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ágora

Nº 32 enero/julio 2022

A quienes dejan un poco de su alma en cada palabra que escriben.

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La imaginación: fuente única de la historia, herramienta por excelencia del verdugo que condena al chivo expiatorio universal. La imaginación: creadora del mito y la leyenda, arcilla por excelencia de la(s) cultura(s). El imaginario: madre del dios, de Odiseo, juez por excelencia de la humanidad cuya imagen moralizadora –casi evangelizadora– persigue y condena al ser en sueños. El imagina-rio: una esencia dadora de vida y evangelio de salvación, el consuelo por excelencia del caos, de la incertidumbre, de la falta de fe y del abandono divino. La imaginación: escuela de pensamiento culposa de las ciencias, del dogma, de la razón ilustrada; método por excelencia de la culpa nacida del dudar, nacida del miedo a quien es igual en principio, pero dotado de autoridad artifcial.

La imaginación: salvación de la incertidumbre y la amenaza, medio de supervivencia por excelencia del infante ante el poder construido del adulto. Entre nubes y muchas, muchas tachas retrata esta condición heredada y característica de la juventud mediante la inocencia y creatividad en las palabras de un niño que ha sido cuestionado. El imaginario: padre abusivo cuya autoridad fcticia condena a sus hijas al odio e incomprensión de la turba histórica. La redención crítica de las brujas y la locomotora progresista es un escrito que expone el sacrifcio de mujeres en nombre del orden, una ridícula razón divina, un dogma moral construido. De esta forma, parecería que los corazones de las juventudes y de las mujeres fueran encarcelados contra su voluntad en la duda y en el olvido.

En este sentido, Las mujeres como agentes históricas de la Nueva España escarba en aquel imagi-nario canónico, en la gran épica nacional parida del trauma, para encontrar vestigios de una realidad alterna. La fragilidad de los sistemas de creencias, al igual que los magnos imperios, se rompe como la masculinidad envenenada: a pedazos y mediante la fuerza de las palabras, de las órdenes y la traición. Así, textos como El megaproyecto “Tren Maya” nos recuerdan que la refexión debería ir más allá. El imaginario: político y patronal, compañero por excelencia del conquistador, juzga y diferencia entre lo masculino –los bendecidos por la hegemonía–y lo femenino –los recursos y lo natural que nutre una versión de la realidad putrefacta–. Todo en nombre del merecimiento.

En un escenario caótico, la humanidad en cada persona desea (aparentemente sin razón) creer en un dios, universo omnipotente, que dote de sentido a una fangosa realidad insostenible en la fe. Hoy, en una existencia de aparente abandono, se nos presiona para repensar la divinidad: ¿qué pasaría si dicha deidad, cual mito griego, fuese en realidad y simplemente una entidad casti-gada y sentenciada a observar a su creación enfermándose con el cáncer de la desesperanza, por toda la eternidad? Sin agencia, cual Gato en llamas, dios parecería condenado al destino escrito en un bucle sin presencia, sin respuesta, sin vida más allá de una imagen (escudo de armas), perdido, a oscuras; sin la necesidad de un némesis macabro para torturarle porque sólo le basta su vista.

Sin embargo, dicha condición de humanidad abandonada únicamente se manifesta en la especifcidad, en las pequeñas cosas. Tal cual, pueblos (o poemas) como San Fernando, llenos del eterno verano, pero encerrados en el mencionado destino azaroso (sin dictamen), son escépticos respecto al control divino sobre las riendas del mundo. San Fernando: un lugar donde la belleza de estar vivo y la incertidumbre del futuro conviven y anhelan que dios sea algo más que un Gato en llamas, testigo del sufrimiento que la melancolía por un pasado mejor conlleva. Por otro lado, podría ser que nos enfrentemos al absurdo: el imaginario del tiempo arrastra a la humanidad por un camino de poca importancia dotándola, a comparación del universo, de falsa soberbia.

Al fnal podría ser que nuestra sensación de abandono no sea más que Pensamientos suicidas de una chancla en el metro, insignifcantes desde un panorama más grande, pero fatales, catastrófcos, desde la óptica personal. En este sentido, ¿sería engreimiento concluir que, desde nuestra corta experiencia como especie en el cosmos, tenemos derecho a reclamar agencia (clemencia)? Desde luego, se ha escrito innumerables veces que no, empero ¿no será este cruel cuestionamiento aquel que, de antemano, agota el valor de la vida en sí? Todos los días, parecería que las campanas do-blan por un imaginario de esperanza escaso, en otras palabras, por cada uno de nosotros. Debajo de la establecida “insignifcancia humana” germina la semilla del futuro, del cambio.

Con el presente número, el Consejo Editorial 2021 se despide de ÁGORA. Agradecemos a usted, querido lector, quien sostiene esta edición entre sus manos, por habernos dado el privi-legio de acompañarle durante un año. En nombre de quienes formamos este proyecto estudiantil, es deseo que, dentro de las siguientes páginas, usted encuentre un cálido abrazo para todo aquello que la pandemia rompió y se encuentra en reconstrucción. En un escenario donde la humanidad en uno mismo es retada por la desesperanza, la soledad y el olvido, todo imaginario que condene el valor de una vida –y el poderoso sentir que esta conlleva– necesita ser cuestionado.

Mariana López JiMénez Directora del Consejo Editorial 2021

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