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Los Mantos de la Virgen de Covadonga
¿Por qué y en cuál ocasión?
La Virgen de Covadonga se viste de negro únicamente en dos ocasiones cada año, el Día de los Difuntos y el Viernes Santo. En el año 2020, en plena pandemia de COVID 19 corrió el rumor de que la Santina se había cambiado el manto que luce habitualmente por uno negro con motivo de la crisis sanitaria y que, con anterioridad, solo lo había hecho durante la guerra civil. Esta información es falsa. La foto que acompaña esta noticia, y que intenta reafirmar la mentira, se había tomado el 2 de noviembre del 2019, uno de los días que la Virgen lució su manto de luto.
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Cada viernes las monjitas le cambian el traje a la Santina para que no se estropeé con la humedad. En Viernes Santo la visten de negro con motivo del luto por la muerte de su hijo Jesús. Sea como fuere, en Semana Santa sorprende con un maravilloso traje morado.
El morado es un color que simboliza la preparación espiritual y la penitencia. Se usa en Adviento y en Cuaresma, tiempos de preparación para la Navidad y la Pascua respectivamente. Cabe mencionar que tanto el lunes, como el martes y el miércoles Santo se usa el morado porque sigue siendo tiempo de Cuaresma. La Santina viste de morado por esta razón. Sea como fuere, los bulos sobre el significado de los colores de la túnica de la Virgen de Covadonga se difunden por las redes sociales.
Fue el pasado 8 M donde se dijo que la Virgen se vestía de modo en apoyo al feminismo, lo cierto es que nada tiene que ver la túnica morada de La Santina con el violeta, omnipresente en los carteles, pancartas, pósters, camisetas, pins y demás

accesorios para lucir el 8-M, símbolo de la marcha feminista del Día de la Mujer.
En Covadonga todo ocurre al ponerse el sol. Cuando la Santa Cueva se vacía, cesa el bullicio y se hace el silencio. Es entonces, pasadas las nueve de la noche, cuando allí, en las entrañas mismas de Covadonga –que, para muchos, es lo mismo que decir el corazón de Asturias, cuna de España–empieza a desplegarse un delicado ceremonial vedado a los ojos de fieles, peregrinos y turistas: la Santina, Patrona del Principado, se despoja de todas sus vestiduras para amanecer con otras diferentes y brillar en la altura más bella que el sol. Un ritual que, generalmente, tiene lugar todos los sábados del año –aunque la cita varía en función de la agenda y de la climatología– y del que se encargan uno de los dos sacristanes de la Cueva y cuatro religiosas Carmelitas Mensajeras del Espíritu Santo (Fundación Brasileña). Buena prueba de la devoción de su pueblo por esta talla del siglo XVI –la original fue destruida por un incendio– es que, según el canónigo penitenciario, «cada año, desde hace siglos, la Virgen recibe cuatro o cinco donaciones de particulares e instituciones» como el Ejército que pasan a engrosar su ajuar, conformado actualmente por más de medio centenar de conjuntos cuya confección, «dependiendo de los materiales y el trabajo, puede superar los 4.000 euros». Es que, «a medida de transcurre el tiempo, se van retirando los que se van quedando deteriorados». Un ropero cuyas últimas incorporaciones han sido un manto confeccionado en damasco donado por el Opus Dei con motivo de la visita al Santuario de su prelado y otro ofrendado por la TPA. Un vestidor regio que también se mantiene oculto al público en la llamada Torre del Abad, «un área muy restringida».


«Exactamente, los juegos de ropajes están en un armario de madera hecho expresamente para ellos, con las medidas exactas de los mantos, que nunca se planchan y se lavan en seco y que se guardan rodeados de deshumidificadores y permanente aireados, porque la humedad es su peor enemigo». Tanto que, «a veces, antes de guardarlos, hay que ponerlos a secar durante varios días porque terminan empapados». Y así, por ejemplo, «durante el invierno, apenas se la viste con mantos de terciopelo, que llegan a ponerse negros, y se opta, en cambio, por tejidos más ligeros, que absorban menos la humedad». Una decisión –la de qué conjunto la engalanará en cada ocasión señalada de su agenda– que tampoco puede tomarse a la ligera y que se consensúa entre el Cabildo y las Carmelitas que ejercen como sus 'ayudas de cámara'.


