Rezar no es fácil: hay muchas dificultades que vienen en la oración. Es necesario conocerlas, identificarlas y superarlas.

El primer problema que se presenta a quien reza es la distrac-

ción (cfr. CIC, 2729). Tú empiezas a rezar y después la mente da vueltas, da vueltas por todo el mundo; tu corazón está ahí, la mente está ahí… la distracción de la oración. La oración convive a menudo con la distracción. De hecho, a la mente humana le cuesta detenerse durante mucho tiempo en un solo pensamiento. Todos experimentamos este continuo remolino de imágenes y de ilusiones en perenne movimiento, que nos acompaña incluso durante el sueño. Y todos sabemos que no es bueno dar seguimiento a esta inclinación desordenada.

La lucha por conquistar y mantener la concentración no se refi ere solo a la oración. Si no se alcanza un grado de concentración sufi ciente no se puede estudiar con provecho y tampoco se puede trabajar bien. Los atletas saben que las competiciones no se ganan solo con el entrenamiento físico sino también con la disciplina mental: sobre todo con la capacidad de estar concentrados y de mantener despierta la atención.

Vigilar, rezar, para combatir la distracción

Las distracciones no son culpables, pero deben ser combatidas. En el patrimonio de nuestra fe hay una virtud que a menudo se olvida, pero que está muy presente en el Evangelio. Se llama “vigilancia”. Y Jesús lo dice mucho: “Vigilen. Recen”. El Catecismo la cita explícitamente en su instrucción sobre la oración (cfr. n. 2730). A menudo Jesús recuerda a los discípulos el deber de una vida sobria, guiada por el pensamiento de que antes o después Él volverá, como un novio de la boda o un amo de un viaje. Pero no conociendo el día y ni la hora de su regreso, todos los minutos de nuestra vida son preciosos y no se deben perder con distracciones

Esta es la distracción: que la imaginación da vueltas, vueltas, vueltas… Santa Teresa llamaba a esta imaginación que da vueltas, vueltas en la oración, “la loca de la casa”: es una como una loca que te hace dar vueltas, vueltas… Tenemos que pararla y enjaularla, con la atención

Un discurso diferente se merece

el tiempo de la aridez. El Catecismo lo describe de esta manera: «El corazón está desprendido, sin gusto por los pensamientos, recuerdos y sentimientos, incluso espirituales. Es el momento en que la fe es más pura, la fe que se mantiene fi rme junto a Jesús en su agonía y en el sepulcro» (n. 2731). La aridez nos hace pensar en el Viernes Santo, en la noche y el Sábado Santo, todo el día: Jesús no está, está en la tumba; Jesús está muerto: estamos solos. Y este es el pensamiento-madre de la aridez.

En la aridez, a veces bien, a veces mal

A menudo no sabemos cuáles son las razones de la aridez: puede depender de nosotros mismos, pero también de Dios, que permite ciertas situaciones de la vida exterior o interior. O, a veces, puede ser un dolor de cabeza o un dolor de hígado que te impide entrar en la oración. A menudo no sabemos bien la razón. Los maestros espirituales describen la experiencia de la fe como un continuo alternarse de tiempos de consolación y de desolación; momentos en los que todo es fácil, mientras que otros están marcados por una gran pesadez. Muchas veces, cuando encontramos un amigo, decimos. “¿Cómo estás?” – “Hoy estoy decaído”.

Muchas veces estamos “decaídos”, es decir no tenemos sentimientos, no tenemos consolaciones, no po-

Ministerio de Pedro y Pablo

La tradición cristiana siempre ha considerado inseparables a San Pedro y a San Pablo: juntos, en efecto, representan todo el Evangelio de Cristo. El Papa Benedicto llamó a estos dos apóstoles “patronos principales de la Iglesia de Roma”. Cada 29 de junio se celebran juntos, constituyendo esta fi esta una de las mayores celebraciones para los cristianos.

Pero también hay varias otras coincidencias entre estos dos santos. La primera, que ambos son considerados fundadores de la Iglesia de Roma. De hecho, Jesús le dijo: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edifi caré mi Iglesia”. En tanto, Pablo es reconocido como el apóstol de los gentiles y pasó el resto de su vida anunciando la Palabra de Dios, fi el a Cristo y a su Iglesia.

Testigos de Jesús

Testigos de vida, testigos de perdón, testigos de Jesús: son los apóstoles San Pedro y San Pablo, que nunca se cansaron de anunciar, de vivir su misión y de dar testimonio de Cristo “hasta el fi nal”, entregando su vida “como mártires”, señala el papa Francisco resalto la vocación y ministerio de ambos apóstoles

Desde la tierra de Jesús hasta Roma los santos apóstoles dieron testimonio del Cristo Viviente. Y ¿por qué testigos de vida? El Papa Francisco señala que aunque sus vidas “no fueron cristalinas y lineales, ambos eran de ánimo muy religioso”, pues Pedro fue “discípulo de la primera hora”, y Pablo “defensor muy celoso de las tradiciones de los antepasados”.

Pedro y Pablo, dos pecadores arrepentidos

Aun así, ambos “cometieron grandes equivocaciones”, observó Francisco. Pues “Pedro llegó a negar al Señor, Pablo persiguió a la Iglesia de Dios”. Ambos “fueron puestos al descubierto” por las preguntas de Jesús: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?» (Jn 21,15); «Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?» (Hch 9,4).

«Pedro se entristeció por las preguntas de Jesús, Pablo quedó ciego por sus palabras. Jesús los llamó por su nombre y cambió sus vidas. Y después de todos estos sucesos confió en ellos, en dos pecadores arrepentidos. Podríamos preguntarnos: ¿Por qué el Señor no nos dio como testigos a dos personas irreprochables, con un pasado limpio y una vida inmaculada? ¿Por qué Pedro, si estaba en cambio Juan? ¿Por qué Pablo y no Bernabé?»

El Señor no hace milagros con quien se cree justo

La gran enseñanza en esto, explicó el papa Francisco, es que “el punto de partida de la vida cristiana no está en el ser dignos” pues, por otra parte, “con aquellos que se creían buenos, el Señor no pudo hacer mucho”. Esto porque “el Señor no hace milagros con quien se cree justo, sino con quien se reconoce necesitado”.

«Él no se siente atraído por nuestra capacidad, no es por esto que nos ama. Él nos ama como somos y busca personas que no sean autosufi cientes, sino que estén dispuestas a abrirle sus corazones. Pedro y Pablo eran así, transparentes ante Dios».

El perdón nos permite comenzar de nuevo

Los Santos Apóstoles – prosiguió el Papa – comprendieron que la santidad no consiste en enaltecerse sino en abajarse, no se trata de un ascenso en la clasifi cación, sino de confi ar cada día la propia pobreza al Señor, que hace grandes cosas con los humildes. Y el secreto que los sostuvo en sus debilidades fue “el perdón del Señor”.

Dra. Miguelina Justo

miguelinajusto@gmail.com

Las emociones[i], como la alegría, el miedo, la rabia y la sorpresa, son patrones de respuesta complejos y universales, a través de los cuales, las personas intentan adaptarse a una situación. En el caso en particular de la tristeza, el estímulo que la evoca es la pérdida. Desde esta perspectiva, se entiende la tristeza como una reacción natural ante la pérdida de algo o de alguien valorado. Las emociones pueden servir de base a los sentimientos, los cuales son representaciones mentales de estos estados fi siológicos, totalmente subjetivas y particulares, los cuales se ven infl uenciadas por la cultura.

Las emociones parecen desempeñar un rol importante en la supervivencia de los seres humanos. Los cambios en expresiones y gestos, servían como señal para que los primeros seres humanos pudieran descubrir el mundo y adaptarse al mismo. Por ejemplo, la emoción de asco[ii], puede ser una señal que le indicara un potencial peligro de toxicidad, permitiendo así que otros no estuvieran en riesgo. De igual manera, la tristeza puede ser una señal para los demás, y para la persona misma. Cuando alguien ve que otro parece triste, una reacción se produce en su interior. Por lo general, esto le motiva a ayudar, a ser más generoso[iii]. De igual manera, la tristeza produce cambios en la persona que la experimenta, pudiendo facilitar la refl exión, el silencio, que solo es posible en la soledad. Investigaciones interesantísimas han demostrado que cuando las personas se sienten tristes, tienden a ser menos sesgados en sus juicios sobre quienes les rodean y son capaces de recordar con mayor precisión detalles pasados[iv].

Sin embargo, la forma en la cual la tristeza es percibida puede que promueva su ocultamiento. El temor a ser juzgados podría contribuir a que alguien que se siente triste prefi riera contener las lágrimas y continuar hablando, como si nada estuviera pasando, como si por dentro no estuviera lloviendo a cántaros, y fuera necesario un refugio donde guarecerse hasta que escampe. Una investigación reciente podría confi rmar este temor. Los resultados obtenidos por Schoofs y Claeys[v] revelaron que la comunicación verbal de la tristeza aumentaba la empatía del público hacia las personas que dirigen organizaciones durante un período de crisis, lo que tenía una infl uencia positiva en la reputación de la institución. Sin embargo, el expresar tristeza también resultó en una reducción de la percepción de la competencia de esta persona, lo cual afectaba negativamente la reputación de la empresa. El considerar que la tristeza

La tristeza,

la gran incomprendida

es un signo de debilidad, puede llevar a la persona, paradójicamente a un ahondamiento de este sentimiento, el cual se alimenta, entonces, de la percepción de incapacidad. Sin quererlo así, se allana así el camino a la depresión, un estado de persistente de pena, el cual viene acompañado de una difi cultad para experimentar placer y gozo.

Como una nube gris ocupa el cielo, la tristeza se hace espacio en el cuerpo y también en la mente. Transforma el rostro, ocupa la garganta, el pecho, los hombros e incluso el estómago. Hay cambios hormonales. La tristeza es una experiencia corporal y sensorial, también. La tristeza es azul, gris o negra. Su sabor, amargo o salado. La tristeza transforma los pensamientos y la conducta. La memoria se agudiza, la atención se concentra en algunas pocas imágenes y la producción de nuevas imágenes mentales se ralentiza, tal como sucede con los movimientos corporales.

La tristeza puede, incluso, brindar placer a nivel estético[vi]. Resulta innegable el éxito de poemas, nove-

“¡Que la escuela vaya bien!”

Los 4 pilares del “Espíritu de Fe” (II)

Desde el primer round quiero apostar fuerte a las palabras de San Pablo en el Areópago de Atenas: “Dios no está lejos

de ninguno de nosotros, pues en El vivimos, nos mo-

vemos y existimos” (Hechos 17, 28). Y a las de San Juan: “Porque mora con ustedes y está en ustedes” (Juan 14, 17). Esta realidad infi nita y admirable, más auténtica y cierta de lo que a primera de vista se nos antoja, es muy estimada y querida, esencial y prioritaria, en la espiritualidad lasallista, pues es herencia preciosa para los Educadores de cualquier fe y religión, que nos llega de la sabiduría de JBDLS. Me lo digo y repito a diario: Dios no es el Dios externo y lejano, solitario y ensimismado, autorreferencial y autista, a quien de vez en cuando hay que despertar para que nos atienda y nos eche una manita y, por si las moscas, para asegurar su beneplácito, buscamos intercesores que nos faciliten llegar a él. ¡¡¡¡No y mil veces no.!!!! Dios proactivo -el buen Dios que es amor- afi rmando lo que existe y existirá, la realidad conocida y por conocer, sosteniéndola, pues es el fundamento, la matriz de todo lo visible y lo invisible. Dios que nos envuelve: encima y abajo, a la derecha y a la izquierda, detrás y delante… Y Dios dentro de nosotros. Dios que nos habita en lo más límpido de nuestro jardín interior donde acostumbra a pasear silencioso… Machaco una vez más para que no haya duda: Estamos en Dios y Dios en nosotros. No estamos solos y nunca estaremos solos. JBDLS en sus escuelas, desde un principio, promovió el recuerdo de la presencia de Dios. Cada media hora, un alumno decía: “Acordémonos de que estamos en la santa presencia de Dios”. Y seguían unos segundos de silencio. Actualmente, a la invitación, se responde: ¡Adorémosle! Y se deja ese instante de recogimiento. En algunas instituciones la tradición de la presencia de Dios se realiza “a toque de campana”. ¡En cada ámbito de la Escuela, el alumno señalado proclama el “Acordémonos…! Es en ese momento que se hace el milagro de un silencio absoluto… ¡Me sigue emocionando la experiencia! Esta práctica tricentenaria no pretende que maestros y discípulos se “pongan” en la presencia de Dios, como quien se tumba al sol en la playa para dorarse, sino que tomen conciencia, caigan en la cuenta, de que en su interior y allí donde están: aula, patio, administración, secretaría, limpieza de los pasillos, en fi n, en la actividad que realizan, Dios está presente, realmente presente -subrayo su “presencia real”- bendiciendo, sosteniendo, alentando, empujando, santifi cando a quienes ha elegido, consagrado y enviado a abrir caminos a su sueño y proyecto -la fraternidad universal- mediante el servicio educativo de los pobres. Hablamos, pues, de un “realismo místico”. La Escuela se convierte en espacio de salvación por la vivencia de la presencia de Dios, “origen, vigor y meta de los sonoros ríos de la vida”. ¡Es la Educación la Obra de Dios y también nuestra Obra! La práctica de la Presencia de Dios en la Escuela trae consigo tres aspectos que me gustaría compartir: 1.-El hábito de la presencia de Dios le sirve al educador a modo de tregua para “REUNIFICARSE INTERIORMENTE”. Lo saben ustedes por experiencia y si no, se lo imaginan, aunque no es lo mismo: ¡educar no es fácil! Hay que tener coraje y entusiasmo para entregarse a este ministerio. Hora tras hora, día tras día, mes tras mes, año tras año… Educar es una tarea que exige al Educador, como a los caballos de carreras, estar en tensión continua, o sea, atentos a cuanto ocurre y no ocurre en el aula, en el patio, en… Educar es relacionarse con personas y qué más cuesta arriba que las relaciones humanas, máxime si se trata de niños y jóvenes… Insisto, esa breve pausa del recuerdo de la presencia de Dios es ocasión para el educador de volver sobre sí mismo y retomar la posible dispersión en que estuviere y aconsejarse a sí mismo: ¡Tranquilo, Pedro, respira hondo, relaja músculos, enfoca tu mirada, reconoce a esos niños y jóvenes como tus hermanitos y ya sabes: En medio de ellos como el que sirve!

2.- La presencia de Dios es disponer de un paréntesis para “REORIENTARTE HACIA DIOS” Como los “tiempos muertos” -para nosotros “tiempos vivos”- en un partido de básquet. Y preguntarte por quién o por qué estás haciendo lo que haces; preguntarte por el signifi cado y la orientación de tu tarea; preguntarte si te buscas a ti mismo o si eres efectivamente para tus alumnos; preguntarte por tu entrega y servicio absolutos… En una palabra, si la motivación profunda de lo que eres y quieres llegar a ser, de lo que haces y decides llegar a hacer, es “Dios”. Es entonces que aprovecharás ese tiempito para orar, con una antífona sencilla que repetirás a lo largo de la jornada y que te funciona como bastón en el caminar diario. Unos ejemplos: “Pase lo que pase, que me pase contigo, Señor”. “Cuenta conmigo, Señor”. “Para ti es mi música, Señor”. “Padre, me ponto en tus manos”. “Juntos andemos, Señor” …

3.- El rito del “Acordémonos de que…” recuerda a los Educadores que son -¡atención, mucha atención!- “PRESENCIA DE DIOS”, sacramentos de Dios, mediación de Dios, para los alumnos y las alumnas de su escuela, colegio o universidad. Los niños y los jóvenes a través de su Educador, Educadora -compasivos y misericordiosos, cercanos y atentos, amorosos y exigentes, fraternales siempre- entenderán en su mente y acogerán en su corazón al verdadero Dios, que es el Dios Amor. “En la invocación ‘Acordémonos…’,

los Educadores cristianos encuentran a la vez la SEGURIDAD de la presencia constante del Dios trinidad y la LLAMADA a ser, en Jesucristo, mediadores de su amor”. (R. 64.1)

Don Ignacio Miranda

funda.huma.inte@claro.net.do

Reforma Fiscal, es una expresión que aparece cada cierto tiempo. Muchas personas tienden a rechazarla, porque la experiencia es que el sector público la convierta en incremento de los impuestos a los consumidores, apoyado por organismos internacionales que fi nancian la deuda externa, y que solo les interesa que le paguen.

Los economistas comprometidos con la verdad de esta ciencia humanística, desvirtuada por sectores de poder, saben muy bien que la política fi scal contiene dos estructuras fundamentales: la tributaria y la fi nanciera; vale decir, ingresos y egresos.

Una reforma fi scal en función del desarrollo tiene que fundamentarse en la equidad integral que represente un equilibrio entre los principales agentes económicos, que son los trabajadores, las empresas, los consumidores y el Estado. Esto exige la cooperación de todos ellos, según su capacidad para crear riquezas en función del bien común.

Los trabajadores: producir con laboriosidad; y las empresas, como principales empleadoras, pagar con justicia distributiva los trabajadores, justicia social para los consumidores, y entregar puntualmente al Estado, los impuestos tanto directos como indirectos.

Los consumidores: asociarse para adquirir los bienes y servicios que satisfagan sus necesidades reales, combatiendo y rechazando las carencias fi cticias que, como el juego de azar, el consumismo y otros vicios, que son antivalores inútiles para elevar su calidad de vida integral.

Reforma fi scal con equidad integral

El Estado: establecer las cargas impositivas a las empresas y a las personas, según sus benefi cios e ingresos, por una parte; y, por la otra, fi nanciar los gastos e inversiones públicos, con austeridad, para llenar su rol de rector del bien común.

La Reforma Fiscal, debe estar en función del desarrollo y, por tanto, no necesariamente se alcanza incrementando el ingreso, sino también disminuyendo los egresos que no están orientados a cumplir su fi n.

Muchas personas creen que desarrollo es equivalente a crecimiento; y no es así. Más aún, puede haber desarrollo sin crecimiento, y hasta con su disminución, dependiendo del grado de participación de los agentes económicos.

Algunos artículos y titulares de periódicos recientes, revelan las diferencias y contradicciones de “expertos” y representantes de organismos fi nancieros internacionales, acerca de los requerimientos necesarios para mejorar la situación económica de nuestro país.

Yo creo que lo conveniente sería que los conductores de nuestra sociedad, a partir de los padres y madres de familia, los dirigentes de los cuerpos intermedios, los empresarios, los comunicadores, los dirigentes políticos, estatales y religiosos, actúen de manera coherente entre el discurso y las acciones, con un estilo de vida en armonía con los valores de nuestra identidad nacional, que fi nca sus raíces en nuestros símbolos patrios y el Juramento Trinitario.

Los realistas pragmáticos, que encarnan los antivalores de la improvisación y el comportamiento efímero, llaman utopía al valor del realismo ético, enraizado en la excelencia y la sostenibilidad.

Sin embargo, por poco seamos, estamos construyendo la esperanza de las generaciones futuras y encarnando la honradez de saldar la deuda de lo que nos proporcionaron nuestros antepasados.

Por pequeño que sea el número de quienes crean en la excelencia del presente y en la sostenibilidad, en materia económica, la oferta es proporcional a la demanda. Una sola persona que no demande un producto, disminuye la oferta.

La educción integral, especialmente en los valores de la economía, en que la mayoría de los productos son de consumo efímeros, los conductores de la sociedad, comenzando por la familia, los maestros y los comunicadores, podrían servir de “areópagos modernos” creadores de efectos multiplicadores.

Pasión por Jesús y pasión por su pueblo

El punto central de la visión tanto del Papa Francisco como del Padre Chevalier es lo que entienden como “misión” o, la palabra a menudo utilizada por los últimos Papas, “evangelización”. Lo mismo que el Padre Chevalier, el Papa Francisco insiste en que los cristianos han de tomar parte en la misión de Jesús en el mundo. Para ellos dos, la “misión” o “evangelización” ha de representar un papel vital en la Iglesia y en la vida de todo cristiano.

El Papa se refi ere a la “misión” como “una pasión por Jesús, pero a la vez una pasión por su pueblo” (Alegría del Evangelio n. 268). Ya hemos hablado de la gran pasión del P. Chevalier por Jesucristo. En todos sus escritos presentaba a Jesucristo como el modelo de nuestra vida y misión tanto en la Iglesia como en la sociedad. Y nos invita a contemplar con toda atención a Jesús y su vida pública, a fi n de poder seguirle en su misión. ¿Qué es lo que vemos? “Vemos su Corazón que se vuelca en cada infortunio, en toda suerte de miseria, moral y física”. Toda la bondad que Jesús derrama a su paso, todos sus milagros son otras tantas efusiones de la inefable bondad de su Corazón” (El Sagrado Corazón 1900 p. 9). En la misma obra, Chevalier se refi ere al signifi cado de esta “inefable bondad” de Jesús, afi rmando: “Bondad es el amor gratuito”. Citando al P. Lacordaire OP, un célebre predicador de su época, escribe: “Es bueno aquel que ama por la sola felicidad que encuentra en amar”. El Papa Francisco ve esto como la más pura motivación para evangelizar. Escribe: “Sólo aquel que busca el bien del prójimo y desea la felicidad de los demás, puede ser un misionero”. Esta apertura del corazón es fuente de felicidad, pues “Mayor felicidad hay en dar que en recibir” (Hechos 20:35). Y el Papa señala a las numerosas personas que son “misioneras” justamente por cumplir con sus deberes cotidianos. “Ahí tenemos a enfermeras con alma, a profesores con alma, a políticos con alma; personas que han tomado la fi rme decisión de estar con los demás y para los demás” (Alegría del Evangelio n. 272-273). Y podemos añadir que también vemos a padres e hijos con alma, a sacerdotes, religiosos y a toda clase de trabajadores con alma. Esta es la gente, dice el Papa, que vive con “un corazón atento a los demás” (Alegría del Evangelio n. 282). Es la gente que “se da generosamente” (Alegría del Evangelio n.274). En el capítulo 5 de Alegría del Evangelio, el Papa los llama varias veces “Evangelizadores llenos del Espíritu Santo”.

Momentos de meditación

“¿No es instructivo que la formación espiritual de los primeros discípulos tenga lugar cuando Jesús va caminando?

En efecto, los discípulos aprenden actuando. Así crece su comprensión de este Dios de amor, este Dios de compasión, este Dios que ama la justicia, este Dios que todas las cosas las hace nuevas, participando como observadores activos y transmisores de compasión, justicia y novedad. Y, claro, necesariamente, se detienen con Jesús para meditar, hacer preguntas (a veces estúpidas) y rezar. Pero la aventura espiritual contada en los cuatro Evangelios no tiene lugar en el santuario; ocurre en el camino, en compañía de mendigos, prostitutas y leprosos”.

Jack Jezreel “To love without Exception” (Amar sin excepción)

Oneing, Vol. 4 No. 1 p. 51-52.

San José en la Biblia

P. William Arias

wilarias4@hotmail.com

El Papa Francisco ha querido que, en este año tengamos muy presente la fi gura de San José, el cual tiene varios títulos en la Iglesia, tales como: esposo de la Virgen, custodio del redentor, obrero y otros, pero en la Biblia encontramos uno, que podría decir es abarcador de los demás, y ese es el título de justo.

El evangelio de Mateo es el que más nos habla acerca de José, Lucas un tantito y no más. Ambos lo ubican al principio, en los conocidos evangelios de la Infancia, y luego no lo vuelven a presentar más. Mateo lo ubica como descendiente de David (1,1-17), que estaba desposado con una joven llamada María que resultó estar embarazada antes de estar juntos (1,18), que tuvo una visita en sueños de un ángel, que le anuncio la naturaleza del embarazo de su prometida (1,20-23), que huyo con el niño Jesús a Egipto para protegerlo de Herodes (1,13-15), al regreso del exilio se establece en Nazaret con el niño y su madre (1,23). Lucas señala su nombre (1,27), lo ubica subiendo a Belén para empadronarse en un censo con María (2,4-5), y luego habla de él como el padre admirado por lo que se decía de Jesús (2,35), y fi nalmente en plural, asociado a la madre María en sus visitas al templo (2,41).

Lo que más resalta en todo esto es lo expresado con anterioridad de que a José se le da el título de justo en Mateo 1,19. Esta era una fi gura muy apreciada y comentada en el Antiguo Testamento. Al primero que se le da ese título es a Noe (Gn 6,9), y se añade que era perfecto entre su gente, también a Dios se le reconoce como justo (Ex 9,27); David en principio es reconocido también con este apelativo (1Sam 24,17), pero donde se desglosa más toda una teología del hombre como justo ese en los libros sapienciales y en los Salmos, se le presenta como el creyente por excelencia; se busca dar una respuesta a cuál es la suerte del justo en este mundo, qué le toca, qué le corresponde mientras este entre los hombres, llegando a la conclusión en el libro de la Sabiduría, que la recompensa fi nal del justo no está en este mundo, no se le eximirá de los sufrimientos de los hombres, sino que su recompense fi nal está en las manos de Dios (Sab 3,1-12).

Pero para el israelita de los tiempos de José el justo era el hombre fi el a la ley, el que cumplía fi elmente los preceptos de Dios expuestos en la torá, la ley; cuando moría no bajaba al sheol, el lugar de los muertos, sino que directamente llegaba al lado de Dios. Tal parece que un judío así era José, y por eso lo destaca Mateo, ya que escribe para una comunidad judía que bien conoce de estos asuntos. Jesús tras su muerte es catalogado como justo y por eso está al lado de Dios, lo mismo puede decirse de José en clave judía.

En este año josefi no, me parece que el Papa quiere que seamos tan justos como José, sobre todo en lo concerniente a nuestras familias, que demos y hagamos lo que tenemos que hacer en ella, que coloquemos en el centro de nuestras vidas la voluntad de Dios y no la nuestra, lo que él quiere con nuestra gente querida y que como José actuemos en consecuencia. Así como él supo cuidar a Jesús, que también cada uno de nosotros tenga cuidado con las cosas del Señor y con lo que el quiere y desea, que no nos olvidemos de los más pequeños socialmente, los pobres, los Jesús de hoy, como José que no descuidó y abandonó al pequeño Jesús.