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como fuente
existen unos sistemas de regla; pero son tan complejos que no hay otra solución que llamarlos a todos en conjunto «códigos».19
XIII.6. Añadamos por ahora que es licito suponer (y admitir) que algunas de estas reglas tienen un carácter binario y discreto (por ejemplo, la estructura de los campos semánticos) en tanto que otras todavía son de carácter analógico (y no representables directamente, en el estado actual de nuestros conocimientos, más que por medio de modelos analógicos). En la sección B, dedicada a los signos icónicos, intentaremos demostrar que los modelos analógicos también se pueden reducir a modelos discretos; aunque afirmamos que cada vez que pueda ser útil, ha de ser conveniente adoptar un principio de complementaridad y explicar mediante modelos analógicos los fenómenos que no pueden ser explicados por medio de modelos digitales discretos. Incluso en la misma definición de código como sistema de reglas presentes en una cultura, es necesario, de momento, mantener cierta flexibilidad.
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XIV. La multiplicidad de códigos, la circunstancia y el mensaje como fuente
XIV.1. Llegados a este punto, es evidente que el modelo comunicativo inicial que preveía un código común entre emisor y destinatario, es muy sumario. La multiplicidad de códigos y de subcódigos que se entrecruzan en una cultura nos demuestran que incluso el mismo mensaje se puede descodificar desde distintos puntos de vista y recurriendo a diversos sistemas y convenciones. Puede recogerse de un significante la denotación fundamental, tal como la entendía el emisor, pero pueden atribuírsele connotaciones diferentes, sencillamente porque el destinatario sigue un recorrido en el árbol KF a que se refiere, que no existía en el árbol KF a que se refiere el emisor
19 “Admitiendo, con cautela, las conclusiones que actualmente parecen posibles, es razonable suponer que una gramática generativa es un sistema de muchos centenares de reglas de diferentes tipos, organizadas según unos principios de orden y de aplicación y con una determinada sub-estructura fija que con los principios de organización general, es común a todos los lenguajes” [Chomsky, 1968], La misma cautela ha de existir con referencia a la noción de código.
(y ambos árboles pueden ser aceptados legítimamente por la cultura en que viven emisor y destinatario).
XIV.2. En última instancia, existe la posibilidad extrema de que un mismo código denotativo de base sea distinto para el emisor y el destinatario y que, con todo, el mensaje permita transmitir un sentido completo en ambos casos. Un ejemplo paradójico de esta posibilidad nos lo da la frase /I Vitelli Dei Romani Sono Belli/ (en español, «Los terneros romanos son hermosos» o bien «Adelante, Vitelio, al son de guerra del dios romano»), que puede ser leída con referencia al código de la lengua italiana o al de la lengua latina.
Si este ejemplo es extremo, existen otras situaciones más normales, como las que citan Katz y Fodor, en la que /He follows Marx/ («sigue a Marx»), se puede leer como he dogs the footsteps of Groucho («sigue la pista de Groucho») o he is a disciple of Karl («es un discípulo de Karl Marx»). Estos ejemplos nos llevan a dos series de problemas fundamentales: a) existen condiciones u ocasiones extrasemióticas que permiten orientar la descodificación en un sentido o en otro; b) el mensaje está afectado por cierta indeterminación o «apertura» que a su vez lo convierte en fuente de información posible.
XIV.3. Algunos factores pueden orientarnos hacia la lectura de /He follows Marx/. 1. La referencia al universo del razonamiento [cfr. Lyons, 1967, pág. 83]. Una serie de mensajes precedentes o presupuestos que nos indiquen que se está hablando de la historia del movimiento obrero nos permite atribuir a /Marx/ la denotación deseada por el emisor. Pero queda aún por aclarar si la frase significa «que es un discípulo» o bien «que vino después de Marx». 2. La referencia a una ideología. En A.4. definiremos qué es una ideología. De momento, la entenderemos como una forma determinada adquirida por los conocimientos precedentes del destinatario, un sistema de prevenciones y de opiniones, una perspectiva del universo. En este sentido, es evidente que, según las previsiones, el destinatario asignará una connotación u otra a /follows/: la persona designada aparecerá como un discípulo fiel de Marx o bien como un epígono que ha hablado de él más tarde.
3. La circunstancia de la comunicación. Sin duda alguna, si la frase ha sido pronunciada por Breznev en el curso de una ceremonia pública en la Plaza Roja, su significado denotativo y sus distintos sentidos connotativos se pueden individualizar claramente. Una serie de circunstancias orienta a los destinatarios a deducir la ideología del emisor, y con ella a los subcódigos a los que se puede haber hecho referencia (aunque es posible que un destinatario particular, con ideología anticomunista, pueda captar exactamente la denotación «Karl», captar las diferentes connotaciones de «discípulo fiel» y con todo, cargar esta cadena connotativa con un signo negativo, como connotación axiológica global —recibiendo de esta manera y en definitiva, un mensaje distinto del que reciben los demás presentes).
Así como la indicación del universo del razonamiento casi siempre forma parte de algún modo del contexto (inmediato o remoto, por ejemplo, hallar la palabra /signo/ en las páginas del Cours de Saussure, o bien recibir el mensaje /el signo, como lo entiende Saussure.../), la circunstancia parece escapar al control semiótico.
XIV.4. Desde el punto de vista filosófico, la circunstancia introduce bruscamente en el cuadro de la semiótica aquel referente que habíamos expulsado de ella. Aunque se admita que los signos no denotan directamente los objetos reales, la circunstancia se presenta como el conjunto de la realidad que condiciona la selección de códigos y subcódigos ligando la descodificación con su propia presencia. De esta manera, el proceso de la comunicación, aunque no indique referentes, parece desarrollarse en el referente. La circunstancia es el complejo de condicionamientos materiales, económicos, biológicos: físicos, en el cuadro de los cuales comunicamos.
Si alguien dice /me voy/ en el lecho de la muerte, es la muerte— hecho extrasemiótico— la que con su presencia atribuye al verbo /irse/ todo su sentido. El destinatario puede, a lo más, estar en posesión de algunas reglas que le permiten saber que en aquella circunstancia aquel verbo asume aquel significado.
Pero esto nos lleva a la teoría de los settings, que Katz y Fodor consideran extraña a la teoría semántica. Sin duda tienen razón al sostener que «dado que... la interpretación que el que habla da a una frase es una selección de lo que la frase lleva en sí, una teoría de la interpretación semántica lógicamente precede a la teoría del efecto
selectivo del setting» [1963, pág. 488]. También están en lo cierto cuando afirman que una auténtica y completa teoría de los settings exigiría una recensión total de todos los conocimientos que los parlantes tienen sobre el mundo (y, añadiremos, de todas las situaciones posibles en que se han de encontrar). En consecuencia, una teoría de los settings o de las circunstancias, transformaría la semiótica en una ciencia universal que clasificaría y planificaría todo el saber. En cada enunciado se podría prever una situación tan arbitraria como para atribuirle el sentido más inverosímil, de la misma manera que del enunciado más ambiguo se puede deducir una circunstancia que le atribuya el sentido más obvio y normal. Pero el código interviene precisamente para limitar y clasificar unas posibilidades de comunicación y no otras. Por lo tanto, se ha de suponer que la cultura clasifica una serie de circunstancias frecuentes en las que un lesema o una frase adquieren un significado posible. Y se ha de suponer también que forman parte del código como competence del que habla unas reglas circunstanciales de este tipo: «cuando se presenta el significado s1 en la circunstancia y, debe leerse siguiendo el recorrido (path) α1, β1, γ1, δ4 y no el recorrido α2, β1, γ4, δ3 (cfr. el esquema de A.2.X.1.). Este problema de la formalización de las circunstancias está aún por resolver. Pero sería inútil que, sólo porque no se ha resuelto de modo formalmente elegante, la semiótica negara el enorme impacto que la circunstancia tiene sobre la comunicación.
La circunstancia no solamente cambia el sentido del mensaje (una bandera roja en una playa tiene un sentido totalmente distinto de una bandera roja agitada en una manifestación política); llega a cambiar la función (una señal de dirección prohibida en una autopista tiene un impacto emotivo que no puede tener una señal análoga en un aparcamiento) y el grado de la información (la imagen de una calavera significa «veneno» en una botella o «viva la muerte» en la insignia de un legionario; pero me da una información muy alta cuando la encuentro en una botella que estoy a punto de sacar del mueble bar, y una información muy baja cuando la veo en un poste de conducción eléctrica).
El entrecruzamiento de las circunstancias y de los presupuestos ideológicos, junto a la multiplicidad de los códigos y subcódigos, hacen que el mensaje, que en A.l. parecía el punto terminal de la cadena comunicativa, se presente como una forma vacía a la que pueden atribuirse diversos sentidos.
XIV.5. El mensaje como forma significante, que en realidad debía ser una reducción de la información (y como señal física lo es), ya que representa la selección de unos símbolos determinados entre muchos igualmente probables (aunque referidos al código como sistema de probabilidades), de hecho, tal como sale del canal y es traducido por el receptor en una forma física reconocible por el destinatario, resulta una fuente de mensajes captados posibles. Tiene las mismas características (aunque no el mismo grado) de desorden, de ambigüedad, de igualdad de probabilidades, que eran propias de las fuentes. En este sentido, se puede hablar de la información como un valor consistente en la riqueza de selecciones posibles, individualizables al nivel del mensajesignificante. Esta información sólo se puede reducir cuando el mensajesignificante se relaciona con determinados subcódigos y se convierte en mensaje-significado, o sea, en selección definitiva efectuada por el destinatario.
La información del mensaje no es de la misma especie que la información de la fuente: ésta era información física, computable cuantitativamente; la otra es información semiótica, no computable cuantitativamente, pero que puede ser definida por medio de la serie de significados que puede generar, una vez puesta en contacto con los códigos correspondientes. Una era estadísticamente equiprobable; la otra, aunque con ciertos elementos de probabilismo, no es totalmente indeterminada. Una era réductible al sistema como corrección de términos probabilísticos (y siempre abierta a distintas posibilidades); la otra queda reducida de manera definitiva por la interpretación o la selección de un mensaje captado concreto. Ambas pueden ser definidas como un estado de desorden respecto a un orden sucesivo; como situación ambigua respecto a una desambiguación ulterior; como posibilidad de selecciones alternativas, y que han de producirse en relación a un sistema de selecciones efectuadas.
Dando por sentado que la información semiótica no es del mismo grado que la información física, no es improcedente ni ilegítimo llamar a ambas «información», puesto que ambas consisten en un estado de libertad respecto a una ulterior determinación.