Conéctate, abril de 2024: Paz en medio del caos

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PAZ EN MEDIO DE LA TORMENTA

A salvo en manos de Dios Hay que entrenar Secretos para hallar paz

Señales de los tiempos

La segunda venida de Jesús

La terapia de la alegría

Risas que sanan

CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA Año 25 • Número 4

Año 25, número 4

A NUESTROS AMIGOS

¿es dable hallar la paz?

El famoso dramaturgo ruso Antón Chéjov escribió una vez: «Encontraremos paz. Escucharemos ángeles. Veremos el cielo centelleando con diamantes». La idea suena magnifica, pero ¿no será una fantasía, una quimera? En este mundo de trajines, tensiones y conflictos bélicos, ¿habrá esperanza de hallar la paz, tanto en la esfera social como en nuestro ser interior?

La buena noticia es que aun donde reina el caos es dable encontrar paz. Claro que sin esfuerzo eso no es posible. Para conseguir la ansiada paz es preciso avenirnos a la verdad de Dios y armonizar con Su voluntad. No obstante, si cumplimos con la parte que nos toca, Él promete darnos paz. Viene a cuento el refrán: «Por mucho que la paz cueste, nunca es cara». Nos urge buscar la paz cueste lo que cueste. En su artículo de la página 3, Marie Alvero sugiere que para obtener la paz, como sucede con todo lo demás, debemos prepararnos. Adiestrarnos para la paz. ¿Cómo? Orando, leyendo la Palabra de Dios y poniendo nuestra fe en acción. Eso se aplica por igual a la paz interior como a la paz con nuestros semejantes.

Si buscamos a Dios es viable alcanzar una paz que sobrepasa nuestro entendimiento (Filipenses 4:7). La paz que Él nos ofrece no está supeditada a las circunstancias externas. Es más, Dios puede hacer que todas las cosas redunden en bien de quienes lo aman (Romanos 8:28 nbla). Él es todopoderoso y hasta puede sacar un triunfo de una tragedia.

Dios nos puede otorgar la paz que tanto anhelamos; la paz es parte de Su misma esencia. Él puede iluminar nuestro corazón con esa paz, permitiéndonos irradiarla a otras personas que buscan tranquilidad. Quizá no seas una figura pública ni poseas los recursos ni la influencia para promover la paz, pero todos nosotros, desde el más sencillo hasta el más distinguido, podemos hallar paz interior a través de Jesús, el Príncipe de Paz, y a partir de ahí labrar la paz con nuestros congéneres por medio de nuestras palabras y acciones de amor y amabilidad.

Sorprende incluso que se pueda encontrar paz en sitios golpeados por la catástrofe. No dejen de leer sobre la terapia de alegría y diversión practicada por John Patrick y su equipo luego del terremoto de Turquía, amén de la inesperada fe y serenidad que Simon Bishop descubrió en algunas de las víctimas de un devastador tifón que azotó Las Filipinas.

Que ustedes también encuentren paz en medio del caos.

Gabriel y Sally García

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HAY ENTRENAR

QUE

Es formidable cuando alguien tiene paz en una situación realmente difícil. Creo que el deporte ofrece una buena analogía de cómo se puede gestar eso. Uno entrena para ello.

No soy muy aficionada a los deportes. No me interesan mucho los Juegos Olímpicos, aunque sí disfruto viendo a los patinadores artísticos y a las gimnastas. Ver la fuerza, la precisión y la gracia que despliegan en la ejecución de cada movimiento me deja pasmada. Cuando joven, después de quedar encandilada por una actuación fuera de serie, intenté copiar algunos de esos movimientos. Adivinarán que no me fue bien, lo que quedó demostrado por los moretones que me hice y las risas que les saqué a mis hermanas.

Una de mis películas favoritas de niña era la biografía de Nadia Comaneci, la primera gimnasta que obtuvo puntuación perfecta en unos Juegos Olímpicos. En esa ocasión fueron los de Montreal en 1976. La película muestra su largo camino, el trabajo y la disciplina que debió invertir para hacer historia en esos pocos minutos sobre la colchoneta. Cuando otros niños jugaban o hacían cualquier otra cosa, ella estaba en el gimnasio practicando. Mientras otros niños comían lo que querían, ella ingería calorías calculadas al detalle. Todo lo que hacía era un esfuerzo concentrado para llegar a ser la mejor gimnasta del mundo. Nadia era atleta olímpica y gimnasta todos los días, no solo el mismísimo día en que debía demostrarlo.

Esto me lleva a lo que quiero decir. Independientemente de lo que desees ser o lograr, tienes que adiestrarte para ello cada día. Filipenses 4:6,7 (nvi) dice: «No se preocupen por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús».

Si quieres la paz que sobrepasa todo entendimiento, necesitas llevar todas tus preocupaciones a Jesús en oración, con acción de gracias. Si estableces esa práctica con las pequeñas cosas cotidianas, también lo harás habitualmente en las situaciones más importantes. Eso te permitirá experimentar la paz de Dios. Por el contrario, si no desarrollas ese hábito en las situaciones cotidianas, es poco probable que sea tu reacción en situaciones más difíciles.

Así como yo no llegué a ser gimnasta por ver a otra persona actuar durante unos minutos, no te será posible dominar tu ansiedad si no cultivas todos los días el hábito de agradecer a Dios, buscarlo en oración y aceptar Su paz sobrenatural.

Marie Alvero ha sido misionera en África y México. Lleva una vida plena y activa en compañía de su esposo y sus hijos en la región central de Texas, EE.UU. ■

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Marie Alvero

SEÑALES DE LOS TIEMPOS

En muchos aspectos los tiempos que vivimos no tienen precedentes. Los adelantos de la técnica moderna, las migraciones masivas y la globalización en muchos frentes los hacen singulares. La vida actual lleva a muchos a sentirse aislados, a la deriva o desprovistos de una clara guía moral, algo que otras generaciones no experimentaron de igual modo o en el mismo grado. Hemos presenciado conflictos relacionados con el racismo, la discriminación y la arbitrariedad; cuestionamientos a la autoridad y la violencia; corrupción en las altas esferas, e interrogantes sobre la salud y sostenibilidad futuras del planeta. No cabe duda de que en muchos sentidos vivimos en tiempos angustiosos.

Evidentemente cada generación ha experimentado su singular conjunto de adversidades, conflictos y dificultades inherentes a su desarrollo. Una mirada a la Historia nos revela que ese esquema se repite continuamente. Eso a los cristianos no nos sorprende, pues sabemos que vivimos en un mundo imperfecto luego de la caída y que el pecado es una realidad que cada generación debe afrontar, el cual se manifiesta en males como la pobreza, la opresión, la guerra y la inhumanidad. No nos sorprende el estado del mundo, ya que conocemos la causa: la relación fracturada que tiene la humanidad con Dios y los efectos de esa fractura. No obstante, para nosotros los cristianos, nuestra última esperanza no radica en este mundo ni en sus

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sistemas políticos, por cuanto somos conscientes de su temporalidad y carácter pasajero. Nos consideramos entre los descritos en Hebreos, que «no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir» y anhelamos «una mejor, esto es, celestial» (Hebreos 11:16). Esperamos ansiosamente la Segunda Venida de Cristo, cuando se enmendará todo dolor, sufrimiento, mal e injusticia y «la tierra estará llena del conocimiento del Señor, como las aguas cubren el mar» (Isaías 11:9). Han transcurrido ya cerca de 2.000 años desde que Juan escribió al final del libro del Apocalipsis: «Amén. ¡Ven, Señor Jesús!» Desde entonces los creyentes se han hecho eco de este sentimiento y continúan haciéndolo el día de hoy.

Muchos cristianos en tiempo presentes —como también en tiempos pretéritos— bregan por entender la pertinencia que tienen los sucesos de actualidad en relación con el cronograma de la Segunda Venida de Jesús. ¿Son las circunstancias actuales del mundo —entre ellas, la tecnología moderna, la globalización, la difusión del evangelio a gran escala, el tránsito hacia economías sintéticas y monedas digitales internacionales— señales de que ya estamos entrando en los últimos siete años previos a la Segunda Venida de Jesucristo? ¿Cómo hemos de interpretar los hechos de actualidad en lo que atañen a lo que la Biblia enseña sobre este trascendental periodo de la historia universal y qué conclusiones podemos sacar?

Las respuestas a estos interrogantes deben obtenerse ante todo de la Escritura y de lo que la Biblia enseña acumulativamente sobre el periodo que conduce de inmediato a la Segunda Venida de Jesús. Claro que los detalles exactos de cómo se concretarán estos acontecimientos no son tan minuciosos como quisiéramos; aunque la Biblia sí nos proporciona pautas muy claras sobre lo que podemos tener la convicción de que veremos. Repasemos algunas de ellas.

Señales de la venida de Jesús

Cuando los discípulos de Jesús le preguntaron: «¿Qué señal habrá de tu venida y del fin del siglo?» (Mateo 24:3), Jesús contestó: «Oirán de guerras y de rumores de guerras. Miren que no los turben, porque es necesario que esto acontezca; pero todavía no es el fin. Porque se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá hambre y terremotos por todas partes. Pues todas estas cosas son principio de dolores» (Mateo 24:6­8). La versión de Lucas incluye también pestilencias en la lista de señales (Lucas 21:11).

Una mirada a la Historia nos revela que este «principio de dolores» de parto ya se venía produciendo desde los tiempos de Cristo, que representa el periodo descrito en la Biblia como los postreros días y que abarca desde la primera hasta la segunda venida de Cristo (1 Juan 2:18). Ha habido guerras y rumores de guerra, aunque en algunos periodos de la Historia en mucha mayor proporción que en la actualidad. Ha habido y continúan habiendo hambres, pestes y terremotos. Según Jesús todo esto es apenas el principio de dolores (Mateo 24:8).

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Sin embargo, la Biblia describe algunas claras señales que presenciaremos y por las cuales sabremos que el fin está «a las puertas» (Mateo 24:33). Entre otras, nos dice que veremos las siguientes señales antes de la Segunda Venida de Jesús:

El desorden y la anarquía aumentarán y el amor de muchos se enfriará (Mateo 24:12).

Se predicará el evangelio en todo el mundo para testimonio a todas las naciones (Mateo 24:14).

Vendrá la apostasía: un abandono masivo de la fe o rebelión contra Dios (2 Tesalonicenses 2:3).

El surgimiento del Anticristo y su poderoso imperio (2 Tesalonicenses 2:3­9).

La inserción de «la marca de la bestia» por parte del gobierno del Anticristo, sin la cual nadie podrá comprar o vender (Apocalipsis 13:16­18).

La gran tribulación y la persecución de los cristianos que durará tres años y medio (Mateo 24:21,22).

En nuestro intento de discernir si estamos viendo el cumplimiento de las señales de los tiempos en nuestra vida, es también importante tener en cuenta que estas constituyen un conjunto de acontecimientos, no uno solo. Jesús lo explicó así: «Cuando vean todas estas cosas, sepan que está cerca, a las puertas» (Mateo 24:33).

Siempre preparados

Es incuestionable que cada día que pasa el mundo se aproxima más al retorno de Jesús. Los cristianos aguardamos ese triunfal suceso con ansiosa expectación y queremos estar preparados para ello. ¿Experimentaremos Su Segunda Venida en el curso de nuestra vida? No podremos saberlo hasta que veamos el cumplimiento de las señales definitorias que Jesús y otros nos anunciaron en la Biblia.

¿Qué clase de preparación nos concierne entonces a los que somos seguidores de Jesús? En Mateo 24, luego de describir lo que afrontarán Sus seguidores durante

No se me ocurre ninguna otra cosa a la que optaría como objeto de mi ambición en la vida que permanecer fiel a mi Dios hasta la muerte, seguir ganando almas, seguir siendo un verdadero heraldo de la cruz y dar testimonio del nombre de Jesús hasta la hora postrera. Charles Spurgeon esos últimos días, Jesús dice a Sus discípulos: «Estén preparados también ustedes, porque a la hora que no piensen, vendrá el Hijo del Hombre». Luego Jesús, como respondiendo a la pregunta no expresada por ellos sobre cómo vivir en constante estado de alerta, prosigue diciendo:

«¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su casa para que les dé el alimento a tiempo? Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, lo halle haciendo así. De cierto os digo que sobre todos sus bienes lo pondrá» (Mateo 24:45­47).

Jesús reencauza la conversación y la centra en la fidelidad al hacer alusión al siervo fiel y prudente que ha quedado a cargo de la casa del amo y cumple diligentemente con su obligación. El siervo ignora cuándo volverá su señor, pero eso no le preocupa; se concentra en ser fiel a su cargo. Cuando el señor regrese, el siervo será favorecido.

Ya si en nuestra vida llegamos a presenciar o no los últimos siete años de la historia del mundo, lo que en última instancia cuenta es cómo nos conducimos durante el tiempo de vida que Dios nos dé en la Tierra. A los cristianos se nos insta a amar a Dios, amar al prójimo, dar a conocer el evangelio y poner todo de nuestra parte para vivir de acuerdo con las enseñanzas de Jesús. Si somos perseverantes en cumplir estas cosas, podemos tener la seguridad de que estaremos preparados para lo que venga.

Que Dios nos ayude a modelar fielmente nuestra vida conforme a Su Palabra, seguirlo de cerca y comunicar las buenas nuevas de la salvación mediante la fe en Jesucristo a cuantas personas podamos.

Peter Amsterdam dirige juntamente con su esposa, María Fontaine, el movimiento cristiano La Familia Internacional. Esta es una adaptación del artículo original. ■

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PAZ EN MEDIO DE LA TORMENTA

Después de un ajetreado día de trabajo mi colega y yo teníamos una última parada. Cargamos nuestra furgoneta con útiles didácticos y fuimos a dejarlos a una pequeña biblioteca situada en una zona muy peligrosa. Aunque no es más que un contenedor de transporte con estanterías improvisadas, ofrece un entorno seguro para que los niños estudien. Es una obra increíble.

Un aspecto importante de la biblioteca es que está situada justo entre dos zonas, cada una controlada por una pandilla. Eso significa que los niños no son hostigados por pisar «territorio» ajeno mientras van a estudiar.

Después que llegamos en auto, aparcamos a un lado de la carretera y esperamos a que llegara el señor que dirige la biblioteca. Charlamos y escuchamos música. Al cabo de un rato, nos dimos cuenta de que se había reunido bastante gente en la calle. Nos miraban con cara de desconcierto.

No le dimos importancia; nos limitamos a saludar con la cabeza a quien nos miraba y seguimos esperando. Al cabo de un rato la gente se alejó y llegó el señor que esperábamos.

Cuando empezamos a descargar los libros nos preguntó si habíamos notado más gente de lo habitual en los alrededores. Cuando le contestamos que sí, nos dijo: «Las dos pandillas se estaban reuniendo para pelearse, pero cuando los vieron a ustedes allí, por respeto a lo que hacemos, decidieron esperar hasta otro momento».

Me quedé sin habla, ponderando lo cerca que habíamos estado de sufrir una agresión. Condujimos a casa casi en silencio. Me volví hacia mi compañero y exclamé que habíamos sentido tanta paz, que en ningún momento tuvimos miedo. Mientras escuchábamos música y hablábamos, no éramos conscientes del peligro que se cernía sobre nosotros. Eso me recordó un afiche que tenía cuando niña. Representaba a una familia sentada en su casa disfrutando de una comida mientras afuera arreciaba una tormenta. Alrededor de la casa dos manos acunaban a la familia, proporcionando paz en medio de la tormenta.

Cuando cantamos al unísono con el salmista «Guárdame, oh Dios, porque en ti me he refugiado» (Salmo 16:1), podemos estar seguros de que Él lo hará. Cada día me guía. No tengo forma de saber de qué peligros y angustias me salva. Así pueda ver o no la amenaza, Él puede concederme seguridad y paz interior dondequiera que me encuentre.

Amy Joy Mizrany nació y vive en Sudáfrica. Lleva a cabo una labor misionera a plena dedicación con la organización Helping Hand . Está asociada a LFI. En su tiempo libre toca el violín. ■

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DeTERAPIA La ALEGRIA

Sin duda, «el gozo del Señor es tu fortaleza», que no solamente puede proporcionar sanación para las penas que sufres tú mismo, sino además aportar grandes beneficios a las personas con quienes interactúas. El gozo o alegría puede ser una fuerza poderosa que contribuya a cambiar situaciones. Puede que no sea un antídoto 100% eficaz contra la depresión de una persona o la tristeza de un niño, pero les puede dar el impulso que necesitan.

Paso mucho tiempo con niños enfermos de cáncer. Para mantener el ánimo positivo a pesar de la muerte y el sufrimiento que veo a menudo, procuro pasar momentos agradables jugando con los niños que tenemos a nuestro cuidado. Me hace bien tanto a mí como a ellos. Divertirse con los demás tiene un efecto increíble; nos ayuda a sentirnos vivos, y en el caso de niños enfermos de cáncer, es capaz de aliviar parte del dolor que padecen.

Hace poco conocí a una familia de Antakya (la Antioquía bíblica). La madre y sus tres hijos pequeños se habían trasladado a nuestra ciudad porque lo habían perdido todo en el terremoto que dejó sin hogar a más

de un millón y medio de personas. El terremoto fue la catástrofe que quebró a esa familia.

Vivían en Siria, de donde fueron desplazados en múltiples ocasiones. Debido a la guerra civil y a los incesantes bombardeos, se vieron obligados a trasladarse a Turquía, donde alquilaron un apartamento. Poco a poco, con el paso de los años, su nivel vida fue mejorando. El padre había conseguido un empleo estable. Eran felices en su pequeño apartamento de Antioquía. No tenían mucho, pero se tenían unos a otros.

Todo lo que habían construido a lo largo de los años en Turquía se vino abajo cuando un mortífero terremoto de magnitud 7,8 arrasó la región la mañana del 6 de febrero de 2023. Lo que poseían quedó demolido luego del sismo de 80 segundos que parecieron una eternidad. Quedaron atrapados bajo los escombros de su edificio de cinco plantas, donde pasaron los dos días siguientes congelados, sedientos y con hambre, a la espera de que un equipo de socorro acudiera a rescatarlos. Peor que su dolor eran los gemidos y gritos de cientos de personas de su propio edificio y de otros aledaños que morían desangradas o terminaron con las extremidades aplastadas bajo la pesada estructura de cemento del edificio.

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En general aquella familia tuvo suerte. El padre tuvo que ser hospitalizado, pero la madre y los tres hijos salieron con heridas leves. El padre fue dado de alta más tarde, pero por desgracia el estrés acumulado de la guerra y las catástrofes tuvo un efecto negativo en él. No tuvo la determinación de volver a empezar y acabó abandonando a su mujer y a sus hijos.

La madre y sus tres hijos alquilaron una casucha en una barriada mugrienta y abarrotada de nuestra ciudad. Su vivienda consistía en una pequeña sala de entrada, un dormitorio, una cocina y un cuarto de baño por los que se filtraba agua del piso de arriba. La casa, poco iluminada, estaba mohosa y tenía el suelo de cemento desnudo. Los niños estaban sentados en una estera fina en la entrada. El mayor, de cinco años, no había dicho una palabra en los cuatro meses transcurridos desde el terremoto.

Entregamos alimentos donados a la madre y nos comprometimos a recaudar fondos para que pudiera alquilar un lugar mejor. Un cooperante de Albania estaba trabajando con nosotros. Tenía unos globos y empezó a hacer espadas de globos para los niños. En cuestión de minutos estábamos en otro mundo, batiéndonos en duelo entre nosotros y con los niños con nuestras coloridas espadas de globos. Hasta el niño mayor participó, y notamos que una leve sonrisa adornaba brevemente su rostro.

Esa noche no pude dormir pensando en esos tres niños. Se me ocurrió que podríamos ayudar al mayor a volver a hablar si pasábamos más tiempo con él. Quizás un rato de diversión «actuando» le proporcionaría un mecanismo de superación.

Al día siguiente volvimos a visitar a aquella familia para pasar un rato dedicado exclusivamente a los niños. Después de llevarles algunos regalos nos enfrascamos de nuevo en un animado juego de espadachines con nuestras cimitarras hechas de globos de colores. Cuando el mayor nos golpeaba con su espada, nos caíamos dramáticamente, o aullábamos como si nos hubiera hecho daño. A los pocos minutos ya se estaba riendo, y en apenas veinte minutos estaba charlando con su hermano en aquel

Descubrir más alegría —perdonen que les diga— no nos salva de la fatalidad de las penurias y la aflicción. Hasta es posible que lloremos con más facilidad, pero también reiremos con más facilidad. A lo mejor es que estamos más vivos. Sin embargo, en cuanto vamos descubriendo más alegría podemos afrontar el sufrimiento de un modo que ennoblece en lugar de abrigar rencores. Pasamos por duros momentos sin endurecernos. Tenemos sinsabores, sin amargarnos. Desmond Tutu

La mayor fuente de alegría duradera es reconocer en Jesucristo a tu salvador. Puedes abrirle el corazón rezando esta sencilla oración:

Jesús, te ruego que me perdones mis pecados. Confío en que Tú moriste por mí. Te invito a entrar en mi vida. Lléname de Tu amor y del Espíritu Santo. Motívame a amarte y amar a los demás, y a vivir conforme a la verdad de la Biblia. Amén.

mundo mágico de imaginación y alborozo. La madre estaba eufórica: ¡era la primera vez que su hijo hablaba en cuatro meses!

Tras unos cuantos juegos más y una ronda de delicioso café del país, llegó la hora de irnos. Todos nos fuimos encantados de ver cómo aquel niño de cinco años volvía a la vida gracias a los efectos curativos de la terapia de diversión y alegría.

John Patrick realiza quehaceres humanitarios y es profesor y escritor. Durante más de cuatro décadas ha sido cooperante en países musulmanes. Actualmente colabora en programas de ayuda humanitaria en el Medio Oriente y África. ■

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RENDIR CULTO CON ENTUSIASMO

Cuando mi marido y yo empezamos a asistir a la iglesia que ahora llamamos «nuestra casa», no pudimos evitar fijarnos en Jack, un hombre de unos cincuenta años en aquella época. Era evidente que se trataba de alguien que había sufrido mucho. Se hacía patente en su caminar cansino, su hablar pausado y su postura ligeramente encorvada. Sin embargo, lo más sorprendente de Jack no era el sufrimiento que padecía, sino la alegría que irradiaba.

Nuestra iglesia es una congregación de creyentes, en muchos aspectos típicamente canadienses. Somos

agradables, educados y discretamente reservados durante los servicios dominicales. Jack es la excepción. Siempre sentado cerca del frente por dificultades auditivas, Jack rinde culto con entusiasmo. Con las manos extendidas y los ojos al cielo, entona himnos y cánticos de adoración, conmoviéndose con cada palabra. Durante el sermón, Jack proclama «¡amén!» en un santuario por lo demás silencioso. A veces, después del servicio, narra un versículo bíblico en respuesta al mensaje.

Totalmente presente, lleno hasta rebosar del Espíritu Santo y por entero gozoso, Jack encarna las palabras de

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Hebreos 13:15 (nvi): «Así que ofrezcamos continuamente a Dios, por medio de Jesucristo, un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de los labios que confiesan su nombre».

Con el tiempo, conocimos la vida y milagros de Jack.

En la madrugada del 25 de diciembre de 1979, Jack, de 20 años, volvía a casa de una fiesta. Había decidido que era más seguro caminar teniendo en cuenta el alcohol que había consumido. Un amigo suyo, que había estado en la misma fiesta y que también había consumido mucho alcohol, optó por conducir hasta su casa. Por una trágica coincidencia en ese viaje de vuelta a casa, su amigo salió de la autopista y se saltó un semáforo en amarillo para girar a la izquierda. Manteniendo su alta velocidad después de haber hecho el giro, atropelló a Jack, que cruzaba la carretera.

—Entonces, ¡PUM! —así lo describe—. Salí despedido por los aires unos 18 metros.

Jack aterrizó de cabeza en la acera y estuvo cuatro meses en coma. El primer médico que lo trató dijo que probablemente nunca saldría del coma y que si lo hacía, no volvería a andar ni a hablar.

—¿Pero sabes qué? —dice Jack—, como tenemos un Dios que obra milagros, ¡no pueden frenarme ni callarme!

Cuando salió del coma el 8 de abril de 1980 lo trasladaron del hospital a un centro de rehabilitación donde, durante otros cuatro meses, aprendió a andar, hablar, vestirse y comer solo.

Cuando por fin volvió a casa, comenta:

Preguntó al pastor de los jóvenes cuándo se celebraría el servicio dominical. Y por primera vez en décadas Jack fue a la iglesia aquel domingo.

El pastor predicaba un mensaje sobre la salvación basado en 1 Juan capítulo 5. El versículo 12 cambió la vida de Jack.

—Cuando el pastor pronunció las palabras «el que tiene al Hijo tiene la vida», fue como si un rayo impactara en mi corazón.

Se golpea el pecho para ilustrar la conmoción que experimentó.

—Ahí supe que me había transformado. Supe que había nacido de nuevo, ¡que Él me había tocado!

Hace una pausa y vuelve a golpearse el pecho, intentando expresar lo que sus palabras no pueden. Sus ojos brillan y su sonrisa se ilumina, eclipsando toda muestra de dolor, de trauma o de pérdida, mientras cita la letra de la canción:

—«Porque Él vive, puedo afrontar el mañana. Porque Él vive, todo miedo desaparece... y vale la pena vivir solo porque Él vive».

—Retomé el mismo tipo de vida: ¡Fiesta, fiesta y más fiesta!

Su experiencia cercana a la muerte le dio mucho que contar en bares y otros ambientes donde el alcohol corría libremente. En diciembre de 1992 estaba en un bar relatando lo sucedido a una atractiva camarera que resultó ser cristiana. Tras conocer el pavoroso accidente de Jack y su increíble supervivencia, lo invitó a la reunión de un grupo de jóvenes. Sorprendido, Jack, que entonces tenía 33 años, aceptó la invitación.

En el encuentro los jóvenes cantaron «Jesús me ama», y Jack se sorprendió al descubrir que podía cantarla con ellos.

—No había oído esa canción desde que tenía ocho años —dice—, pero me sabía la letra.

A pesar de sus dificultades y dolores, me sorprendo a mí misma ambicionando lo que él tiene. «Ustedes, por su parte, ambicionen los mejores dones…», dijo el apóstol Pablo en 1 Corintios 12:31 (nvi), justo antes de componer las famosas líneas sobre la naturaleza del amor en 1 Corintios 13. En armonía con las palabras del Apóstol, el corazón de Jack «se regocija con la verdad» (13:6) del amor que Dios le ha manifestado. Se goza por el don de la salvación que ha recibido y por la vida abundante que ha encontrado al conocer a Jesús. Sin duda el gozo de Jack está entre «los mejores dones».

No soy la única que se siente motivada por Jack. Dice que muchas personas le comentan que agradecen su sinceridad. Sospecho que su ejemplo les da cierta libertad, como a mí. Nos anima a cada uno a darnos permiso para sacudirnos las ataduras de la discreción propia de la cortesía y consentir que nuestro propio anhelo de Dios salga a la superficie y rindamos culto con entusiasmo.

Ruth McKeague vive en Ottawa, Canadá. Es docente jubilada. ■

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Jack

FE EN MEDIO DE UNA TRAGEDIA

Filipinas es azotada a menudo por tifones y otras catástrofes naturales. A veces causan grandes daños y pérdidas de vidas humanas. Hace unos 12 años un tifón azotó una ciudad del sur de la isla de Mindanao y provocó una inundación repentina. Un súbito torrente de agua arrasó cientos de casas de colonos pobres que tenían sus viviendas improvisadas en las orillas bajas del río. La corriente arrastró a miles de personas, ya que el fenómeno ocurrió en plena noche. Algunas personas fueron rescatadas a kilómetros de distancia y otras arrastradas hasta una isla en alta mar. Hubo más de 1.000 fallecidos.

Era Navidad y yo tenía muchas actividades programadas para ayudar a los necesitados. Sin embargo, unos días después del año nuevo me puse a pensar en cómo podía ayudar. No tenía fondos reservados y me pregunté si merecía la pena el viaje a aquella isla dada mi escasez de recursos.

Sentí que Dios me hablaba al corazón y pensé: Si acabara de perder a mis seres queridos, ¿qué es lo que más necesitaría? Probablemente, más que suministros de socorro o alimentos, querría que alguien me consolara,

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alguien con quien hablar o llorar. Mi compañero de misión y yo hicimos planes para trasladarnos a la zona y, gracias a las generosas donaciones de amigos que se enteraron de nuestro viaje, pudimos distribuir muchos alimentos y artículos de socorro. Sin embargo, tal y como yo había previsto, lo que más agradeció la gente fue el tiempo que pasamos con cada individuo o familia que había sufrido una pérdida.

En nuestra tercera jornada allí fuimos a un refugio donde conocimos a un hombre discapacitado. Tenía los pies deformados y no medía más que metro y medio. Nos contó que había viajado desde otra isla años atrás para encontrarse con la que sería su esposa. Más tarde tuvieron dos hijos. Lo trágico es que su mujer y sus hijos habían desaparecido luego de la inundación y él volvía a estar solo. Me eché a llorar al oír su historia. Continuó diciendo que probablemente volvería a su pueblo natal, ya que no le quedaba nada que lo retuviera donde estaba. Comentó que a pesar de eso, seguía aferrado a su fe en Dios. Dijo que creía en el Cielo y que algún día volvería a ver a sus seres queridos.

La fe y la incansable confianza en Dios era un tema recurrente de las personas con las que hablamos durante nuestra estancia allí. Me costaba entenderlo. ¿Cómo era posible que aquellas personas que acababan de sufrir la pérdida de lo poco que tenían, así como la muerte de sus seres queridos, siguieran manifestando tanta fe y confianza en Dios? Pensé mucho en eso en los días siguientes, contrastando mi propia fe —fuerte, pero cuando todo marcha bien— con lo que había visto y oído en aquella población.

He aquí algunas de mis reflexiones: La vida más bien fácil y cómoda que llevo no es lo que me brinda fe. De hecho, mi expectativa de que las cosas deberían ser siempre fáciles y abundantes a menudo me hace perder el equilibrio y me produce ansiedad, a veces hasta el punto de que las dudas se hacen más fuertes en mi mente que mi fe. Por contraste, gente que enfrenta a diario pobreza y dificultades posee un fundamento más sólido sobre el que descansa su fe. Tiene fe en la soberanía de Dios, en quién es Dios. Su fe no está sujeta a lo que Dios haya hecho o dejado de hacer por ellos ni se basa en si creen que ha sido justo con ellos. Yo diría que ese es un cimiento mucho más firme sobre el cual construir la fe.

Hoy en día intento —a veces lo consigo— fortalecer mi fe, recordar que Dios tiene dispuesto lo mejor para mí, pero que no me corresponde a mí juzgarlo o decidir si creo que obra bien. Lo que me corresponde más bien es confiar en Él y acrecentar mi fe pasando tiempo con Él por medio de la oración y la lectura de Su Palabra, la Biblia.

Espero que un día pueda decir lo mismo que los tres hebreos a los que el rey de Babilonia amenazó con arrojar a un horno de fuego si se negaban a postrarse ante su ídolo de oro: «Si se nos arroja al horno en llamas, el Dios al que servimos puede librarnos del horno y de las manos de Su Majestad. Pero incluso si no lo hace, queremos que sepa, Su Majestad, que no serviremos a sus dioses ni adoraremos la estatua que usted ha erigido» Daniel 3:17,18. Dicho de otro modo, nuestra fe está en Dios, tanto si cumple con nuestras expectativas como si no. Sabemos que puede hacerlo, pero dejamos nuestro destino en sus manos.

Simon Bishop realiza obras misioneras y humanitarias a plena dedicación en las Filipinas. ■

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Lecturas enriquecedoras

MANEJ o DE CRISIS

Es posible conservar la esperanza aun en medio de una crisis. Cuanto más leemos y asimilamos la Palabra de Dios, más crece nuestra fe y nuestra confianza en que Él velará por nosotros. (V. Romanos 10:17; Salmo 18:30.)

Pide auxilio a Dios

Clamaron los justos, y el Señor los oyó; los libró de todas sus angustias. Salmo 34:17

En el día de mi angustia te llamaré porque tú me respondes. Salmo 86:7

Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.  Hebreos 4:16

Medita en las promesas de Dios

La misericordia del Señor es desde la eternidad y hasta la eternidad sobre los que […] se acuerdan de sus mandamientos. Salmo 103:17,18

Mi refugio y mi escudo eres tú; en tu palabra he puesto mi esperanza.  Salmo 119:114

Lo que fue escrito anteriormente fue escrito para nuestra enseñanza a fin de que, por la perseverancia y la exhortación de las Escrituras, tengamos esperanza. Romanos 15:4

Confía en que Dios resolverá el problema

Confía en el Señor con todo tu corazón y no te apoyes en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos y él enderezará tus sendas. Proverbios 3:5,6

En Ti confiarán los que conocen Tu nombre, por cuanto Tú, oh Señor, no desamparaste a los que te buscaron.  Salmo 9:10

Así que no abandonen su confianza, la cual ha de ser grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Hebreos 10:35,36

Anímate recordando la bondad y fidelidad de Dios

Aunque los montes se debiliten y las colinas se derrumben, mi misericordia no se apartará de ti. Mi pacto de paz será inconmovible. Isaías 54:10

Sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito. Romanos 8:28 lbla

Estando convencido de esto: que el que en ustedes comenzó la buena obra, la perfeccionará. Filipenses 1:6

Dale gracias por responder a tus oraciones

¡Den gracias al Señor porque él es bueno; su gran amor perdura para siempre! Salmo 107:1 nvi

Por nada estén afanosos; más bien, presenten sus peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará sus corazones y sus mentes en Cristo Jesús. Filipenses 4:6,7 ■

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REMEDIO PARA DÍAS DUROS

Ando irritable últimamente. Cosas que por lo general me resbalaban, han quedado suspendidas sobre mí cual nube negra que nada bueno augura. Deseaba estar sola en mi alcoba para lamentar las incontables ofensas que me atormentaban. Estaba escondida, pero al mismo sufría de soledad, deseando que alguien penetrara mi fachada de cortesías protocolares. Abrigaba la esperanza de que alguien me escuchara mientras desahogaba todo lo que tenía reprimido en el alma.

A la larga hice crisis y exploté con una persona inocente. No fue mi nieta de dos añitos; siempre tengo mucha paciencia con ella. Tampoco fue con la iracunda desdichada que me había ofendido. Por desgracia me desfogué criticando inmerecidamente a una persona que con buenas intenciones me preguntó por qué estaba tan tensa.

Más tarde di un paseo, orando mientras caminaba, y después me acosté a dormir pidiendo al Señor que me perdonara y me ayudara a pasar por este momento difícil. A la mañana siguiente me puse a leer algunos devocionales. Las primeras líneas me hablaron al alma y tuvieron un efecto transformador en mí.

Señor, haz de mi un instrumento de Tu paz. Que allí donde haya odio, ponga yo amor; donde haya ofensa, perdón; donde haya discordia, unión; donde haya error, verdad; donde haya duda, fe; donde haya desesperación, esperanza; donde haya tinieblas, luz; donde haya tristeza, alegría.

Oh, Divino Maestro, que yo no busque tanto ser consolado como consolar; ser comprendido, como comprender; ser amado, como amar. Porque dando es como se recibe; perdonando como se es perdonado; muriendo como se resucita a la vida eterna. Oración franciscana por la paz

Esas bellas palabras reconfortaron mi corazón atribulado y me sanaron. Además me incentivaron a obrar mejor y ser mejor persona, a asumir esas ofensas y tornarlas en compasión por todos aquellos que pasaban por lo mismo que yo y tenían también su cuota de días difíciles. Juzgué con dureza a una persona que me había criticado cuando quise ayudar. Pero entonces vi claramente cuánto necesitaba yo perdón por haber herido a alguien cuya intención era también ayudarme. Ese día seguí siendo cordial, pero mi amabilidad provenía de un corazón recto luego de lo que aprendí. Seguí haciendo cortesías, pero ya auténticas. Más que nada, mientras rezaba esa sencilla oración me invadió una paz profunda sabiendo que el Señor me ayudaría a salir airosa, aun en los días más duros.

Joyce Suttin es docente jubilada y escritora. Vive en San Antonio, EE.UU. Su blog se encuentra en https://joy4dailydevotionals. blogspot.com. ■

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De Jesús, con cariño

Desde la eternidad y

hasta la

eternidad

Te he amado desde la eternidad y hasta la eternidad: ¡así de grande es Mi amor por ti! (Salmo 103:17.) He implantado Mi amor y Espíritu en lo más hondo de tu corazón para que halles fuerzas, fe y esperanzas que te sostengan en tu viaje por la vida.

Cuando te afecte la soledad o pases por tiempos difíciles, es el momento de venir a Mí para encontrar paz en Mi presencia. En los momentos en que te desalientas, alza los ojos, contempla Mi faz y mira cómo te sonrío con Mi amor incondicional ( Jeremías 31:3). Cuando albergues inquietudes o ansiedades sobre el estado actual del mundo y parezca que reina el caos, preséntame todas tus preocupaciones. Encomiéndame todos los problemas y todos los afanes y desazones de esta vida, y hallarás descanso para tu alma (Mateo 11:28,29).

Cuando te sientas débil, Yo seré tu fuerza. Cuando te agobie la confusión, te daré Mi paz que sobrepasa todo entendimiento (Filipenses 4:7 niv). Cuando te asalten los temores, confortaré tu corazón. Cuando sientas tensión, te daré alivio.

Cuando todo a tu alrededor te parezca lúgubre y tormentoso, Mi Palabra será un faro que te guiará y te iluminará el camino (Salmo 119:105). Cuando pienses que estás a la deriva, estoy contigo para recordarte que Yo ya te encontré y te acompañaré por la eternidad. Soy tu dueño para siempre y nada te podrá separar de Mi amor (Romanos 8:38,39).

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