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Perspectiva mundial

Trate de recordar cuando alguna vez que estuvo en una tormenta donde el viento soplaba, los relámpagos refulgían y retumban los truenos. Puede ser una experiencia aterradora. Pero imagine cuánto peor es en el mar, donde las olas parecen reventar sobre nosotros mientras nos envuelve la tempestad.

El apóstol Pablo se encontró en esa condición. Lo leemos en Hechos 27, donde relata que la situación se volvió tan funesta que la tripulación y los pasajeros tiraron todo por la borda.

«Pero siendo combatidos por una furiosa tempestad, al siguiente día empezaron a deshacerse de la carga. Y al tercer día con nuestras propias manos arrojamos los aparejos de la nave. Al no aparecer ni sol ni estrellas por muchos días, y acosados por una tempestad no pequeña, ya habíamos perdido toda esperanza de salvarnos» (Hech. 27:18-20).

Es una situación muy desesperante, y sin embargo, una persona a bordo no se había rendido; esa persona era Pablo. Recordemos: no era la primera situación mortífera que había enfrentado el apóstol.

Él describe sus experiencias en 2 Corintios 11:24 al 27: «De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno. Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he sido náufrago en alta mar; en caminos, muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y desnudez». ¡Ese hombre de Dios había pasado por muchas cosas! ¿Cómo logró seguir adelante en medio de todas esas pruebas y desáni-

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Seguros en la tormenta

Aferrémonos a la Roca

mos? Creo que la respuesta se halla en lo que dijo mientras estaba en medio de esa terrible tormenta en el mar.

ASÍ COMO DIOS LO DIJO

Aunque Pablo había aconsejado al capitán del barco que esperara antes de seguir viaje, una vez que estaban en la tormenta, le dio palabras de ánimo y fe. Tratemos de escucharlo diciendo: «Habría sido por cierto conveniente haberme oído, y no zarpar de Creta tan sólo para recibir este perjuicio y pérdida. Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de vida entre vosotros, sino solamente de la nave, pues esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo, y me ha dicho: “Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante César; además, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo”. Por tanto, tened buen ánimo, porque yo confío en Dios que será así como se me ha dicho». (Hech. 27:21-25). ¿Cómo logró Pablo tener una fe tan sólida en medio de una tormenta en la que todo parecía perdido? ¿Cómo pudo conservar la esperanza en lo que parecía una situación desesperante? Bueno, podría decir usted, porque se le apareció un ángel. Seguramente eso lo animó, pero, sin embargo, creo que había algo más que tan solo la presencia de un ángel. Creo que fue el mensaje que el ángel le dio, de parte de Dios. Notemos una vez más las palabras de Pablo: «Por tanto, tened buen ánimo, porque yo confío en Dios que será así como se me ha dicho» (vers. 25).

Y eso es exactamente lo que sucedió. Aunque la embarcación quedó totalmente destruida, Pablo y todos los demás se salvaron. El apóstol sintió paz y valor porque tenía una confianza plena y total en la Palabra de Dios, en que todo sucedería tal como Dios lo había dicho.

VIENE UNA TORMENTA MÁS GRANDE

Ya por un tiempo hemos estado en una tormenta –la pandemia del Covid, agitaciones sociales y políticas, guerras, catástrofes naturales y otras producidas por el hombre–. A nuestro alrededor vemos devastación y pérdida. Sin embargo, se nos dice claramente que viene una tormenta más grande. «Se aproxima una tormenta de implacable furor. ¿Estaremos preparados para hacerle frente?»1

Sigue diciendo Elena White: «No es necesario que digamos que los peligros de los últimos días pronto nos sobrecogerán, porque ya han llegado. Precisamos ahora la espada del Señor para que corte hasta el alma misma y los tuétanos, la concupiscencia de la carne, los apetitos y las pasiones […]. Los pensamientos deben fijarse en Dios». 2 ¿Cuál es esa «espada del Señor»? Es la misma espada descrita en Efesios 6:17: «Tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios» (la cursiva es mía).

Apreciado lector, nuestra única seguridad hoy y en el futuro es creer en lo que Dios nos reveló mediante las Escrituras. La Biblia ha soportado la prueba del tiempo durante siglos. Las profecías dadas se han cumplido hasta el momento a su debido tiempo, y podemos confiar en que lo que resta también se cumplirá, así como lo revela la Biblia. Podemos «tener buen ánimo», como dice Pablo, porque podemos creer confiados en que todo sucederá como Dios nos lo ha dicho en su Palabra. También hemos recibido, como lo indica Apocalipsis 12:17 y 19:10, el maravilloso don del testimonio de Jesús, que es el Espíritu de Profecía, para guiarnos en estos últimos días de la historia del mundo.

En la introducción del tan poderoso libro El conflicto de los siglos, la autora inspirada explica la confiabilidad de las Escrituras, y la importancia del don del Espíritu de Profecía. Escribe:

«Las Santas Escrituras deben ser aceptadas como dotadas de autoridad absoluta y como revelación infalible de su voluntad. Constituyen la regla del carácter; nos revelan doctrinas, y son la piedra de toque de la experiencia religiosa. “Toda la Escritura es inspi-

Nuestra única seguridad hoy y en el futuro es creer en lo que Dios nos reveló mediante las Escrituras.

rada por Dios; y es útil para enseñanza, para reprensión, para corrección, para instrucción en justicia; a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, estando cumplidamente instruido para toda obra buena”» (2 Tim. 3:16).3

Explica entonces que el mismo Espíritu Santo que obró mediante hombres para que escribieran las Escrituras, sigue aún activo, lo que incluye el don del Espíritu de Profecía. Lo animo a leer, o releer, la muy poderosa introducción de El conflicto de los siglos escrito por Elena White.4 Se sentirá inspirado y animado.

Al navegar los días futuros, no tenemos por qué preocuparnos. Mientras nos mantengamos enfocados en Jesús, el Autor y Consumador de nuestra fe (Heb. 12:2), creyendo y siguiendo su Palabra, siendo animados e instruidos mediante el Espíritu de Profecía, podemos estar confiados en que llegaremos a nuestro destino final del cielo con seguridad, gozo y paz.

1 Elena White, Testimonios para la iglesia (Doral, Fl.: Asoc. Publ. Interamericana, 1998), t. 8, p. 329. 2 Ibíd. 3 Elena White, El conflicto de los siglos (Doral, Fl.: Asoc. Publ. Interamericana, 2007), p. 11. 4 Todos los escritos de Elena White, incluido El conflicto de los siglos, pueden consultarse gratuitamente en múltiples idiomas en egwwritings.org.

Ted N.C. Wilson es presidente de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Se pueden consultar artículos y comentarios adicionales de la presidencia en Twitter: @ pastortedwilson y en Facebook: @ Pastor Ted Wilson.

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