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TESOROS de la GUARDIA REAL 132
LA ESCOLTA Y LA GUARDIA PRESIDENCIAL DE LA II REPÚBLICA
Así quedó configurada la seguridad de la Jefatura del Estado tras la salida de España del rey Alfonso XIII
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Brigada Miguel Ángel Pérez Rubio. Sala Histórica de la Guardia Real
Tras el exilio del rey Alfonso XIII, la II República despierta con un espíritu legislativo reformador que refleja las ilusiones renovadoras del equipo de gobierno; una frenética actividad traducida en órdenes circulares y decretos para construir el nuevo Estado. Solo dos días después de la marcha del rey en dirección a Cartagena y con rumbo a su exilio en Roma, se decreta por Orden Circular de 16 de abril de 1931, Diario Oficial del Ministerio de la Guerra n.º 85, la disolución de la Escolta Real y el Real Cuerpo de Alabarderos «por no ser necesarios sus servicios», quedando su personal en situación de disponible forzoso en la Primera Región Militar.
Por Orden de 28 de agosto de 1931, Diario Oficial del Ministerio de la Guerra n.º 192, se crea un escuadrón de caballería, encargado de la escolta del presidente de la República, así como de la de los ministros plenipotenciarios y embajadores extranjeros en España. Se denominará Escolta Presidencial y dependerá administrativamente y en cuanto al servicio del jefe de la Casa Militar del Presidente, de quien recibirá directamente sus instrucciones y que, por su proximidad a palacio, se va a alojar en el emblemático cuartel del Conde Duque.

Bandera de la Guardia Presidencial. Museo del Ejército
La guardia exterior del Palacio Real —que cambiará su denominación a Palacio Nacional y será la sede de la Presidencia de la República— se sigue llevando a cabo con regularidad por la guarnición de Madrid; no así la ceremonia del cambio de guardia conocida como La Parada, que se desarrollaba todos los días a las 11 h en la plaza de la Armería y que se suprime al poco tiempo.
El 30 de abril de 1931, se constituye la Banda Republicana bajo la dirección del maestro Luis Emilio Vega Manzano, en la que se integra la anterior Banda de Alabarderos, adaptando su uniformidad a la republicana al objeto de seguir amenizando con sus instrumentos los principales actos de representación del Estado. Tal y como relata Ricardo Fernández de la Torre en su obra Historia de la música militar de España:
Un grupo de instrumentistas de aquella maravillosa banda tomó una decisión atrevida. Sin encomendarse a Dios ni al diablo, los músicos se presentaron en el despacho de Azaña, ministro de la Guerra, para pedir su apoyo. El titular de la Cartera, que estaba reunido con una comisión de su departamento, al serle comunicada la visita de los músicos de alabarderos, salió inmediatamente a atenderlos. Los profesores del extinto cuerpo le pusieron de relieve la pérdida que la desaparición de la banda supondría para la afición musical. No se trataba —subrayaron— de conservar sus puestos de trabajo. Lo que se pretendía era que no se disolviese aquel maravilloso instrumento. Y Azaña les prometió ocuparse con todo interés del asunto. Efectivamente, poco más tarde se publicó en La Gaceta la creación de la Banda Republicana, que seguiría con Emilio Vega al frente.
Una vez definida ya la estructura básica de esta unidad, con su reglamento de uniformidad y armamento aprobado, y la dotación presupuestaria correspondiente, comienza su andadura en el servicio principal al presidente de la República, don Niceto Alcalá Zamora. Destaca la majestuosa estampa de la escolta solemne en la promesa de fidelidad a la Constitución ante las Cortes que testimonian los rotativos del 31 de diciembre de 1931. Como cualquier otra unidad militar efectúa maniobras y ejercicios, como las de La Cortadura de la finca de la Zarzuela, en el monte de El Pardo. Se constituye, como su antecesora, en escolta de honor y guardia de seguridad ante los diferentes dignatarios extranjeros en visita oficial tal y como se refleja en los principales titulares de la prensa, siendo protagonista destacada en diversas fechas memorables. La primera de ellas el día 18 de abril de 1933, cuando se concede al Escuadrón de Escolta Presidencial el uso «de un guion que permita señalar de un modo visible a distancia la presencia de su excelencia el señor presidente de la República». Tres años después destacan las imágenes que muestran el temor a un atentado y la confusión que se genera en la tribuna del presidente cuando se celebra el aniversario de la República y un hombre ebrio tira unos petardos en las inmediaciones.
En mayo de 1936 —con el relevo en la presidencia de la República por don Manuel Azaña Díaz— se publica lo siguiente:
Se crea la Guardia Presidencial, que se compondrá de una Plana Mayor de Mando, del actual Escuadrón de Escolta, que conservará su organización, y de un Batallón de Guardia Presidencial, del que formará parte la Banda Republicana ya existente.
«Una vez definida ya la estructura básica de esta unidad, con su reglamento de uniformidad y armamento aprobado, y la dotación presupuestaria correspondiente, comienza su andadura en el servicio principal al presidente de la República don Niceto Alcalá Zamora, destacando la majestuosa estampa de la escolta solemne en la promesa de fidelidad a la Constitución ante las Cortes que testimonian los rotativos de 31 de diciembre de 1931»
Banda Nacional Republicana

Honores a un dignatario extranjero en la plaza de la Armería

Don Manuel Azaña, ministro de la Guerra, visita el escuadrón de Escolta Presidencial alojado en el cuartel del Conde-Duque. 9 de diciembre de 1931


La motivación para la creación del Batallón de Guardia Presidencial vino dada por la necesidad de aliviar a las unidades de la plaza de Madrid de este servicio que diariamente distraía de sus cometidos principales a unos trescientos efectivos de la guarnición.
Poco tiempo después de estallar la Guerra Civil, el Gobierno de la República decide trasladarse a Valencia, donde permanecerá hasta octubre de 1937. Entonces tomará rumbo a Barcelona, donde se establece definitivamente hasta el final de la guerra. Así, el 5 de febrero de 1939, el presidente de la República, don Manuel Azaña, cruza a pie la frontera con Francia acompañado de miembros del Escuadrón de la Escolta Presidencial. Desde ese momento se considerará disuelta la Guardia Presidencial Republicana.
Durante ocho años, tal y como lo reflejan los diarios de prensa y los abundantes archivos gráficos consultados, la Escolta y la Guardia Presidencial cumplieron fielmente su consigna, luciendo orgullosos en cascos, sables y corazas, el escudo de la República, desempeñando con gran profesionalidad su doble cometido, los honores militares y la seguridad personal de los presidentes de la II República.
Entrega del guion del presidente de la Republica a don Niceto Alcalá Zamora. 19 de abril de 1934
